Empleo digno: cuestión central

Si pusiéramos en valor cuáles son las cuestiones de mayor importancia en la actual conflictividad argentina, la búsqueda del empleo digno –en la denominación de la OIT– sería una cuestión central. La falta de empleo es el elemento de mayor condicionamiento en las cuestiones económicas. Sin un ingreso justo y permanente, no hay posibilidades de crecimiento sostenido en la población y en las estructuras familiares. A su vez, la incidencia del consumo es determinante en las cuestiones comerciales y productivas de un país.

Los países del Sudeste Asiático (China, India, Pakistán y Vietnam) se han posicionado en el mundo gracias a su expansión económica y al crecimiento del empleo en forma sostenida. Hoy casi el 50% de sus habitantes son grandes consumidores, y China está a punto de eliminar la pobreza.

El empleo digno es la contracara de la política de subsidios. Uno resuelve el problema, mientras que el otro sólo lo mal posterga y ataca negativamente a la cultura del trabajo. Uno es más complejo y exige políticas estratégicas de mediano y largo plazo, mientras que el otro es coyuntural y pretende solucionar urgencias, aunque sólo las profundiza y agudiza.

En nuestro país la situación del empleo no es la mejor. Las perspectivas para el año próximo hablan del peor nivel en 12 años. Estudios publicados en el diario La Nación, efectuados por la Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) y el Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) dan cuenta de una caída interanual de asalariados privados desde febrero de 2017. El primer trimestre del 2019 prevé una caída de seis puntos con relación al último trimestre del año anterior y de 12 puntos con relación al primer trimestre de 2018. Una situación claramente preocupante.

La caída del empleo se produce por una serie de circunstancias: la falta de una política productiva sostenida en el tiempo, sin acompañamientos financieros, impositivos ni logísticos; la falta de una clara política exportadora de nuestros productos competitivos con valor agregado; la falta de incremento del consumo local como motorizador de la economía. Estas son sólo algunas de las situaciones graves, a las que debemos agregar los avances tecnológicos producidos en importantes sectores industriales, no debidamente acompañados por las estructuras de capacitación y formación técnica de nuestra educación pública y privada.

El cambio tecnológico, la educación y el trabajo –en relación a los nuevos empleos que se generan y los viejos empleos que tienden a desaparecer–, y cómo los insertamos en nuestro país, son claramente los grandes desafíos que debemos encarar. Pero, insisto, hoy más que nunca la cuestión del empleo es un tema central que deberíamos transformar en una verdadera gesta para la búsqueda de una solución. Sin empleo digno y sin actividad económica que lo sustente, no existe país válido.

Lograrlo no es tarea de un sector ni de un grupo o partido político. Es de todos los sectores involucrados. Una gesta, como dijéramos, solo se encara con acuerdos profundos, con políticas de Estado sostenidas en el tiempo, dejando de lado posiciones personales e ideológicas. Seguir con la grieta o con divisiones sin sentido, solo convenientes a las cuestiones electorales, es seguir apostando a un país de pobres y marginados que no nos merecemos, y mucho menos los que lo sufren.

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