El patrón de poder moderno colonial

El patrón de poder moderno colonial es aquel que tiene como elementos constitutivos al capital, al eurocentrismo y a la colonialidad del poder. Aquí trataremos de sugerir ciertos diálogos entre la Filosofía de la Liberación y otras visiones filosóficas críticas.

La perspectiva decolonial es una propuesta epistémica, teórica y metodológica latinoamericana que conceptualiza las relaciones de dominación impuestas a partir de 1492, de la llamada incursión de Europa en este continente, habitado por distintos pueblos poseedores de diferentes culturas, saberes, tecnologías, lenguas, creencias, cosmogonías, economías, organizaciones políticas, etcétera. La perspectiva decolonial tiene como propósito el reconocimiento de los pueblos del sur, de los países del sur, abarcando los tres continentes sometidos a la exterioridad a partir de la implantación de la universalidad del paradigma europeo como unívoco y total, para la superación de la matriz histórica-colonial de poder y la liberación de los sujetos colonizados. Pero a su vez piensa a la subjetividad inserta en una comunidad de pertenencia, de cooperación, de convivencia, a raíz de un pasado compartido en el sentido histórico y de la necesidad de recuperar los saberes enterrados y olvidados, en un tiempo del sistema-mundo actual que Aníbal Quijano denomina “la crisis de las crisis”, y que muchos autores de distintas disciplinas –por fuera incluso de la comunidad de filósofos decoloniales o de la Filosofía de la Liberación– ven como un momento cuasi apocalíptico. O retomamos la senda del abrazo a la naturaleza, o sucumbimos como especie viviente. Con la recuperación –en un viaje hacia adentro– de los saberes que la modernidad y el sistema capitalista nos arrancaron podríamos seguir viviendo y liberarnos de la alienación que implica vivir como si uno no fuera lo que es, o mirando hacia afuera, o negarse para imitarlos, o sufriendo por el origen real poniendo el deseo en lo que no se es para ser: es decir, para no ser. No es fácil desmontar todas estas situaciones de divergentes maneras de la subjetividad social adquirida y aprendida en el seno de proyectos de dependencia acuñados durante quinientos –o doscientos– años.

El grupo del giro decolonial –o comunidad parlante decolonialista– ha mostrado particular interés por la comprensión y la investigación de todas las realidades que atraviesan a los pueblos de este continente americano, como así también por los pueblos del África y de Asia. Busca su desarrollo en la articulación con movimientos sociales latinoamericanos –indígenas, migrantes y afrodescendientes, principalmente– y con procesos como los del Foro Social de las Américas y el Foro Social Mundial. Tanto el proceso de los zapatistas en Chiapas, como el de Evo Morales en Bolivia, coinciden en la forma de organización política desde la semántica “mandar obedeciendo”. El doctor Dussel principalmente ha apoyado en su momento la democracia altamente participativa que creó el chavismo en Venezuela. Podemos sumar la interesante y benéfica reforma de la Constitución Nacional de Ecuador en 2008, bajo el gobierno de Rafael Correa, especialmente el capítulo segundo, referido a los “derechos del buen vivir”.

Siguiendo a Aníbal Quijano, el eurocentrismo no es la perspectiva cognitiva de los europeos exclusivamente, o sólo de los actores dominantes del capitalismo mundial, sino del conjunto de los educados bajo su hegemonía. No plantea que América sea el centro de la historia moderna, sino que, volviendo sobre la historia, se descubren los presupuestos ontológicos, filosóficos y económicos que posibilitaron la emergencia del sistema-mundo colonial moderno.

Se trata de la perspectiva cognitiva producida en el largo tiempo del conjunto del mundo eurocentrado del capitalismo colonial-moderno que naturaliza la experiencia de las personas en este patrón de poder y, en consecuencia, aparece como no cuestionada. Dussel expresa su confianza en su cuestionamiento, que abarca varios campos del conocimiento, como la filosofía, la ética y la teoría política, diciendo que el siglo XXI será el siglo en que la Filosofía de la Liberación y la Teoría de la Colonialidad del Poder serán la columna vertebral de la renovada crítica epistemológica al eurocentrismo. Esta confianza es compartida por Boaventura de Sousa Santos y Quijano, quien expresa que la diferencia, en este momento de la expansión del capitalismo financiero militarizado –del cual emana la desocupación “estructural” con cuerpos humanos desechables– es que esos presupuestos sobre los que se asentó la colonización del poder –y de su mano el capitalismo– no están siendo legitimados. Ese es el salto cualitativo que estaría dando la conciencia social mundial.

