Notas sobre la prensa de la(s) resistencia(s): Política y políticos

Como hemos visto, tras el golpe de Estado del 16 de septiembre, continúan circulando El Líder y De Frente. Cuando el primero es intervenido junto con la CGT, salen a la palestra El 45, orientado por Jauretche, y Federalista, dirigido por José A. Güemes, desprendimientos de El Líder, cuando este medio es intervenido junto con la CGT. Norte aparece hasta que es clausurado y detenido su director, mientras Palabra Argentina hace su primer intento por salir y permanecer en los puestos de venta. Asimismo, aparece Lucha Obrera, dirigido por Esteban Rey, sosteniendo las posiciones de la “izquierda nacional”. Junto con estas expresiones del periodismo de la primera “resistencia” existen manifestaciones más artesanales y espontáneas. Aparecen El Grasita, hoja orientada por Enrique Oliva, que expresa la voz de los Comandos Coronel Perón. Otra publicación de época es El Descamisado, de accidentada vida y que, por imperio de la detención de su animador, la censura y las circunstancias políticas, fue rebautizado con el título de El Proletario para continuar con su prédica (Pulfer y Melon Pirro, 2018a, 2018b, 2018c, 2018d, 2018e, 2019a, 2019b, 2019c, 2019d).

En estos emprendimientos rudimentarios, de corta vida, que buscan dar voz a sectores militantes o agrupamientos sindicales, aparecen figuras de segundo o tercera línea con actuación previa.[1] Nos referimos a un saber que los habilita para la organización de una hoja, un semanario o simplemente panfletos para agitar el ambiente próximo. El trabajo en el ámbito periodístico o académico, la dirección de revistas, la militancia en organizaciones políticas que hacen culto del medio escrito se constituyen, entonces, en marcas o experiencias que se activan en las circunstancias complejas que deben afrontar ante la creciente animadversión que toman hacia sus espacios y representaciones los elencos que se suceden en el mando de la denominada “Revolución Libertadora” (Melon Pirro, 2018).

La importancia de esta prensa puede ponderarse y entenderse si tenemos en cuenta que la gráfica era, además, el único espacio en que, con las dificultades del caso, podían aparecer informaciones e interpelaciones alternativas. Ni la radio, cuyos espacios pertenecían al Estado que las concesionaba, ni mucho menos aun la incipiente televisión, eran en este sentido permeables, y no existía tradición, además, de programas de discusión política (Carman, 2014).

En este marco interesa recuperar una publicación que irrumpe en tiempos de la “Revolución Libertadora” desde posiciones nacionalistas y tras el naufragio lonardista se constituye en opositora al régimen militar, asimilada por otros espacios de la prensa resistente del peronismo como parte de sí. Se trata del semanario Política y políticos, animado por José Luis Torres. De efímera existencia –ocho números–, esta publicación será un antecedente de otras de esa orientación político ideológica, como Azul y Blanco y Revolución Nacional. Esto es: así como el peronismo había conseguido apoyo y simpatías de los compañeros de ruta de la “izquierda nacional”, ahora concitaba cierto apoyo, no exento de cálculos, de sectores que lo habían combatido duramente en las postrimerías de su gobierno por dos problemáticas conflictivas para esa sensibilidad: la cuestión de la Iglesia y las negociaciones por los contratos petroleros.

Para comprender mejor la naturaleza del medio bajo análisis, en lo que sigue haremos un recorrido por la trayectoria y el perfil del animador exclusivo de la publicación, José Luis Torres, mostrando su vínculo con el mundo previo, tanto de la política como del periodismo.

 

Trayectoria de Torres

Reconstruir su trayectoria vital, sus campañas, su pensamiento y el tratamiento que ha tenido en la historiografía ha sido un desafío intelectual interesante, dado que partíamos de elementos fragmentarios. Las referencias en la bibliografía a sus intervenciones son episódicas. De manera general se vinculan a los momentos más importantes de lo que se considera su actuación pública –esencialmente el gobierno de Ortiz-Castillo–, quedando opacadas las que corresponden al tiempo del gobierno militar de 1943 y que se prolongan hasta agosto de 1946, cuando se discuten en el Congreso las Actas de Chapultepec y la Carta de las Naciones Unidas. Tibias son las referencias al entusiasmo de Torres con el peronismo en torno a los años 1949 y 1950 y su defensa hacia fines de 1953 (Pulfer, 2016). Se lo ha reducido, progresivamente, a la cita común y obligada referida a la denominación del período que se abre con el Golpe Militar de Uriburu en los años treinta, asociándoselo machaconamente con la categoría que se le atribuye y que será título de uno de sus más sonados libros: La década infame.[2]

Este recorrido nos fue llevando a otra constatación: su notoria actuación pública en determinados momentos de la historia argentina (fundamentalmente en los años 1940-1942) ha bloqueado otros procesos en los que Torres intervino en primera persona y que, aún, no han sido debidamente trabajados, profundizados y analizados. Nos referimos, sobre todo, al lugar de Torres en la conformación ideológica y la práctica del grupo militar que toma el gobierno en el golpe militar del año 1943. No es que no existan referencias a su relación con miembros del GOU o al uso de su material en la logia. Lo que afirmamos es que no ha sido reconstruido en el detalle que se merece en el proceso previo y el abierto con el movimiento militar del 4 de junio.

