Guerras de colores, defensa nacional y cibersoberanía, entre otras cosas

Las naciones se mueven por intereses y no por ideologías. Los intereses están vinculados a la supervivencia, la seguridad, la defensa y la capacidad de progreso de los pueblos. Dentro de este esquema vamos a tomar la cultura como el conjunto de estrategias y tácticas de una comunidad para sobrevivir en el medio ambiente del que, además, forma parte.

El estratega chino Sun Tzu –Maestro Tzu– en su obra El arte de la guerra –libro del siglo V a.C. escrito sobre tablitas de bambú y que es considerado como uno de los tratados fundamentales sobre tácticas y estrategias militares, junto con De la guerra (1832) de Carl von Clausewitz y La Nación en armas (1883) de Leopold Colmar von der Goltz– dice: “La victoria completa se produce cuando el ejército no lucha, la ciudad no es asediada, la destrucción no se prolonga durante mucho tiempo y en cada caso el enemigo es vencido por el empleo de la estrategia”. Ya en el siglo XX, los sociólogos Alvin y Heidi Toffler en su obra Las guerras del futuro realizarán una clasificación de la guerra y de sus formas, causas y efectos como fenómeno social, distribuyéndolas en tres categorías u olas identificadas respectivamente con los símbolos de la azada para labrar la tierra, la cadena de montaje de la era industrial y el mundo de la revolución informática. En 1989 William Lind, magister en historia de origen norteamericano, va a estructurar las guerras por las formas de producción de las sociedades, lo que nos posiciona en la actualidad en el límite entre una cuarta generación, donde no hay enfrentamiento entre ejércitos regulares o entre Estados, sino entre Estado y grupos armados de naturaleza política, económica, religiosa o étnica, y la guerra de quinta generación, vinculada al mundo cibernético, cuyo objetivo directo son las mentes de la población civil: bajo la filosofía de Sun Tzu, “el supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar”.

El Ministerio de Defensa del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte se ubicó en este límite entre ambas generaciones cuando dio a conocer en septiembre de 2020, con la presentación del jefe del Estado Mayor de la defensa británica, general Sir Nick Carter, la Introducción al Concepto Operativo Integrado 2025 (Introducing the Integrated Operating Concept) en el que se establece un nuevo enfoque en el uso del instrumento militar dentro del sistema multilateral utilizado hasta la fecha. En el concepto operativo integrado ese ministerio realiza un análisis de las futuras amenazas a las que se verán sometidos el Reino Unido y sus aliados, un contexto estratégico cada vez más complejo, dinámico y competitivo, donde las características más representativas serán la diversificación de las amenazas y el desarrollo de actores no estatales que intentarán vulnerar la seguridad y la estabilidad social y política. Entre las principales amenazas determina la operatoria de “guerra política”, destinada a socavar la cohesión, erosionar los aspectos económicos, políticos y sociales, sobre todo incidiendo en la capacidad de resiliencia de la sociedad, es decir, afectando la capacidad de la comunidad para superar circunstancias traumáticas. A su vez, el documento hace eje en los conceptos de Seguridad Nacional y protección de los valores y los intereses de la sociedad británica como forma de vida, en tanto se plantea que el objetivo de las nuevas amenazas es ganar sin luchar, lograr sus objetivos mediante el quiebre de la fuerza de voluntad de las sociedades, usando ataques constantes por debajo del umbral que provocaría una respuesta militar clásica.

Recordemos que la identificación de una amenaza es potencialmente una futura herramienta a utilizar en una estrategia de proyección de poder sobre un objetivo, y que los objetivos están vinculados a los intereses y los intereses a la supervivencia de una población.

El nuevo planteo del Ministerio de Defensa británico implica un cambio fundamental en la filosofía militar, atendiendo a la necesidad de estructurar fuerzas que tengan capacidad para operar, pero a su vez la necesidad de que estén entrenadas para una rápida adaptación a escenarios múltiples y con capacidad de distinguir la importancia y la necesidad de combinar acciones de guerra con operaciones de corte político, algo que no es nuevo en la historia del Reino Unido, remitiéndonos, a modo de ejemplo, a las acciones de Thomas Edward Lawrence –Lawrence de Arabia– en oriente medio, o del mariscal Gerald Templer, con su planteo de “ganar los corazones y las mentes” de la población en la “emergencia malaya” de los años 50.