La forma en que se desarrollaron los hechos –que cada vez se parecen más a la “reconstrucción del crimen”– fue en varios campos al mismo tiempo: colonialidad, modernidad y capitalismo deben pensarse juntos.

Quijano señala como central el control de los cuerpos a través del racismo instaurado como concepto central –la pregunta no fue “¿son distintos?”, sino “¿son humanos?”– y de la división del trabajo, donde los pueblos despojados e invadidos de Latinoamérica fueron controlados a través del trabajo y de un despojo de sus tierras que posibilitó –junto al robo del oro– el desarrollo de la matriz del capitalismo mercantilista primero, e industrial luego. La colonialidad y el racismo van de la mano. El constructo mental llamado raza fue un recurso de clasificación social instalada desde los conquistadores hacia los conquistados. Un instrumento de dominación a tal punto eficaz que –aun no existiendo colonias formalmente– sigue habitando la cabeza de millones de seres colonizados en Amerindia. Se abrió una nueva escala ontológica. Es paradójico que, para contarse Europa a sí misma como totalidad, haya tenido que fragmentar a la humanidad en indios, negros, amarillos, blancos, mestizos.

Aníbal Quijano analiza la dominación del proyecto colonial europeo y lo hace extensivo a otros en cinco ámbitos básicos de existencia: trabajo, sexo, subjetividad-intersubjetividad, autoridad colectiva y naturaleza. La modernidad crea un universo de relaciones intersubjetivas bajo la hegemonía eurocentrada. Ese conocimiento, esa colonialidad del saber y del poder, es lo que está siendo cuestionado –y en crisis per sé– porque el fundamento político de la modernidad y del capitalismo fue apropiarse de la naturaleza y llevarla hasta el agotamiento, a ojos vista. Siguiendo a Foucault (1996): “El conocimiento fue, por lo tanto, inventado. (…) El conocimiento es siempre una cierta relación estratégica, la que definirá el efecto del conocimiento y, por esta razón, sería totalmente contradictorio imaginar un conocimiento que no fuese en su naturaleza obligatoriamente parcial, oblicuo, perspectivo”.

 

Zapatistas

Sabemos que la Revolución Mexicana no sólo no fue burguesa, sino todo lo contrario: fue una revolución antiburguesa, popular, campesina y nacionalista, en la cual tomaron parte más de 100.000 personas (Silva Herzog, 1981). No fue casual que en ese mismo período Manuel González Prada, Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui redescubrieran al indio y al Ayllu. Mariano Azuela en su novela Los de abajo, novela revolucionaria, habla de los campesinos zapatistas y de su acción revolucionaria como un hecho material que les permitió recuperar su propia identidad usurpada. “Los esclarecidos revolucionarios del norte nunca supieron qué hacer con esos campesinos vestidos de blanco que creían en Dios y la Virgen de Guadalupe, que odiaban los ferrocarriles, que se asustaban frente a las ciudades y sus luces de neón y que solo deseaban la paz de sus pueblos, en cuyos días de sol, ajenas, el vuelo de las moscas rasgaba el silencio imperturbable de los tiempos. Qué ironía: sin esa revolución de los despreciados, la otra, la gran revolución, no habría sido posible (Mirés, 1988).

 

Referencias

Foucault M (1996): La verdad y las formas jurídicas. Barcelona, Gedisa.

Silva Herzog J (1981): Cuatro juicios sobre la Revolución mexicana. México, FCE.

Mirés F (1988): México, un carrusel de rebeliones. México, Siglo XXI.

 

Mercedes Centena es socióloga (UNLP) y estudió en la Diplomatura en Filosofía de la Liberación (UNJu) dirigida por Enrique Dussel. Publicó los libros Digo papagayos, Dirck Henry Kloosterman, Filosofía y megaminería y Aconteceres en el Valle de Conlara.

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