Otro aspecto a trabajar con mayor detenimiento es el que se refiere a la influencia de los motivos de Torres en la configuración ideológica del propio Perón. Con raras excepciones (Chávez, 1986; Buela, 2010), en los trabajos existentes[3] Torres aparece como “fuente” de ese pensamiento. La caracterización de Torres como un “francotirador” de escasa figuración e incidencia prima en las referencias. Menos trabajadas aún resultan sus intervenciones en el proceso electoral del año 1946, su campaña en relación a la aprobación parlamentaria del Acta de Chapultepec, su participación en la Unión Revolucionaria, las relaciones con otros intelectuales a finales de los años cuarenta y el significado del “Centro Antiperduélico Argentino” en los años posteriores.

Si bien podemos fechar el final de su carrera, no se conocen los motivos precisos por los cuales abandona el ejercicio periodístico cuando tenía 55 años. El aislamiento voluntario de los últimos diez años de su vida resulta, en cierto modo, enigmáticos.

Somos conscientes de los vacíos y cuestiones que aún quedan por abordar en el trabajo, y en tal sentido señalamos la provisoriedad de las notas que estamos presentando. En ese marco y sentido constituye un trabajo abierto, que debemos seguir completando y para el cual esperamos recibir aportes testimoniales y documentales que ayuden a reconstruir momentos de su trayectoria que aún permanecen sin cubrir.

Para el inicio de este trabajo contamos con una breve biografía (Buela, 2010), dos trabajos sobre su pensamiento inicial (Bravo de Salim y Campi,1986; Rubinelli, 2005) y un sintético trabajo de contextualización de su producción (Jara, sf). Cabe señalar que entre las recuperaciones recientes ha sido considerado uno de los “malditos” de la historia nacional en la categoría de “Defensores del patrimonio nacional” (Galasso, 2005).

Podemos conjeturar que sus obras han tenido mejor suerte que su recuperación biográfica o los trabajos sobre su pensamiento. Son citadas profusamente en la reconstrucción de la restauración conservadora en autores como Ramos (1957), Puiggrós (1956), Ciria (1964) y Halperin Donghi (2004, 2003), constituyéndose en material histórico, como el mismo Torres señaló en alguna oportunidad. Por otra parte, sus obras han tenido reedición en dos oleadas que no podemos dejar de ligar a los contextos socio políticos de origen: a) en los primeros setenta, al calor del retorno del peronismo en las que se reimprimieron los títulos centrales de denuncia: Algunas maneras de vender la patria, Los perduellis, La Década Infame y La oligarquía maléfica en una serie que llevaba la leyenda: Apuntes históricos para el estudio del presente político (Torres, 1973a, 1973b, 1973c, 1973d); y b) en tiempos del Bicentenario patrio, en el marco de una amplia y generosa iniciativa de recuperación de autores argentinos como Alberdi, Avellaneda, Sierra, Hernández Arregui, etcétera, se publican las Obras Selectas de José Luis Torres: La oligarquía maléfica, Los perduellis, La década infame, La patria y su destino, Nos acechan desde Bolivia. Esta reedición lleva un nuevo prólogo de quien se reclama seguidor y discípulo suyo.

Sin embargo, es de hacer notar que algunas obras (por ejemplo Seis años después, en la que define su posicionamiento en relación al peronismo gobernante) no tuvieron reedición.

José L. Torres no cuenta, a diferencia de otras figuras que tuvieron aproximaciones diversas al peronismo clásico,[4] con una biografía orgánica,[5] sin que se trate de una excepción.[6] Entre los motivos que podemos inferir para explicar esta ausencia encontramos: su método de trabajo individual y su personalidad, que lo llevan, por momentos, al aislamiento; el privilegio de las relaciones de tipo horizontal con hombres de su generación, más que la transmisión a nuevas camadas organizando un discipulado; su distancia de espacios institucionales académicos o gremiales que preservaran su memoria; la ausencia de una editorial o un periódico al que estuviese ligado orgánicamente; las fracturas propias del campo político e intelectual argentino; y la ausencia de un repositorio documental personal-familiar. La afirmación acerca de la continuidad de su legado puede matizarse en el ámbito periodístico si tomamos los modelos de “denuncia” que se continúan en Alejandro Olmos,[7] Rodolfo Walsh[8] y García Lupo (Furman, 2014: 13).

Pasemos a reconstruir su trayectoria personal, los rasgos centrales de sus intervenciones públicas y las líneas nodales de su pensamiento.

