¿Unidad de concepción en el peronismo actual?

“Juan Perón decía que la unidad del justicialismo sólo se podía lograr gracias a una concepción común acerca de la validez de la doctrina, y no resolviendo en elecciones limpias quién tiene más votos: la unidad de concepción es el origen de la unidad de acción. El único fundamento de la unidad políticamente efectivoy moralmente justificable es la afirmación de ideales compartidos. Esta es la solución para resolver a la vez las dos crisis crónicas del peronismo: la de unidad y la de identidad” (Antonio Cafiero, 2010).

Las derrotas en las urnas del 2015 y 2017 en manos de Cambiemos dejó al Peronismo, aparentemente, en un callejón sin salida. Lejos del poder estatal, con facciones reagrupándose para sus fines sectoriales, sin poder articular un frente opositor unificado, y en medio de una crisis de institucionalidad y liderazgo en el seno del Partido Justicialista. Esta situación nos plantea un incipiente análisis de las contradicciones del actual tiempo político que vivimos, que se patentizan entre quienes desean superar el corsé del Peronismo y aquellos aferrados a una visión osificada del mismo. En ambos casos se carece de una visión de futuro. Priorizan la conveniencia personal o de grupo, según se pretenda aferrarse al poder obtenido recientemente por ser garantes de gobernabilidad con el oficialismo macrista,o retomar el poder perdido,en los sectores ligados al kirchnerismo. Esto afinca el juego a la reacción, entrando en una falsa antinomia, cuando el eje de discusióndebería reafirmar nuestro “sentido” como peronistas y apuntalar un frente multisectorial que potencie un proyecto nacional en marcha contra los nostálgicos gorilas amarillos que –si hay algo que uno debe reconocerles– tienen en claro qué quieren y dónde deben atacarnos.El eje entonces debería ser reformar nuestra “unidad de concepción” para la necesaria y anhelada “unidad de acción”.

Decirse –y sentirse– peronista equivale a convivir con imágenes, códigos y reglas propias que lo hacen a uno entender la realidad desde la práctica y la militancia, y así elaborar una teoría política objetiva y posible.Un primer paso, hoy, sería definir al Peronismo. Tarea ardua pero fascinante, ya que es uno de los hechos políticos del siglo XX que aún suscita polémicas entre los historiadores y los politólogos, quienes no terminamos de coincidir en cómo clasificarlo.

A quien primero recurrimos es a su gestor e impulsor, Juan Domingo Perón, quien lo enunció y conceptualizó en infinidad de discursos, escritos y obras. En su libro Doctrina Peronista, en la edición aumentada de 1951, hay un fragmento de su alocución del 20 de agosto de 1948, donde afirmó: “¿Qué es el peronismo?, han preguntado algunos legisladores en el Congreso, hace pocos días. El peronismo es humanismo en acción; el peronismo es una concepción en lo político, que descarta todos los males de la antigua política; es una concepción, en lo social, que iguala un poco a los hombres, que les otorga iguales posibilidades y les asegura un porvenir para que en esta tierra no haya ninguno que no tenga lo que necesita para vivir, aun cuando sea necesario que los que están derrochando a manos llenas lo que tienen no dispongan de ese derecho; en lo económico, procura que todo lo argentino sea para los argentinos y que se reemplace la política económica que decía que esta era una escuela permanente y perfecta de explotación capitalista, por una escuela de economía social donde la distribución de nuestra riqueza, que arrancamos nosotros a la tierra y elaboramos nosotros, pueda distribuirse proporcionalmente entre todos los que intervienen para realizarla con su esfuerzo. Eso es peronismo. Y el peronismo se siente o no se siente. El peronismo es una cuestión de corazón más que de cabeza. Afortunadamente, yo no soy de los presidentes que se aíslan, sino que vivo con el pueblo, como he vivido siempre; de manera que comparto con el pueblo trabajador todas sus vicisitudes, todos sus éxitos y todos sus fracasos. Yo siento íntima satisfacción cuando veo que un obrero va bien vestido o asiste con su familia al teatro. Estoy entonces tan satisfecho como me sentiría yo en la misma situación del obrero. Eso es peronismo”.

