Socialismo Nacional no es Nacionalsocialismo

Reflexiones sobre el concepto de Socialismo Nacional Cristiano en La Hora de los Pueblos del general Perón.

 

La finalidad del presente artículo es recuperar el concepto de Socialismo Nacional Cristiano que Perón desarrolló en La Hora de los Pueblos y desmentir que esa noción sea asimilable al nacionalsocialismo alemán o al fascismo italiano.

Sobre el Peronismo y el Nazismo-Fascismo –sabiendo que entre estos movimientos también hay importantes distinciones– abundan los malentendidos. Desde la campaña presidencial de 1945-1946 hasta nuestros días han existido quienes intentaron emparentar al Movimiento Peronista con aquellas experiencias europeas. En ese sentido es paradigmática la prédica que llevó adelante contra el incipiente Peronismo el embajador de Estados Unidos, Spruille Braden, y la concomitante publicación del Blue Book on Argentina. Rápido de reflejos, Perón se distanció de la asociación anhelada por la estrategia imperial y respondió con el Libro Azul y Blanco.

Es habitual confundir el tercerismo peronista con el tercerismo nazi o fascista. Perón trató profusamente el asunto de la Tercera Posición en La Hora de los Pueblos, obra publicada en 1968. Consideraba a las experiencias de preguerra de la Italia de Mussolini y de la Alemania de Hitler como socialismos nacionales terceristas, es decir, diferenciados del Capitalismo y del Comunismo. En varias oportunidades los mencionó como los “terceros en discordia” (LHP: 32, 126, 150 y 174)[1] y reconoció su tercera posición ideológica (150), pero no era su finalidad señalarlos como ejemplos a seguir, ni mucho menos.

Su principal interés radicaba en marcar que los imperialismos –Estados Unidos y la Unión Soviética– habían dejado de lado sus diferencias ideológicas, durante la denominada Segunda Guerra Mundial, para enfrentar a ese enemigo común, a ese “tercero” (23, 32, 126, 150 y 174). Asimismo, apuntaba que la derrota de estas experiencias no había logrado detener la evolución hacia diferentes formas de socialismo nacional que aparecieron en el mundo de posguerra. La Alemania nazi y la Italia fascista habían sido sólo algunas de las tantas opciones posibles de Socialismo Nacional. El tercerismo bajo ningún punto de vista era patrimonio propio del nazismo alemán, ni del fascismo italiano –y mucho menos su inclusión en esa línea implicaba una reivindicación de estos movimientos. Que Perón no se refería exclusivamente al nazismo o al fascismo, lo confirmó él mismo (12 y 174), toda vez que ubicó en esa corriente a diversas expresiones políticas diferentes, y hasta contrarias a estas doctrinas, como la de los gobiernos democristianos de Alemania e Italia que nada tenían que ver con el nazifascismo, salvo el hecho de haber sido sus más grandes opositores internos. Es más, Perón llegó a reivindicar fuertemente al demócrata cristiano alemán Ludwig Erhard (132), quien fue ministro de Economía de Konrad Adenauer entre 1949 y 1963, y canciller federal entre 1963 y 1966, y a los sectores políticos alemanes occidentales –cristianos y marxistas (145)– que enfrentaron al nazismo. Similares conceptos vertía sobre los democristianos y marxistas de Italia que habían enfrentado al fascismo. A los que sucedieron en el poder a los nazis y a los fascistas, tanto en Alemania como en Italia, Perón los colocaba como ejemplos de socialismo nacional. Es decir, resaltar el socialismo nacional no sólo no implicaba referirse exclusivamente al nacionalsocialismo alemán o al fascismo italiano, sino que a los que combatieron al nazifascismo –y pasaron a gobernar ambos países a su caída– también los incluía dentro de las nuevas expresiones de socialismo nacional (12, 145, 158 y 174). No está de más agregar que los gobiernos de posguerra de Alemania e Italia estaban imbuidos en los mismos principios socialcristianos que inspiraron, también, al Movimiento Peronista.