 

Primeros años en el Noroeste

Torres nació en la ciudad de Tucumán el 21 de enero de 1901. Su mamá era tucumana, Elvira Barrosa, de 14 años. De condición humilde, trabajaba de cocinera. Su padre era Domingo Torres, ingeniero recibido en Alemania. Al ser hijo natural fue anotado como José Luis Barrosa y recién reconocido formalmente por su padre en 1932 (Buela, 2010). Estudia hasta el cuarto grado de la primaria. Deja la escuela por un conflicto con su padre (Bravo de Salim y Campi, 1986). Participa en una huelga azucarera y va a la cárcel a los 17 años. La primera influencia ideológica le viene del anarquismo. Toma contacto con una sociedad desigual, desgarrada por violentos conflictos. Aprende en la acción y no habiendo realizado estudios sistemáticos. Su autodidactismo se completa con una dura experiencia de vida. Comienza a trabajar para el periódico tucumano El Orden. A los 18 años realiza su primera campaña periodística contra los propietarios azucareros. Se vincula al incipiente campo intelectual tucumano, ligándose al poeta Luis Eulogio Castro, quien se suicida en 1923. Publica Almas enfermas, en el Número 6 de La novela del Norte, en 1921, dedicado a Castro. La huelga azucarera de 1923, dirigida por la FORA local, lo encuentra militando activamente en esas filas. A fines de ese año se desplaza a Jujuy y trabaja en el periodismo. En 1924 recopila y prologa la obra póstuma de Luis Eulogio Castro, Angustias. Contrae enlace con una mujer del lugar, Margarita Herrera, con quien tiene dos hijos. El primero será Domingo, quien lleva el nombre de su padre. Recorre el noroeste argentino. Escribe en El Heraldo, entre 1925 y 1926, denunciando a los dueños de los ingenios azucareros y criticando al gobierno de la provincia. En octubre de 1925, Torres pronuncia una conferencia en la Asamblea del Partido Socialista celebrada en el Teatro Mitre. En el año 1927, estando la familia afincada nuevamente en Tucumán, nace su segunda hija, María Inés. Enviuda pronto.

Junto con el reconocimiento y rechazo de la explotación y la injusticia, aparece otro elemento en el análisis de Torres: la presencia del capital extranjero y su influencia política en la zona. Se consolida como periodista y su figura comienza a adquirir dimensión propia, y así lo vemos en el año 1928 en una gira por Jujuy y Salta junto con Juan B. Justo. Constata que nada ha cambiado desde sus visitas realizadas años antes. También comparte recorridas con Alfredo Palacios, con quien traba amistad duradera. Del mismo modo integra la comitiva que viaja con el general Enrique Mosconi al campamento petrolero Vespucio, sobre el que escribe un informe (Torres, 1928) donde denuncia la penetración extranjera y remarca la potencial función industrial del Ejército. En esa visita comprueba el enorme poder de la Standard Oil y la cercanía con Mosconi lo acerca al nacionalismo económico vinculado al pensamiento militar de entonces.[9] Otra fuente para el conocimiento de la realidad local es la que le brinda su entorno familiar, ya que su padre, que había estudiado en el Politécnico de Berlín, estuvo vinculado siempre a la industria.[10]

 

En Tucumán a inicios de la restauración conservadora

La “dictadura de las chimeneas” de los grupos propietarios consigue leyes nacionales de protección para el comercio del azúcar, solventadas por un impuesto indirecto, pretextando la finalidad social del empleo (Torres, 1953: 47). Ramón S. Castillo fue el interventor de la provincia de Tucumán tras el golpe del 6 de septiembre. Integra la intervención Enrique Loncán.[11] En 1932 realiza su única experiencia en funciones oficiales. El gobernador Juan Luis Nougués, con quien traba relación como periodista de El Orden, llega al poder aprovechando el abstencionismo radical (Torres, 1943: 66) y lo lleva como ministro de Gobierno. En la foto del gabinete provincial Torres está a la derecha de Nougués (de blanco en el centro).

Se enfrenta con el sector propietario por la generación de impuestos. Desde su cargo enfrenta a la Compañía Hidroeléctrica de Tucumán, de capitales ingleses y concesionaria de los servicios eléctricos. Otro punto que se agrega en esa situación y que queda en su recuerdo es el de la quiebra del ingenio “Santa Ana” (Torres, 1945: 108). Se produce la intervención federal de Justo.[12] Esta experiencia le abre una lectura de otra escala sobre las problemáticas sociales, el comportamiento de los grupos elitistas y la vida política.

 

El ejercicio periodístico en la década del treinta

Llega a la capital como periodista, con su fallido paso por el gobierno, antecedentes en el anarquismo, vinculaciones con referentes del Partido Socialista y una posición tomada a favor del nacionalismo económico. Se relaciona con algunas figuras del mundo de la política y el campo intelectual que tendrán significativa importancia para su trayectoria. Consolida su amistad con el senador por Jujuy, Benjamín Villafañe, a quien ya conocía de su primera estadía en el norte del país y a quien había combatido duramente. Frecuenta a Alfredo Palacios. Traba amistad estrecha con el radical yrigoyenista Diego Luis Molinari. Conoce al nacionalista popular Raúl Scalabrini Ortiz y trata al nacionalista republicano Ernesto Palacio. Se relaciona de manera estrecha con el general Juan Bautista Molina.

