Bolivia: ¿hacia un desempate latinoamericano? En memoria de Orlando Gutiérrez

El triunfo contundente del Movimiento al Socialismo-Instrumento para la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP) en Bolivia tiene un significado enorme para América Latina y para la lucha popular por la igualdad y la democracia.

Bolivia ha tenido, sobre todo desde el proceso que llevó a Evo Morales al poder, una capacidad simbólica para cuestionar toda la política latinoamericana. El hecho de tratarse no solamente de una búsqueda de un cambio en la igualdad económica, sino también de la descolonización de lo político en el continente, enriquece el contenido de la lucha popular enfrentando al imperialismo, histórico y actual.

La repercusión para nuestra región latinoamericana es muy grande ya, y tiene proyecciones para serlo aún más. Se trata, por un lado, de la primera vez que logra revertirse uno de los llamados “golpes blandos”, realizados en todos los casos entre los sectores oligárquicos y el poder imperialista estadounidense. Con inmensa claridad, esta superación, hecha desde el llano, fue lograda por la enorme capacidad de organización popular que tiene el pueblo boliviano. Hasta ahora, los casos de los golpes en Honduras, Paraguay y Brasil no han podido ser revertidos. Este cuarto golpe antidemocrático lo fue, en un tiempo y con una contundencia que podríamos llamar sorprendente. Por otro lado, la “ola de la derecha” latinoamericana no logra consolidarse, y el escenario latinoamericano está más bien en un empate político donde las posibilidades abiertas son muchas. Además, posiblemente, el hecho de que dos “grandes” latinoamericanos como México y Argentina han contradicho aquel rumbo, sumado al enorme potencial simbólico que tiene Bolivia con su particular proceso tanto en lo político, en lo económico y en lo cultural, pueden ir inclinando la balanza hacia un desempate regional nuevamente a favor de las fuerzas populares.

Es importante ver también la lista de derrotados. Las dos versiones más evidentes de intento de liderazgo político en Bolivia integran evidentemente esta lista. Tanto Mesa como Camacho representan a la derecha. Una, más armonizable con el estilo procapitalista disfrazado de moderación, y otra con el salvajismo empresarial –hipercapitalista también– de tipo bolsonarista. Así, la oposición al MAS queda sin referentes claros, por lo menos a nivel nacional. El poder estadounidense intentará construirlos, como lo intentó con Guaidó en Venezuela, pero no siempre tiene éxito, como lo muestra evidentemente ese mismo caso. También han sido derrotados los intelectuales que, en nombre de supuestas posiciones de izquierda, o de supuestos feminismos, colocaron su ego por encima de su responsabilidad política en los momentos más duros que costaron mucha sangre y sufrimiento al pueblo boliviano. Pero el gran derrotado es la política imperialista yanqui, con sus sirvientes en el momento del golpe, particularmente provenientes de la política brasilera y argentina, pero también con funcionarios como el secretario general de la –hoy más que nunca– desacreditada OEA, que financiaron y maniobraron en pos de este ataque sangriento a la democracia en Bolivia.

Una vez más, Bolivia se coloca, a pesar de su tamaño poblacional y económico, en un lugar de liderazgo en la región. Liderazgo que, como dijimos, está basado en la enorme capacidad organizativa de lucha de su pueblo, pero también en la madurez de sus dirigentes. El desafío es no permitir que se quiebre este camino, pues todas las fuerzas oligárquicas e imperialistas estarán empeñadas en ese trabajo.

Justamente en ese sentido queremos dedicar este humilde aporte, a la memoria del compañero Orlando Gutiérrez, secretario ejecutivo de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB). Tuvimos el honor y la alegría de compartir con él un encuentro en línea en el mes de julio, cuando era uno de los que encabezaban la lucha para que se realicen las elecciones y para que el Movimiento al Socialismo no fuera impedido de participar. Ese encuentro fue difundido por la radio en línea Juntas Vecinales de La Banda, Santiago del Estero, y emitido por Facebook por la agrupación La Renovadora. Luego del histórico triunfo fue atacado y brutalmente golpeado por una patota de las fuerzas de oposición al MAS –según informó la propia Federación Sindical– y falleció días después, el 28 de octubre, cuando estaba internado en La Paz.

 

Lo que está en disputa en Bolivia

Especialmente desde el proceso que llevó al triunfo del Movimiento al Socialismo en Bolivia, liderado por Evo Morales, Bolivia ha sido para toda América Latina –y también para muchos lugares del mundo político– algo parecido a un laboratorio de búsquedas alternativas de una política popular y descolonizadora. El proceso del MAS logró instaurar en Bolivia dos hechos añorados por su ausencia en su historia reciente: la estabilidad política y la consecución de resultados económicos sorprendentes. Es un proceso –como todo proceso político– que contiene contradicciones y ambigüedades, pero la calidad y profundidad del debate que logró instaurar es de lo más valioso que tenemos en la región.