A lo largo del texto, Perón incluyó gobiernos de las más variadas orientaciones en su noción de socialismo nacional: nombró a las “monarquías con gobiernos socialistas”, en una nítida referencia a los países escandinavos (12, 158 y 174). “Nórdicas monarquías socialistas”, las llama (145). También mencionó a las repúblicas europeas con estados intermedios que reunían corrientes de la democracia cristiana con marxistas y a otras composiciones similares. Entre ellas, incluía a la Francia de De Gaulle (12, 31 y 158) y a los gobiernos democristianos de Alemania e Italia (12, 145, 158 y 174), que tenían acercamientos con el Partido Socialista en ambos países. Tan amplio era el abanico de posibilidades que Perón citó al Nacional Sindicalismo español (174) y a gobiernos de extracción marxista, como la China liderada por Mao (12, 31, 126 y 154), la Cuba de Fidel Castro (31) y la Yugoslavia del Mariscal Tito (12 y 126). Además, la enumeración abarcó a las Repúblicas Socialistas Nacionales de África y Medio Oriente, en una clara alusión a las experiencias del Socialismo Nacionalista Árabe (12, 158 y 174), de vocación panárabe –unidad del mundo árabe– y partidario de un socialismo que se oponía a la lucha de clases. Fue promovido, entre otros, por el líder egipcio Gamal Abdel Nasser (31), el líder libio Muamar el Gadafi y por el Partido Baaz Árabe Socialista, victorioso en Siria e Irak durante décadas.

El Peronismo fue parte de ese movimiento mundial tercerista. De hecho, fue uno de los principales impulsores a nivel mundial de esta corriente. Pero la Tercera Posición peronista no está relacionada con las experiencias nazifascistas. Asociar al Peronismo con el nazifascismo, y hacerlo a partir de La Hora de los Pueblos, es una lectura errónea, infundada, caprichosa y antojadiza. La Tercera Posición Peronista está inspirada por la Doctrina Social de la Iglesia. De las fuentes del tercerismo católico –humanista y cristiano– ha bebido el Peronismo. Por ello, en la misma obra citada, Perón (12, 174 y 176) definía al Peronismo como un “socialismo nacional cristiano”. Encuadraba a la Revolución Justicialista dentro del proceso de movimientos socialistas nacionales, alejados de los dos imperialismos, tanto del Liberalismo Capitalista liderado por Estados Unidos, como del Comunismo Soviético comandado por la Unión Soviética, y remarcaba su condición de humanista y cristiano para diferenciarlo del socialismo marxista.

Por último, y para subrayar categóricamente la profunda distancia que existe entre el Socialismo Nacional Cristiano promovido por Perón y el Nacionalsocialismo alemán, no es en vano recordar la irreconciliable contradicción entre el Cristianismo y el Nazismo. El Papa Pío XI dedicó una encíclica (Mit brennender Sorge) a condenar –exclusivamente– los errores del nazismo y su insalvable distancia con la fe católica. El pensador católico francés Jacques Maritain calificó de “imperio pagano” al III Reich en Cristianismo y Democracia, y nuestro Arturo Sampay, en la Convención Constituyente de 1949, llamó al nazismo “la herejía más radical aparecida en Occidente” y el “más tremendo ataque contra el Cristianismo”. El general Perón infinidad de veces reivindicó la adhesión a los principios cristianos. Esa inspiración cristiana es la que diferencia –abismalmente– al Peronismo del Nazismo.

 

PD: Dicen que, durante el encuentro que mantuvieron en Berlín en febrero pasado, la actual canciller alemana consultó al presidente argentino Alberto Fernández sobre qué era el peronismo. Serviría recordar estas páginas de La Hora de los Pueblos para responder al interrogante, e indicarle a Ángela Merkel que lo más cercano al Peronismo que ha existido y existe en Alemania no ha sido el Nacionalsocialismo liderado por Hitler, sino la corriente Demócrata Cristiana a la que ella misma pertenece.

[1] Todas las citas hacen referencia a la primera edición de La Hora de los Pueblos de 1968, de Editorial Norte.

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