En 1936 trabaja en la revista Ahora, permaneciendo en ese espacio hasta 1943. Realiza notas y en ocasiones elabora la línea editorial. Sigue su campaña contra la oligarquía azucarera durante 1938 (Torres, Ahora, 22-11-1938, citado por Bravo de Salim y Campi, 1986: 12) y a fines de ese año realiza otra campaña con Molinari criticando los intentos de instalar una base norteamericana en el Río de la Plata (Torres, Ahora, 10, 12 y 17 de diciembre de 1938, citado por Bravo de Salim y Campi, 1986: 13).

Por ese tiempo se perfila en las notas y sus actitudes como pensador nacionalista, dirigista, estatista. Se diferencia del nacionalismo doctrinario de reminiscencias uriburistas, antiestatista y defensor del “productor pecuario agobiado con gravámenes”.[13] Se acerca a ciertos planteos forjistas (Jauretche, 1961) a través de los Cuadernos (FORJA, 2015). Tiene convergencias con posiciones industrialistas y dirigistas del pensamiento militar (Yelpo, 1987). Para el año 1939, ya desatada la guerra, podemos ver una serie de notas en las que fija posición sosteniendo el neutralismo que lo distingue de los nacionalistas simpatizantes del Eje y lo acerca a la posición sostenida por Scalabrini Ortiz en el diario Reconquista. Por ese tiempo le acercan las denuncias por la conversión de la deuda pública. Intenta hacerlas avanzar en el Congreso. No lo logra. Alfredo Palacios se excusa: si toma estos asuntos tendría que dejar la Presidencia de la Universidad Nacional de La Plata. “Más tarde se me ofrecieron ventajas económicas considerables para guardar silencio sobre los mismos asuntos” (Torres, 1945: 38-55).

En cuanto a su vida privada, el hecho más significativo por esa época es su enlace en el año 1940 con María Brígida Sal, de quien tendrá una hija, Julia, que nacerá en 1942.  Las condiciones de la vida política y el agobio moral, con sus notas de corrupción, lo indignan y activan su perspectiva denuncialista. En 1940 denuncia el negociado de las Tierras del Palomar, a través del senador Villafañe. Hay autores que atribuyen la jugada a Manuel J. Fresco, por venganza con Ortiz.[14]

Para el 24 de mayo hay alerta por un golpe de corte nacionalista que no se concreta y se transforma en una manifestación en la que el principal referente es el general retirado Juan Bautista Molina. Ortiz envía al Congreso un proyecto para autorizar gastos militares con la intención de ganar apoyo militar. El 3 de julio Ortiz delega el mando en Castillo. Su salud se agrava. En la cena del 9 de julio con las Fuerzas Armadas, Castillo se define neutralista. En el mes de agosto de 1940, inmediatamente después de conocidas las conclusiones de las investigaciones sobre el caso de “El Palomar” y apenas resuelta la crisis total del gabinete provocada por las mismas, publica, recurriendo a su propio patrimonio y a la ayuda de algunos amigos, Algunas maneras de vender la Patria, con el subtítulo: Datos para la autopsia de una política de liquidación.

La primera edición se agota en tres días y la segunda y tercera se publican por editorial Yunque. En ese libro denuncia a los Bemberg como poderoso consorcio, y en especial a la defraudación al fisco en las sucesiones de Otto Bemberg y Josefina Elortondo de Bemberg. Otra de las “maneras de vender a la patria” resulta del negociado de la empresa CADE, en 1936, cuando se le renuevan las concesiones eléctricas. Retoma la cuestión de las tierras de “El Palomar”. Caracteriza al régimen como fraudulento. La denuncia genera un gran impacto. Se difunde en los medios nacionalistas, aunque trasciende a sectores más amplios.

“La policía del régimen oligárquico secuestró mi libro Algunas maneras de vender la Patria, me llevaron preso, y dos ministros del régimen me procesaron en consecuencia” (Torres, 1953: 25). Por el contenido del libro es acusado de desacato por el ministro de Justicia Guillermo Rothe y por el de Hacienda, Federico Pinedo. Ante esta situación se presenta ante el Congreso de la Nación, contraatacando y pidiendo Juicio Político a Pinedo. Entre la segunda y la tercera edición del libro, y para darle mayor difusión e impacto a la denuncia realizada ante la Cámara, José Luis Torres acuerda con un amigo, Rodolfo Lestrade,[15] la publicación del texto de la carta con un breve prólogo en forma de folleto. Con ello inaugura una modalidad de intervención en la escena pública que se hará reiterada y de la que era plenamente consciente (Lestrade, 1940: 3). De manera simultánea, en la revista popular Ahora, Lestrade y Torres publicaban notas que rozaban estas cuestiones.

