Dar en el “centro” de la Seguridad Pública es un paso más allá del “garantismo” o el “populismo punitivo”

La conceptualización realizada por el presidente Alberto Fernández sobre la Seguridad puso blanco sobre negro una discusión iniciada desde el comienzo de la recuperación democrática, y que nunca pudo ser saldada desde la política, toda vez que ha sido más sencillo trabajar sobre las “consignas” que problematizar un área tan sensible.

Vivimos en una constante ideologización de la materia, sin poder estructurar una política pública capaz de erigirse en política de Estado. Sería altamente recomendable analizar los discursos desarrollados sobre la inseguridad desde hace ya cuatro décadas –y desde ambos extremos– en un contexto de creciente inequidad social, en el continente más inequitativo del planeta. Además, se han aumentado sistemáticamente las penas y los encarcelamientos: junto al desarrollo con inclusión, la seguridad es la deuda más flagrante de este tiempo.

Pero para quienes planteen que los problemas de “inseguridad” se solucionarán cuando alcancemos mayores niveles de equidad social, lamento decirles que estamos muy lejos, y para otros u otras que manifiesten que la “mano dura” y el punitivismo los irán resolviendo, también les comunico que estas recetas han fracasado en el mundo.

Es el momento para un abordaje distinto a partir de consensos, en sintonía con la unidad lograda desde la política. La discusión ideológica del tema de la Seguridad lleva a otro camino sin salida: debe tratarse desde una dimensión técnica que ausculte fehacientemente los cimientos del delito y la violencia, para desarrollar una respuesta adecuada ante cada situación. Por ejemplo, revisar autárquicamente el funcionamiento de las Agencias Gubernamentales de Control Penal –Policía, Justicia, Servicio Penitenciario– es prioritario; también lo es la herramienta que consensuamos quienes fuimos parte de los equipos técnicos del peronismo: un Consejo Federal de Seguridad integrado activamente por las provincias y que sea base virtuosa de cualquier planificación estratégica en la materia. Desde el conocimiento cabal de la realidad –sin dibujos que agraden a funcionarios de turno– se logrará el objetivo que buscamos: que nuestras y nuestros compatriotas estén protegidos por el Estado. No hay respuestas fáciles. Hay que trabajar científicamente y proponerse objetivos posibles, mediatos y de largo plazo. Sólo así se evitarán personalismos que llevarán a una nueva frustración.

En este rediseño de la Seguridad Pública hacia un nuevo paradigma de Seguridad Democrática, se debe avanzar en la conformación de un trípode: junto al Consejo Federal de Seguridad, deberán pensarse dos estructuras organizativas que le den sustento técnico y profesional: el Observatorio Nacional del Delito y la Violencia –proyecto de Ley presentado oportunamente por el Acuerdo para la Seguridad Democrática– y la Agencia Federal de Seguridad.

 

Gustavo E. Sicca es miembro de la comisión de Seguridad de los equipos técnicos del Partido Justicialista nacional.

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