El documento, que analiza tanto las amenazas a las que se verán sometidos el Reino Unido y sus aliados, como los cambios en la estructura de las fuerzas y la incorporación de nuevas capacidades no letales, plantea el concepto operativo integral como un cambio de paradigma, donde las herramientas principales del sistema de defensa tienen que ver con una unidad de todos los instrumentos y herramientas del Estado británico y de la sociedad civil en un paso más allá del concepto de poder blando, sin dejar de lado los sistemas de armas clásicos y que se acerca mucho al concepto de “la Nación en armas” elaborado por el barón Colmar von der Goltz en 1883.

La idea central del concepto operativo integrado es crear e impulsar las condiciones y una dinámica de actividades que, en lugar de responder a las acciones del adversario desde una postura estática, reactiva o de respuesta contingente, tome la iniciativa para moldear situaciones sociales y generar debilidad política en el adversario, logrando de esa manera objetivos sin la necesidad de escalar el umbral de la guerra. En este punto suena tan actual la frase de Don Arturo Jauretche: “El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza”.

El planteo británico se basa en la necesidad de alcanzar un alto grado de integralidad dentro del instrumento militar, a través de los niveles de guerra –estratégico, operativo y táctico–, pero también y sobre todo en toda la estructura de gobierno y con sus aliados, siendo en este caso la diplomacia pública –que apunta al seno de las sociedades con las que se establecen lazos comerciales y políticos– una herramienta fundamental.

Se busca a partir del Concepto Operativo Integral 2025 crear una posición de ventaja a partir de una amplia gama de opciones políticas o militares que operen de manera simultánea y en forma paralela, destinadas a generar amenazas o romper la voluntad de los adversarios y simultáneamente apuntalar la cohesión nacional y de las alianzas.

El Ministerio de Defensa británico determina la necesidad de pensar el conflicto de una manera diferente, con acciones en los cinco dominios operativos: espacio, cibernético, marítimo, aéreo y terrestre, creando múltiples dilemas que generen vulnerabilidad en el adversario y se conviertan en herramientas dinámicas, preventivas, de carácter continuo y sistemático, dirigidas por información selectivamente ambigua que tengan como finalidad trastornar la comprensión del adversario, su capacidad en la toma de decisiones, su ejecución, el comportamiento, los procesos y estructuras sociales. Quizás precisamente por esto, en la mirada interna se requiere fortalecer la cohesión, la confianza, los valores compartidos, los hábitos sociales, la capacidad de resiliencia y el comportamiento de la sociedad civil, como elementos vitales a defender a lo largo de la introducción al concepto operativo integrado. Estas acciones, afirma el documento británico, que deben desarrollarse por debajo del umbral de guerra a los efectos de disuadir y evitar que los adversarios logren sus objetivos, tienen como objetivo la población civil, partiendo por alcanzar un dominio en la información que permitirá una mejor comprensión, evaluación, toma de decisiones y ejecución de las operaciones, las cuales requieren una respuesta estratégica que integre todos los instrumentos del arte de gobernar: ideología, diplomacia, finanzas y política comercial y poder militar.

Considerando que nuestro país tiene un amplio sector del territorio ocupado militarmente y otro amplio sector condicionado por esta forma de concebir el dominio, cabe preguntarnos cómo deberíamos elaborar –y con qué sectores– una estrategia de defensa nacional, considerando que el campo de batalla desde los años 90 no son las playas, llanuras y montañas, sino la cabeza de nuestras ciudadanas y ciudadanos mediante una estrategia multidominio que coordina segmentos, estratificación paralela en el tiempo y con un perfil concretamente sedimentario.

Sin quitarle importancia al instrumento militar –aviones, misiles, tanques, soldados, sanidad, logística– que es un aspecto absolutamente importante en la disuasión para evitar conflictos, es menester incorporar a la discusión del Ciclo de Planeamiento de la Defensa Nacional –que encuadra el proceso de definición estratégica y del cual emana la Directiva de Política de Defensa Nacional– al Ministerio de Educación, al de Cultura y al de Ciencia, Tecnología e Innovación, no como áreas de apoyo técnico, sino como ejes fundamentales de la Defensa Nacional.

Frente al planteo del Ministerio de Defensa británico, la producción de material audiovisual, la cibersoberanía, el acceso a la información, el dominio del espectro electromagnético, la producción de contenidos basados en nuestra historia real, la inversión en tecnología satelital y aeroespacial, el desarrollo de capacidades industriales, el acceso a la educación y el acceso a fuentes laborales dignas son hoy armas absolutamente poderosas y necesarias para enfrentar y desactivar las amenazas a las que se enfrenta nuestra población, las cuales están vinculadas a generar caos social, desorden político y debilitamiento de las instituciones.

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