El golpe imperialista y racista que sufrió el país en octubre de 2019 y el proceso posterior del gobierno golpista evidenciaron también problemáticas que atraviesan tanto a las derechas como a los sectores políticos del campo popular, que no solo sirven para pensar el proceso boliviano, sino todo el proceso regional. Nuevamente, es en Bolivia donde se ven con más claridad las contradicciones claves presentes que hay que enfrentar.

Un primer elemento es lo que podemos llamar el carácter mercantilista de la movilidad social lograda. Esto pasó en todos los gobiernos populares de la región. Los logros de movilidad social que se presentaron muchas veces bajo la palabra “inclusión”, que contenía el supuesto de un pase de la pobreza a la clase media, no pudieron ser armonizados con un crecimiento paralelo de la conciencia política de la población beneficiada, y significaron, en muchos casos, un proceso de “desclasamiento”, como lo señalaba García Linera luego de la consulta que el MAS pierde en Bolivia en 2016. Así, esta movilidad social promovida por la izquierda en los gobiernos fue aprovechada políticamente en su contra por las derechas, que se presentaron como el verdadero voto de “clase media”. Quien –supuestamente– había dejado de ser pobre, dejaba de votar “como pobre” para votar “como clase media”, y eso se vio en casi todos los procesos electorales que dieron triunfos de las derechas o las acercaron a esa posibilidad. Entendemos que esto está dado porque el proceso de movilidad social mantuvo una dinámica casi totalmente mercantilizada: se incorporó una parte de la población al “mercado de trabajo” en condiciones laborales precarias y, a la vez, se fomentó el acceso al consumo de mercado. Incluso, esta capacidad de consumo se basó, en muchas ocasiones, más en la capacidad de acceder al crédito que al mejoramiento de los niveles salariales, hecho que en muchos casos agravó la situación de estas personas cuando quedaron sin trabajo en los reflujos neoliberales, porque además de sin trabajo se encontraron endeudados. Ambos fenómenos, que tienen elementos positivos, sin duda, nunca dejaron de tener elementos de mercantilización social y de la propia subjetividad.

Otro elemento notable en el caso boliviano y, a la vez, vigente en toda América Latina –con la relativa excepción del caso venezolano– es la perdurabilidad de la casi absoluta predominancia de la Doctrina de Seguridad Nacional en las Fuerzas Armadas y en las fuerzas de seguridad interna –policías. Este elemento se evidenció en dos actitudes claves para el éxito del golpe en Bolivia: la de la Policía Nacional negándose a contener los atropellos de las fuerzas golpistas, y en la del Comando de las Fuerzas Armadas, recomendando la renuncia de Evo como “solución”. Tanto el jefe policial como el de las Fuerzas Armadas fueron alumnos de la Escuela de las Américas y crearon lazos con las fuerzas militares y policiales yanquis.

Otro aspecto es la transformación de la conformación y de la orientación de la vida religiosa en el continente. Entendemos que, bajo la llamada Teología de la Prosperidad, se ha venido dando una mercantilización de la vida religiosa. Esto es un fenómeno notable en lo que se denomina como “evangélicos”. Pero también está presente, con otras características, en el catolicismo y en iglesias históricas protestantes. El fenómeno, que tiene como centro el neopentecostalismo, fue claramente impulsado política y económicamente desde el poder estadounidense, sobre todo en las décadas de los 70 y 80 a partir de la llamada Conferencia de Santa Fe. Su objetivo mayor era neutralizar al Cristianismo de la Liberación que había ganado fuerza principalmente en las comunidades católicas, pero también en muchas protestantes.

Un elemento crucial, y muchas veces señalado, es de la vigencia del modelo extractivista y las dificultades para superarlo. Llamado como neoextractivismo en los gobiernos populares, porque parte de su renta se orientó hacia la distribución social y, en algunos casos, a cierto estímulo a procesos de industrialización, colocó a estos gobiernos en la contradicción de afectar seriamente a comunidades campesinas e indígenas y de implementar procesos de destrucción ecológica de espacios sumamente valorados.

Este aspecto tiene que ver también con las características del empresariado latinoamericano, principalmente de ese sector –de dudosa existencia– llamado “burguesías nacionales”. Supuestamente, los gobiernos populares, al favorecer el crecimiento del mercado interno, daban una oportunidad de crecimiento para la industria, el comercio y los servicios dedicados a ofertar en este mercado, y esto redituaría en que este tipo de empresariado apoyaría este modelo y a sus protagonistas. Como ya pasó en la historia latinoamericana repetidas veces, la gran mayoría de estos empresarios beneficiados por los gobiernos populares, cuando tuvieron la oportunidad de colocar trabas y colaborar con la caída de estos gobiernos, lo hicieron con total dedicación y descaro.

El último aspecto que quisiéramos destacar es la “renovación” de la presencia imperialista estadounidense en nuestra región. Un componente relativamente novedoso de esta presencia es el crecimiento de la disputa con China por la hegemonía mundial y, consecuentemente, por la hegemonía en el “patio trasero” de Estados Unidos. El estilo confrontativo que asumió el gobierno de Donald Trump la hizo evidente, aunque más en las formas que en el fondo. Como sabemos ya por experiencia, la política imperialista estadounidense no depende esencialmente de quién esté en el gobierno, sino del establishment económico-militar que conduce la política estadounidense, tanto a nivel interno como en la política externa. Por esto, la elección de Joe Biden como presidente no implicaría un cambio importante en este sentido, salvo en algunas formas de expresar esta política.

