Integración para la dependencia o integración para la liberación en tiempos de Bolsonaro

El triunfo de Jair Bolsonaro transitó el recorrido de la gloria a la frustración para los principales medios de comunicación, cuando se hicieron eco de las declaraciones de su ministro de Hacienda Paulo Guedes, quien sostuvo que el Mercosur no sería prioridad como actividad comercial para el flamante proyecto político. A la desconfianza al Mercosur se le suma la elección de Chile como primer país a visitar en la agenda oficial de Bolsonaro: una decisión que viene a romper con cierta tradición que indica que la primera visita de un presidente electo –tanto en Brasil como en Argentina– es a su principal vecino comercial.

A partir de esto surgen algunas reflexiones. Los momentos de cambio implican quiebres a continuidades políticas que se terminan naturalizando. El triunfo de Bolsonaro viene a dar una vuelta de hoja al proceso progresivo que empezó en 2002 en Brasil. En términos de historia de corto alcance, dieciséis años de gobierno del PT es una unidad de medida importante, capaz de consolidar cierto ideario simbólico que se proyecta necesariamente hacia la política internacional y la relación con Argentina.

Sin embargo, si nos alejamos de la coyuntura y de la historia de corto plazo, se podría llegar a encontrar una relación histórica entre Argentina y Brasil que se construye desde la disputa donde el imperialismo es un actor fundamental para entender la relación entre ambos.

 

Cuando el imperio interviene, nada puede salir bien

El origen de la integración para la dependencia es posible identificarlo en la misma creación del Virreinato del Río de la Plata, cuyo nacimiento venía a poner fin a las aventuras bélicas de los comerciantes portugueses en la Cuenca del Plata. Argentina construye el mito fundante sobre el Brasil como un país con destino usurpador. Para los cariocas, el mito fundante del país se construye en lo que Vivian Trías llama la fascinación de las Bandeiras. En los bandeirantes aparece el tipo ideal de fundadores de lo que luego sería la ciudad de San Pablo, lejos de rendir una lealtad plena a la corona lusitana, construyendo relaciones comunitarias propias y generando una sociedad mestiza fundada en la violencia. En esta acción puede rastrearse la afirmación del primer brasileñismo.

La Bandeira a su paso esclavizaba indios que luego usaba como objeto de transacción. Con lo cual encontramos dos rasgos: la violencia y lo políticamente incorrecto de las Bandeiras como primera forma de organización del Brasil colonial; y la vocación expansiva y esclavista. Estos rasgos sirven para entender la futura “democracia racial” que se gestó durante el siglo XX, y para comprender la actualidad del Brasil. Ese hombre blanco bandeirante es la figura del Leviatán brasileño. Su violencia y su temperamento lo ponen en peligro, arriesgando la vida permanentemente en las tierras conquistadas. Al mismo tiempo, es sinónimo de orden en las nuevas comunidades a partir de coacción y de la esclavitud. En las Bandeiras se encuentra el primer intento de democracia racial, pero también la incubadora original de proyectos expansionistas del Brasil.

Las guerras napoleónicas obligaron a reconfigurar el mapa y las formas de gobierno en Europa, generando un hecho que cambiaría el destino de buena parte de la historia de la humanidad y el traslado de la Corte de Portugal a Río de Janeiro. La presencia de la corona le permitió a Brasil mantener la estructura territorial colonial luego de su independencia. Esa instancia lo diferencia de las nuevas repúblicas independientes de la región, las cuales estuvieron sujetas a un proceso de disgregación territorial producto de la ausencia de un poder central capaz de sostener las diferencias. Al margen de los aspectos territoriales, las repúblicas independientes heredarán las tensiones luso-españolas de los tiempos de los Bandeirantes y de las guerras napoleónicas. De fondo se encontraban las manos del imperio inglés y sus intereses balcanizadores en la región.