En el año 1941 Torres se inclina por una solución de tipo militar y ve en Juan Bautista Molina (Torres, 1943), quien había complotado en sucesivas “levantamientos” que no se produjeron (Capizzano, 2013) y se había constituido en referente de distintas agrupaciones del nacionalismo argentino. En el mes de febrero de ese año fracasa el pronunciamiento más larga y cuidadosamente preparado (Potash, 1982). En ese marco Torres redacta el texto A las Fuerzas Armadas de la República que se publica el 17 de marzo, en un folleto de 5.000 ejemplares. El doctor Diego Luis Molinari paga la factura del impresor. Poco después: “El 1 de mayo, la Alianza de la Juventud Nacionalista realizó su manifestación tradicional en la Plaza San Martín, previo desfile por la avenida Santa Fe. Desde la escalinata de la iglesia de San Nicolás de Bari, el general Juan Bautista Molina saludó a los manifestantes, que gritaban vivas a su nombre y al nacionalismo” (Chávez, 1975: 164). El 23 de mayo el general Menéndez presidió en el hotel Castelar una comida de camaradería. Dos días después, para el 25 de mayo, en el marco de la intensificación de las relaciones con las agrupaciones nacionalistas y en particular con la Alianza Nacionalista de Queraltó, se hace pública la Carta del General Juan Bautista Molina a la Alianza de la Juventud Nacionalista, que fue redactada por Torres (Chávez, 1975: 165). La carta enunciaba los motivos frecuentes de las posiciones nacionalistas –neutralidad, liberación y unidad nacional, justicia social– y recibe el apoyo de Queraltó. El 20 de junio, al inaugurar el local central de la Alianza en la calle Piedras al 126, Molina asiste.

El 9 de julio de 1941 Torres dirige una carta abierta al presidente de la República, con el título de La Nación debe ser salvada (Mensaje de un argentino asustado y con angustias al ciudadano que preside la República). Del texto se pueden inferir muchos de los planteos centrales de su ideología: republicanismo, democratismo –denuncia el fraude–, antiimperialismo –critica a la dominación británica y al intento de Pinedo de comenzar a realizar el traspaso de bienes y dominación a Estados Unidos–, sensibilidad social –crítica a las condiciones sociales de los hombres del campo y la ciudad–, industrialismo –denuncia el primitivismo agrario de la elite– y una crítica moral por la venalidad y la corrupción en los negociados por él denunciados.

Tiene una entrevista con el presidente de la Nación. Eso lleva a una consideración favorable del neutralismo de Castillo, su austeridad y su bonhomía, que demora la condena pública de Torres.

El 23 de junio es creada en el Parlamento la Comisión Investigadora de Actividades Antiargentinas. En agosto de 1941 Molina es denunciado como partícipe de un movimiento sedicioso ante la Comisión y es vigilado por la policía, que da cuenta de sus encuentros con Torres y otras figuras como Molinari, Palacios, Villafañe y Fresco (Capizzano, 2013: 114).

En su departamento de la calle Perú, José Luis Torres tiene su escritorio, en el que desarrolla sus análisis. Vive con su esposa y su hija recién nacida. Su actividad se vincula al periodismo y al aliento a grupos de corte nacionalista. Por escepticismo no vota (Torres, 1953: 23).

La logia militar de oficiales, conocida como GOU (Grupo Obra Unificación o Grupo Oficiales Unidos) comienza a organizarse a fines del año 1942. El nacionalismo organiza para los días 20 y 21 de diciembre un “Congreso de la Recuperación Nacional”, con el objetivo de fijar posición en relación a la próxima renovación presidencial, decidiendo participar en las elecciones. Las jornadas reunieron cerca de 500 figuras del movimiento, entre las que se contaba Torres. Por ese tiempo ingresa en la redacción de Cabildo, que funcionaba en Mitre y Maipú (Torres, 1945: 237). A inicios del año 1943 fallece súbitamente Agustín P. Justo y el conservadorismo pierde su referente para la renovación electoral. El 17 de febrero trasciende la candidatura de Patrón Costas, favorecida por Castillo. El GOU contaba con cuadros en lugares estratégicos del Estado. Una de las figuras del ámbito civil más frecuentada por los jefes del GOU era José Luis Torres. Su domicilio en Perú 971 reunió más de una vez a Perón, Enrique P. González (Gonzalito) y Emilio Ramírez con el dueño de casa.[16] Otra figura mencionada es Diego Luis Molinari, historiador de origen radical yrigoyenista que para ese momento sostenía la neutralidad y animaba una corriente interna del radicalismo (Radicales del Gorro Frigio) y era amigo de Torres. Se menciona a Jordán Bruno Genta, filósofo nacionalista católico[17]. Más extrañas en las referencias de los autores resultan las declaraciones que realiza el padre Hernán Benítez, señalando que hay material del grupo militar que redactó él mismo en su carácter de borrador (Galasso, 1996).