Todos estos elementos tienden a estar presentes en cualquier escenario prospectivo de la región y condicionan las políticas de derecha y de izquierda, ahora y, posiblemente, por un buen tiempo.

 

Posibilidades y perspectivas del triunfo del MAS

Como afirmamos arriba, el triunfo del MAS en las elecciones bolivianas tiene un simbolismo muy fuerte, tanto para Bolivia como para toda América Latina, sustentado en la demostrada capacidad de organización popular y en la madurez de sus dirigentes en una hora crucial para el país y la región. Justamente, la capacidad y la madurez se expresan en la superación de obstáculos poderosos. Los que fueron superados en Bolivia lo son: uno fue el control internacional de la elección, y otro el aparato comunicacional que acompañó fuertemente a la derecha. Ambos fueron instrumentos muy importantes para el golpe y aspiraban a serlo para su eventual consolidación, si alguna de las versiones procapitalistas y proimperialistas triunfaba.

La contundente derrota del proyecto golpista ya está trayendo –y posiblemente traiga más en profundidad todavía– una crisis de organización de esas fuerzas políticas opositoras al MAS. Incluso pudo verse que ese proceso de corrosión se anticipó a la fecha de las elecciones, ante la paulatina evidencia de la fuerza organizativa en torno a la candidatura Arce-Choquehuanca. Ya no existe una alternativa que abarque a todo el país. El desgaste de las figuras que aspiraban a ser sus referentes –Mesa, Quiroga, Doria Medina– no tiene recuperación, por lo menos inmediata. Existe sí, una relativamente consolidada oposición que retomó cierta fuerza en Santa Cruz, bajo la figura de Camacho. Pero su expectativa de crecimiento no se cumplió en la medida que esperaba. Sobre todo, porque su proyección a nivel nacional fue muy pobre.

Es hora entonces, para el MAS, de un proactivismo por la construcción de hegemonía ante este “nocaut” de la derecha. Esto posiblemente comenzó en la lucha por la eliminación de los dos tercios en el mecanismo decisional de la Asamblea Legislativa. En este sentido, la dimensión simbólica debe seguir siendo trabajada. Uno de los hechos que tuvo “gran simbolismo”[1] fue la elección como senadora de Patricia Arce, la alcadesa de Vinto que había sido humillada en un acto de violencia racista y machista por parte de los partidarios del golpe.

Es importante también la conservación y el crecimiento de la cohesión en el MAS. Sin duda que uno de los puntos de ataque del imperialismo y sus cómplices de derecha va a ser la creación de controversias dentro del instrumento político triunfante. Controversias que se hacen más posibles cuando hay que repartir el poder. Una de las claves del desafío pasa por fortalecer la organicidad del instrumento político. En ese proceso, la ampliación de la referencialidad de liderazgo es un elemento clave que ya comenzó a realizarse en el proceso previo a estas elecciones. Esa referencialidad –ligada tradicionalmente a Evo y García Linera– va a ampliarse necesariamente a Arce y Choquehuanca, por lo menos. Aunque otras figuras pueden también ser fortalecidas. Eva Copa, por ejemplo.

Otro elemento importante va a ser la política externa, y especialmente el aporte a la integración latinoamericana y caribeña. El hecho de contar con Choquehuanca en el primer nivel decisorio es importante. Su larga experiencia en la cancillería le da amplitud y profundidad en la visión de la relación de Bolivia con el mundo y con la región, y le brinda el conocimiento de estrategias y de personalidades claves en el ámbito de las relaciones internacionales. El original aporte a la política mundial que representa Bolivia se ve ahora reforzado en su prestigio por la contundente recuperación de ese camino, enfrentando poderes imperialistas políticos y económicos. Entre las políticas más delicadas a implementar está la que se realice en relación al litio, tema que ha sido clave en la organización del golpe. En América Latina, la relación de Bolivia con México y Argentina, que fue fundamental en el momento del golpe para evitar una tragedia mayor todavía a la ocurrida, puede ser el eje de reconstrucción de un proceso latinoamericano de unión y de autonomía.

 

Consideraciones finales

El pueblo boliviano le ha regalado a América Latina un mayúsculo ejemplo de organización popular y de madurez política. También ha regalado la esperanza de una retomada del camino de unión de nuestros pueblos. El costo humano ha sido muy alto: Sacaba, Senkata, Orlando Gutiérrez. Las vidas que cobró el imperialismo y la prepotencia capitalista marcan, como pasó en tiempos de Sánchez de Lozada, un “punto de bifurcación” –como diría García Linera– para el país y quizás también para toda la región.

 

[1] Aharonian A: “Bolivia: Sin Evo y con un pueblo en resistencia, el MAS vuelve al poder de la mano de Lucho Arce”. Nodal, 21 de octubre de 2020.

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