 

Siglos XIX y XX

A partir del siglo XIX la estrategia imperial consistía en el equilibrio de poderes, generando las condiciones diplomáticas para que no existiera una hegemonía marcada en la Cuenca del Plata. Habrá momentos donde el imperio pondere el acercamiento con el Brasil, perjudicando su vínculo con Argentina, y viceversa.

El proceso de colonización capitalista que atravesó Argentina le permitió ser una plaza más rentable para los intereses imperiales, lo que derivó en que las oligarquías locales tanto brasileñas como argentinas atravesaran un proceso de pugna por la hegemonía continental, cuyo objetivo era congraciarse con los imperios de turno. Las tensiones argentino-brasileñas implicaron hipótesis de conflicto durante buena parte del siglo XX. Brasil nunca ocultó sus aspiraciones hegemónicas. Quien plasmó en ideas estas aspiraciones fue el capitán Mario Travassos, que publicó un texto cuyo título es Proyección continental del Brasil. Allí enfatizaba la necesidad de hegemonía por parte del Brasil de la Cuenca del Amazonas, pero también de la Cuenca del Plata. Todo indicaba que el espíritu bandeirante seguía vigente.

En este sentido, un momento de distensión fue la presidencia de Juan Domingo Perón, quien a través del proyecto ABC pensó una alianza con Brasil y Chile. La apuesta de Perón no pudo ser firmada por Vargas. Era por primera vez una superación a los mandatos imperiales que fomentaron la división entre Brasil y la Argentina.

La hegemonía norteamericana en la región ya era un hecho. Estados Unidos avanzaba hacia un proceso de integración mundial de la economía, una nueva fase del imperialismo monopólico, donde Brasil debía cumplir el papel de principal aliado en la región. Mientras Brasil se insertaba en el mercado mundial como una economía moderna y dinámica pero dependiente, Argentina no lograba hacerlo, ni adecuar su estructura económica a las nuevas demandas del mundo.

Brasil y Argentina –por la intervención imperial– estaban sujetas a un desarrollo desigual y combinado a nivel regional, donde San Pablo sería la cuna de un desarrollo dependiente y trasnacional. La ley de desarrollo desigual y combinado que antes favoreció el proceso de colonización capitalista en Argentina, ahora lo perjudicaba: el imperialismo hegemónico era estadounidense y ponía los ojos sobre Brasil.

 

La Barganha Leal, satélite privilegiado o subimperialismo

Brasil de esta manera comenzaba a transitar su lugar de subimperialismo. La integración basada en el monopolio imperial consistía en generar las condiciones y áreas rentables para la inversión de Estados Unidos en Brasil. Éste último desarrollaba su matriz siderúrgica a condición de entregar tropas para la Segunda Guerra Mundial o facilitar su territorio para bases y entrenamientos militares al Pentágono. Para esto debió fracasar el proyecto con barniz de autonomía impulsado por Getulio Vargas. Asimismo, las presidencias de Janio Cuadros y Joao Goulart también demuestran la transición hacia la relación de dependencia. La moneda estaba en el aire: se profundizaba la revolución nacional o se consolidaba el doble perfil subimperialista en política regional y de fascismo colonial a nivel interno. La moneda cayó por la consolidación del doble perfil. Para esto fue necesaria la unidad de las clases altas en un bloque hegemónico. La joven burguesía industrial se convirtió en dependiente y a la hora de asfixiar las demandas sociales se vinculó con las oligarquías latifundistas que habían sobrevivido durante años.

Pero para que Brasil ocupara su rol de sub imperialismo y durante la segunda mitad del siglo XX se extendiera hasta la actualidad, debió ceder en la entrega de su estructura económica. Esta condescendencia para con el imperio tuvo su contrapartida, y Brasil se convirtió en el subimperio de la región. Esta negociación se llamó barganha leal o canje leal. Fue el militar brasilero Golbery do Couto e Silva quien acuñó el concepto, en el cual Brasil debía aceptar la hegemonía norteamericana a cambio de que el país del norte le diera la venia para ejercer la hegemonía en América del Sur.