Evita, en su primer artículo en el diario Democracia del 21 de julio de 1948 escribió: “El peronismo no se aprende ni se proclama, se comprende y se siente, ha dicho Perón. Por eso es convicción y es fe. Es convicción porque nace y se nutre en el análisis de los hechos, en la razón de sus causas y de sus consecuencias. Tiene el empuje y la dinámica de la historia en marcha. Es la conciencia hecha justicia que reclama la humanidad de nuestros días. Es trabajo, es sacrificio y es amor, amor al prójimo. Es la fe popular hecha partido en torno a una causa de esperanza que faltaba en la Patriay que hoy proclama el pueblo en mil voces distintas en procura de una libertad efectiva nunca alcanzada, a pesar del dolor y del esfuerzo de este glorioso pueblo de descamisados. ¿Cómo las mujeres argentinas podrían desertar de esta causa de todos? En la lucha todos tenemos un puesto y ésta es una lucha abierta por el ser o no ser de la Argentina. Luchamos por la independencia y la soberanía de la Patria, por la dignidad de nuestros hijos y de nuestros padres, por el honor de una bandera y por la felicidad de un pueblo escarnecido y sacrificado en aras de una avaricia y un egoísmo que no han traído sino dolores y luchas estériles y destructivas. Si el pueblo fuera feliz y la Patria grande, ser peronista sería un derecho; en nuestros días, ser peronista es un deber. Por eso soy peronista. Soy peronista, entonces, por conciencia nacional, por procedencia popular, por convicción personal y por apasionada solidaridad y gratitud a mi pueblo, vivificado y actuante otra vez por el renacimiento de sus valores espirituales y la capacidad realizadora de su jefe: el general Perón”.

En ambos casos, las visiones son convergentes en la idea de justicia social como acción concreta para el prójimo dentro de una Comunidad Organizada que busca su superación en un proyecto incluyente, nacional y revolucionario. También es fuerte la idea de los sentimientos volcados en el hacer y el disfrute de los beneficios económicos obtenidos a través del trabajo, y la distribución equitativa de la riqueza, equilibrados con una fuerte base moral y espiritual. Ambos plantean una concepción integral en lo político, económico y social, conjugando valores espirituales junto a las conquistas materiales.Quizás difieren en los destinatarios y partícipes:Perón busca abarcar a toda la comunidad –dado su carácter de presidente de la Nación– buscando el equilibrio como estratega y planteando los logros económicos concretos como anclaje para todos los sectores; Evita, en cambio, apela al sectarismo político –excluyendo a los no peronistas– en la identificación justicialista, junto a la pasión revolucionaria para la defensa de los logros obtenidos. Pero, en definitiva, ambas expresiones complementan una “unidad de concepción” del Peronismo, enraizado en las fuerzas vitales del sustrato de nuestra nacionalidad, que son resignificadas por una nueva fuerza política moderna que impregna cada símbolo, cada signo, con una fuerza dotada de auténtico sentido de Pueblo.

El Peronismo necesita un proceso de resignificación, reconstrucción y replanteo para estos años, donde debe ofrecer al pueblo argentino un proyecto superador del marasmo neoliberal de Cambiemos. Se debe superar la visión conformista de la evocación romántica de los gobiernos de Perón, o de la fuerza resistente contra las dictaduras y seudo democracias de turno, que luego ampara a cualquier aventurero que desvirtúa nuestro legado en beneficio de la “gobernabilidad” y la “racionalidad” cómplice. Y también superar la imagen de que somos una cantera inagotable que provee militantes y cuadros –de una capacidad infusa para actuar y sobrevivir políticamente en la lucha electoral y la conservación de cargos– que superan cualquier circunstancia histórica, sin importar a que amo deben servir y a cuál proyecto sustentan.

Hoy el Partido Justicialista nacional está intervenido, a favor del gobierno. Es un barco a la deriva donde todos quieren subir pero nadie quiere tomaren serio el timón para llevarnos a algún rumbo compartido.La orfandad de otros navíos hace que –aunque sea a los tumbos– nos dirijamos a alguna parte de un horizonte difuso en la misma embarcación. Es poreso que vemos la necesidad de “reencontrarnos” con nuestro vocabulario y nuestro lenguaje, como primer paso del reconocimiento de nuestra identidad, que fue vaciadaintencionalmente. Por eso cantar “la” marcha debe ser un hecho liberador y no una loza para sepultar las disidencias. Las “20 verdades” deben ser revalorizadas para entender un cambio posible y no el recitado que marca el “peronómetro”.Las imágenes de Perón y Eva deben servir para motivarnos al trabajo, y no meras estampitas del lugar común “argento”.Podemos plantear mil conferencias sobre lo “nacional” y quedarnos en un grupo selecto sin jugarnos por una organización que nos trascienda, o podemos hacer “basismo” sin darnos una estrategia realista de poder: ambas respuestas son bastardas con el destino nacional, ya que como peronistas siempre “estamos para más”.

Estamos para replantear nuestro presente, teniendo en claro nuestra identidad cultural nacional y popular peronista. Así, con nuestra identidad firme, estaremos capacitados para superar al enemigo, a aquel que busca dividirnos, fraccionarnos y marcarnos esta falsa antinomia que nos enfrenta entre compañeros.

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