El 1 de mayo la Alianza de la Juventud Nacionalista realiza el acto del Día del Trabajo en la plaza San Martín, con unas 50 mil personas, que incide en las filas del Ejército (Chávez, 1975: 202). Torres, por la misma época, presenta una denuncia contra la familia Bemberg por defraudación del impuesto a la herencia (Torres, 1973c: 74). Torres desde Cabildo se enfrenta con el ministro del Interior, Miguel Culaciati, quien había tomado el compromiso con la Corporación de Transportes Urbanos de conceder un aumento de tarifas. El gobierno de Castillo notifica oficialmente a la dirección de Cabildo la clausura del diario por el término de diez días. “Planteadas así las cosas, y siendo yo el autor de los artículos que provocaron la ira del ministro del Interior en contra de Cabildo, entendí que no correspondía a mi honradez profesional una actitud parecida a la de Poncio Pilatos… Y escribí esa noche una carta al ministro del Interior, en una mesa del bar Edelweys, de la calle Libertad. Se la di a mi mujer y le dije: ‘En cuanto esta carta se publique, me mandan a los territorios del sur, aprovechando el estado de sitio. Pero no puedo dejar de publicarla. A este ministrillo se le está haciendo el campo orégano, y hay que sujetarlo agarrándolo de las astas’” (Torres, 1973b: 246). El 15 de mayo, entonces, José Luis Torres dirige al ministro del Interior su carta abierta. Las acusaciones impactan en el seno del Ejército y sirven de apoyo a los hombres del GOU, quienes la citaban como lectura obligatoria para sus miembros. Torres especula: “O Culaciati se va o el presidente Castillo se saca la careta”. Castillo declara que todas las medidas tienen su aval y el 23 de mayo Torres es encarcelado (Torres, 1973b: 251). Tres días antes había entregado los ejemplares de Los Perduellis a la imprenta. A instancias y bajo la protección del senador socialista Palacios, Torres se presenta a la sección “Orden Social”. Se le notifica que queda detenido a disposición del ministro del Interior. Lo envían a Devoto. A instancias de Palacios y por mediación de González Iramain ante Culaciati se lo deriva a la Justicia. Está seis días preso en Devoto y sale por la limpieza de sus antecedentes policiales el 28 de mayo.

El GOU venía reuniéndose, organizándose, dándose las bases de su funcionamiento. Perón para ese entonces iba organizando su pensamiento y las lecturas de Torres estaban en un lugar significativo junto con Gálvez, Ibarguren, Scalabrini Ortiz, los Cuadernos de FORJA, las encíclicas papales, las intervenciones de monseñor De Andrea, Maritain (Chávez, 1986; Piñeiro Iñíguez, 2012), además de la literatura militar y los libros de historia que integraban su biblioteca (Swiderski, 1999).

 

Torres y la revolución del 4 de junio de 1943

En el ambiente estaba la rebelión militar. Había diferentes revoluciones en marcha. Torres vive estos años en una vorágine político-ideológica extraordinaria, su vocación por influir sobre los acontecimientos políticos diarios está en su plenitud. En el momento en que se produce el golpe militar, Torres tenía en impresión el nuevo libro: Los Perduellis. El libro sale el 20 de julio. Se ve en la necesidad de anteponerle una breve Dedicatoria y una Noticia Preliminar en la que expone las razones de su apoyo al golpe militar del 4 de junio. En esos párrafos filia el golpe de junio con las intentonas de julio de 1936 y febrero de 1941. Se ubica entre los protagonistas.

Con los elementos que tenemos a disposición –cercanía personal, involucramiento en ciertas acciones, apoyo al movimiento militar, referencias textuales– podemos conjeturar que Torres resulta una de las influencias ideológicas inmediatas de la revolución del 4 de junio de 1943 y en proyección en una de las fuentes nacionales del pensamiento en construcción de Juan Perón. Muchos de los temas y categorías usadas por Torres aparecen en la proclama militar del golpe del 4 de junio: venalidad, corrupción, peculado, fraude; la promesa de recuperar bienes mal habidos y hallar culpables; el tono moralizante muy común en sus escritos; y los temas referidos al orden político. Es de hacer notar la cercanía con quien se declarará más tarde autor[18] material de la proclama: Perón lo visitaba junto a otros oficiales en su casa.[19] En las actas secretas del GOU se aconseja la lectura de las cartas abiertas y de un libro de Torres (Potash, 1984). Son estos militares los que dan el golpe del 4 de junio de 1943, que despierta en Torres enormes expectativas y se pone al servicio de sus hombres, menudeando “las entrevistas, los memoriales, las cartas” (Torres, 1945: 121). El diario Cabildo, en el que colaboraba Torres, declara su satisfacción por lo sucedido el 4 de junio y lo considera “un poco obra de su prédica” (Cabildo, 5-6-1943). Se trata de un golpe de características y composición fuertemente militar. La intervención civil en su gestación resulta insignificante. Apenas se mencionan los nombres de algunas personas, entre las cuales se encuentra Torres. Los conspiradores civiles del nacionalismo ignoran las bases del movimiento militar y no conocen a las figuras centrales del mismo (Sánchez Sorondo, 2001).