Si la barganha leal fue la esencia de la política internacional que manejó los hilos del Brasil, esto implicaba necesariamente que se bloqueara cualquier posibilidad de cooperación con sus vecinos. Brasil fue durante buena parte del período de Guerra Fría el ejemplo de desarrollismo en la región. Estados Unidos fomentó de esta manera las relaciones bilaterales con los países de la región y aplicaba la idea de equilibrio de poderes, donde aparece como poder central y otorgándole un rol secundario al Brasil. El equilibrio de poderes desde lo comercial generaba una falta de comprensión entre los vecinos, pero en lo ideológico, muy por el contrario, encontraba una afinidad entre Argentina y Brasil sobre todo a partir de 1966, cuando ambos gobiernos hablaban de fronteras ideológicas, en clara referencia a la cruzada anticomunista en la región.

En este punto, el imperio fomentaba la integración de ambos países. Esta frontera ideológica posibilitó una cooperación ideológica tutelada incluso en materia de desarrollo bélico, pero la idea de subimperialismo ya no será criticada. Brasil había construido su rol de gendarme y tenía un doble destino manifiesto: oprimir a los vecinos de la Cuenca del Plata a partir de la relación económica desigual, pero también satisfacer las exigencias del imperio norteamericano.

 

Actualidad y balance

Revisar la historia nos permite entender que personajes como Jair Bolsonaro no surgen de un repollo, sino que su personalidad es posible rastrearla y asimilarla con el tipo ideal de conquistador y aventurero, como fueron los bandeirantes del siglo XVII. Al fin y al cabo, el principal legado de éstos fue la estructura territorial brasileña que se sostuvo más allá de la independencia. El guiño de Trump al triunfo de Bolsonaro en referencia a los negocios chinos en la región da cuenta de una relación de dependencia que se bloqueó a medias desde el triunfo de Lula, pero que no se logró enterrar del todo, más allá del famoso “no al ALCA” de 2005. El triunfo de Bolsonaro pareciera indicar un intento por parte de Brasil de alcanzar una nueva barganha leal, pero para esto deberá perfeccionar sus estrategias de seducción para desplazar a la Argentina del lugar de niña mimada del imperialismo de Trump. Esta nueva situación quizá genere antagonismos y reavive los chispazos históricos entre ambos. Es esta clave la que permite entender la decisión de viajar a Chile como primer destino oficial en América del Sur, sepultando cualquier tipo de entendimiento aduanero como podría ser el sostenimiento del Mercosur, considerado como parte de lo viejo y de lo ideológico. Pero la ideología no implica necesariamente un elemento de distancia, ya que sería posible establecer vínculos de contacto político entre Brasil y Argentina. Quizás el triunfo de Bolsanaro abone en la edificación de una nueva frontera ideológica que genere un clima de intolerancia hacia los sectores populares en la región.

Cualquier proyecto de Nación que implique autonomía debe partir de la unidad entre Brasil y Argentina. No existe posibilidad de liberación en la región si ambos orientan sus esfuerzos en demostrar quién es más condescendiente con Estados Unidos. Brasil en este sentido tiene mucho más para ofrecer, pero mucho más para perder. Argentina alargaría su agonía neoliberal que comenzó en 1976 y que logró cortar por un breve período a principios del siglo XXI.

De la relación entre ambos países, lo que queda en claro es que existió una sola historia y fue la de incorporarse al capitalismo como apéndices imperiales, con resultados diversos, siendo Argentina la predilecta del imperio inglés hasta la segunda Guerra Mundial y Brasil la preferida del imperialismo norteamericano luego de 1945. Para enfrentar esta historia existen dos respuestas: la integración para la dependencia que edificó al subimperialismo brasileño o la integración para la liberación basada en el reverso del proceso balcanizador. En los pueblos estará la respuesta.

 

Emmanuel Bonforti es sociólogo, docente adjunto del Seminario de Pensamiento Nacional y Latinoamericano de la Universidad Nacional de Lanús y coautor del libro Introducción al Pensamiento Nacional.

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