Perón y el día del montonero

Ante el festejo o conmemoración del día del “militante montonero”, en especial para que los más jóvenes conozcan otra versión, recordamos algunos dramáticos pasajes de la relación de Juan Perón con muchos de los firmantes de esa solicitada. Aclaro que fui parte de esa generación politizada que empezó a militar a mediados de los sesenta. Aparte de mi conocimiento directo por la participación en la Juventud Peronista de entonces, he indagado en documentos, testimonios, etcétera, que plasmé en dos libros sobre el peronismo. Sólo traigo algunas precisiones basadas en la palabra de Perón a Montoneros.

 

No a la guerrilla

Lanusse entre 1970 y 1973, con su demora suicida en dar elecciones, fue el culpable del crecimiento de las organizaciones armadas. No Perón, como sostienen desde la derecha contumaz hasta militantes de izquierda. Larraquy, en Fuimos soldados, sostiene la tesis –aceptada por los exmontoneros– de que Perón poco menos que los traicionó. Ante la tozudez de la dictadura militar que preparaba otra trampa –al final lo proscribieron, ¡una vez más!, para ser candidato– Perón explica que tiene la posibilidad de elegir entre tres acciones para obligar al gobierno a dar elecciones: a) una es la guerra revolucionaria –la guerrilla– que jaquea al poder, pero es incapaz de la toma del poder; b) otra es una insurrección que parece proliferar en el Ejército, con los generales que ofrecen a Perón un golpe contra Lanusse; c) y la otra es la línea pacífica de la normalización institucional.

“No admitimos la guerrilla, porque yo conozco perfectamente el origen de esa guerrilla. La insurrección militar que se pretende realizar no ofrece al pueblo las garantías necesarias. Porque esta es una dictadura, pero lo que los militares quieren después de una insurrección es hacer otra dictadura. Quizá el mejor camino fuera la normalización institucional. ¿Por qué? Es la que se puede alcanzar en menos tiempo. Ahora, tiene un inconveniente: la mala intención. E indudablemente se pretende hacer una trampa, como nos han venido haciendo en los dieciséis años de guerra que llevamos, porque piensen que estos son dieciséis años de guerra. Este enemigo se siente vencido y comienza a retirarse” (Actualización política y doctrinaria para la toma del poder, transcripción del testimonio fílmico realizado por el grupo “Cine Liberación”, Madrid, junio, julio y octubre de 1971).

 

No al socialismo nacional y al copamiento del peronismo

Jamás aceptó Perón, como intentan sostener aún hoy exdirigentes montoneros, ni el copamiento del peronismo, ni al menjunje ideológico que llamaban el Socialismo Nacional.

“Tenemos una revolución que realizar, pero para que ella sea válida, ha de ser de reconstrucción pacífica y sin que cueste la vida de un solo argentino. (…) No hay nuevos rótulos que califiquen a nuestra doctrina ni a nuestra ideología. Somos lo que las veinte verdades peronistas dicen. (…) Los que ingenuamente piensan que pueden copar nuestro Movimiento o tomar el poder que el Pueblo ha conquistado, se equivocan” (Perón, Mensaje al pueblo argentino, 21 de junio de 1973).

 

¡La lucha activa ha terminado, ahora a gobernar!

Esto es lo más importante y para los que siguen diciendo –de izquierda y de derecha– que Perón alentaba a la lucha armada. Todo lo contrario, una vez obtenido el gobierno, había que dejar las armas y dedicarse a gobernar. Incluso le dio a Montoneros infinidad de lugares en el gobierno para que dejaran las armas y aprendieran a gobernar –ninguno de nosotros tenía experiencia de gobierno–: gobernadores, diputados, senadores, etcétera.

“Dentro de estas consideraciones, no puedo eludir tratar lo concerniente a la juventud, que representa el futuro de la patria por el cual estamos luchando hace ya tantos años… Para que todo ello pueda ser realizado racionalmente y con provecho cierto, es preciso también que la juventud se persuada de que la lucha activa ha terminado y que comienza otra lucha no menos importante por la Reconstrucción y la Liberación de la Patria, en la que hay que llegar a la unidad nacional cohesionada con una solidaridad de todos los argentinos que sea garantía de una paz indispensable para la Reconstrucción” (Perón, Discurso pronunciado por radio y televisión, 21 de setiembre de 1973).

El jefe de la “soberbia armada” –al decir de Giussani– respondió al ruego de Perón de que dejaran las armas. El 8 de septiembre de 1973, pocos días después de las elecciones que consagraran a Perón como presidente de los argentinos con el 62% –7.360.000 argentinos que queríamos una revolución en paz, versus unos miles de combatientes– de los votos, luego de una reunión de Perón con distintos grupos de la Juventud Peronista, los periodistas le preguntaron a Firmenich si abandonarían las armas: “De ninguna manera, el poder político brota de la boca de un fusil”, contestó.

Lo mismo reconoce otro exmontonero, José Amorin, en Montoneros, la buena historia: “lo cierto es que en 1973 muy pocos compañeros estaban preparados para pensar un futuro político desde un lugar que no fuera el de la movilización popular, en su caso, el que no surge de la boca de un fusil”.

Conclusión: no hay posibilidad de seguir adelante en la imprescindible reconstrucción del país devastado, saqueado, desmoralizado, si no hay una verdad histórica o al menos una discusión –que necesariamente será dolorosa por tanta muerte– seria y desapasionada de lo que pasó.

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