Torres analiza cuidadosamente los primeros pasos dados por el gobierno militar. Entiende que hay designaciones inconvenientes, que hay hombres del “régimen” que continúan en funciones y que de esa manera no se cumplen los objetivos revolucionarios (Torres, 1973c: 211). Le preocupa la designación del contralmirante Ismael Galíndez en la cartera de Obras Públicas –que el 8 de junio había renunciado al cargo de director de la ANSEC, empresa eléctrica dependiente de la Electric Bond and Share Co– y la del ministro de Hacienda Jorge Santamarina. Fiel a su estilo y modalidades, lanza sus críticas. “En los primeros días subsiguientes al pronunciamiento salvador, el gobierno cometió gravísimos errores, que luego fueron rectificados; pero esos errores entorpecieron y retardaron la acción revolucionaria” (Torres, 1973c: 75). El 29 de junio se publica en la revista Ahora, en la que Torres colaboraba desde hacía años, una nota encomiástica hacia la figura de Perón.[20]

Se dispone la detención de Federico Pinedo y pide por su libertad. Torres envía una carta al jefe de la Oficina de Prensa del gobierno, teniente coronel Héctor Julio Ladvocat, el día 14 de julio. De manera inmediata se presenta ante la Justicia del Crimen, haciendo denuncia formal de las transgresiones cometidas en Impuesto a los Réditos por la familia Bemberg. El 22 de julio se le entrega en mano un documento en el cual se había recogido una serie de acusaciones contra él, que termina en Tribunales con una absolución y pedido de disculpas por parte de González, secretario de presidencia.

Poco tiempo después escala en la estructura de gobierno y envía una carta al mismo presidente Ramírez con fecha 3 de agosto de 1943, insistiendo en un argumento: si el gobierno militar no castiga a los culpables y rectifica el rumbo, se convierte en un simple gobierno de fuerza usurpador (Torres, 1973c: 186). Por esos días, “uno de mis mejores amigos, el coronel D. Emilio Ramírez, que era entonces Jefe de Policía, me llamó a su despacho, y me aconsejó que me tomara unas vacaciones y me ausentara de la Capital Federal, invocando al hacerlo el profundo disgusto que el presidente de la Nación, general Ramírez, tenía conmigo. Ya me había advertido antes el mismo funcionario que en las altas esferas estaba calificado como un ‘exaltado y un apasionado’” (Torres, 1973c: 112). El 15 de septiembre, antes de ausentarse, envía una carta al coronel Juan Perón en la que muestra una cercanía y una confianza significativas. En ella muestra la aceptación del retiro, pero no sin antes señalar los “equívocos” de la situación del gobierno: la existencia de un canciller “rupturista” cuando se había prometido sostener la neutralidad; la entrega del manejo de la economía a un “representante” del conservadorismo como Santamarina; Galíndez como ministro de Obras Públicas cuando trabajaba para un monopolio eléctrico. Pide rectificaciones, argumentando que “aún se está a tiempo… para recuperar todo lo perdido por la vía del equívoco”.

Ante la presión de un núcleo de generales en marzo de 1944 pidiendo el retorno al régimen electoral, Torres vuelve a la práctica de las cartas abiertas y señala que la revolución no puede desembocar en un acto electoral que devuelva el poder a los representantes de los partidos políticos actuantes en la década del treinta. Llama a profundizar la revolución, afirmar las reformas sociales y aplicar medidas de escarmiento a los responsables de los “bienes mal habidos” del régimen anterior. En abril de 1944 desde Cabildo desarrolla una campaña contra los monopolios cerealistas. Critica al ministro Mason con el folleto El Ministerio de Agricultura ante la Revolución que es secuestrado por la policía (Torres, 1973d: 26). El ministro del ramo lo procesa y cae preso por poco tiempo (Torres, 1973c: 126). A partir de ello es cerrado el diario Cabildo. Recibe una carta de Scalabrini que está retirado en la actividad particular y decepcionado del proceso político en curso. El 17 de agosto de 1944 lanza un folleto bajo el título La Economía y la Justicia bajo el signo de la Revolución. Se adentra en el análisis de las configuraciones del mundo económico y de la Justicia. Señala que si no se avanza en esos campos los riesgos de restauración son inminentes.

Publica en folleto, el 20 de noviembre de 1944, un material titulado Consejeros de la antipatria. Manifiesta allí que antes del 4 de junio “reinaba la antipatria” y que tuvo esperanzas, a partir de ese día, pero que “ahora el gobierno acepta en la Comisión de Posguerra como asesor a Mauro Herlitzka del trust Electric Bond & Share, y al vicealmirante Galíndez como ministro de Obras Públicas, que es hombre de la CADE… y también está en funciones de gobierno García Victorica, hombre de Bemberg”. El 17 de diciembre escribe al general Farrell, presidente de la Nación, una carta pidiéndole que no firme un decreto por el cual se disponía la clausura definitiva del diario Cabildo.[21]

Torres, en mayo de 1945, publica La década infame: “Jamás se me hizo caso, y casi siempre se procedió al revés de mis sugestiones” (Torres, 1945: 122). En ese texto recoge varias de sus intervenciones y cartas, y se posiciona críticamente, como decíamos, en relación al gobierno militar de entonces. Habla de la “revolución fracasada”. Compartirá este sentir con otros “nacionalistas” de la época (Sánchez Sorondo, 1945). Le dedica el último capítulo. Acuña una frase que hará historia: “El primer deber de un gobierno revolucionario es sin duda el de hacer la Revolución”, y sigue: “si ese deber queda incumplido, el pronunciamiento queda convertido en una farsa ante el juicio de la Historia”. Y remata: “En este caso, después del pronunciamiento, se ha hecho todo, hasta lo menos presumible, pero no la Revolución anhelada por el pueblo y ejecutada por el ejército”. Considera que el país está en peores condiciones: “la esperanza malograda y la fe languideciente, ante el triunfo de los mercaderes a quienes importa poco la angustia de los gobernantes y la desesperanza del pueblo” (Torres, 1973c: 217-218). El libro sale publicado con el sello de Editorial de Formación Patria. Es el mismo que por entonces publica Las canciones de Militis, textos de Leonardo Castellani en Cabildo con el seudónimo Jerónimo Del Rey (1945).

En el momento en que es apresado Perón, entre el 9 y el 16 de octubre de 1945, Torres siente amenazada su vida. Se rumorea que será encarcelado y fusilado por lo que generan sus denuncias. La irrupción de Braden lo empuja a apoyar a Perón. Había sido incluido en la denuncia realizada por el Departamento de Estado: El libro azul sobre Argentina.[22] Así lo atestigua: “Recién entré, junto con Braden, es decir, al mismo tiempo que él, a las ‘arenas del comicio’, y para mí del todo desconocidas, para votar, como era lógico y obligatorio hacerlo, contra los candidatos que el mismo Braden sustentaba, como lo hicieron conmigo todos los argentinos que mantuvieron la cordura suficiente para no olvidar sus deberes esenciales” (Torres, 1973d: 25). Los grupos que frecuenta Torres se inclinan a favor del naciente peronismo, pero desde posiciones singulares. Llevan candidatos propios entre los cuales se cuenta su amigo el P. Castellani. Torres está cerca de la postura de la Alianza Libertadora Nacionalista y publica en sus medios. Otro amigo suyo, Ernesto Palacio, va como candidato a diputado nacional en la lista de la Junta Renovadora y el Laborismo. Cada cual tiene sus medios gráficos específicos. Por un lado la publicación semanal, inspirada por Ernesto Palacio, de nombre Política, que tenía un “estilo más ambicioso y propio de un semanario de ideas” (Zuleta Álvarez, 1975, II: 524). Palacio era por entonces un autor conocido, participaba del IIHJMR y tenía trato directo con Perón, a quien acercaba apoyos del mundo intelectual.[23] Encabeza la lista de diputados nacionales por la Capital Federal por la alianza que apoyaba a Perón (UCR-JR -Laborismo), obteniendo más votos que todos sus compañeros de nómina. Por otro lado estaba el diario Tribuna[24] donde colaboraban José María Fernández Unsáin, Juan Oscar Ponferrada, Luis Soler Cañas, Fermín Chávez, Julio Ellena de la Sota, Lisardo Zía y en el que tenían lugar especial Leonardo Castellani y José Luis Torres.

Este rodeo es fundamental para entender el posicionamiento del pequeño grupo de amigos de Torres y de él mismo. Vemos, aquí, nuevamente al grupo de los almuerzos: Castellani escribía en Tribuna y se presenta en las listas de apoyo a Perón por la Alianza Libertadora Nacionalista; Palacio animaba Política y es candidato a diputado por la coalición que apoyaba la fórmula Perón-Quijano; Scalabrini Ortiz tenía relaciones con Perón desde junio de 1944 y después del 17 de octubre adhiere y colabora con el naciente peronismo (Scalabrini Ortiz, 1947); se acerca también Arturo Sampay que colaborara en la provincia de Buenos Aires instrumentando muchas medidas contra Bemberg y la CADE; Torres también escribía en Tribuna y ya citamos sus expresiones relacionadas con la coyuntura electoral. No es el caso de otros grupos que hablan de un “desencanto”, de un “distanciamiento”, o directamente de una “traición” desde el nacionalismo en relación a Perón. Estas posturas campean en la literatura de época (Sánchez Sorondo, 1945; Meinvielle, 1956; Irazusta, 1956), así como en reconstrucciones posteriores (Díaz Araujo, 1971; Zuleta Álvarez, 1975; Piñero, 1997). Luego, según rememora tiempo después, se separa voluntariamente del proceso político (Torres, 1949: 25).

 

Surgimiento del peronismo: reconocimientos y distancias

Gana el peronismo el 24 de febrero de 1946. En el mes de abril, Torres pronuncia una conferencia en el Salón Augusteo de la Ciudad de Buenos Aries, auspiciado por la Alianza Libertadora Nacionalista. Viaja a Mendoza. Después de la asunción de Perón vuelve al ruedo: la agitación del nacionalismo fue muy importante para la segunda quincena de agosto. Se trata de la consideración de las Actas de Chapultepec por parte del Congreso. Torres, el 19 de agosto de 1946, publica en el diario Tribuna un artículo crítico del propósito del Senado argentino de ratificar, sin discusión, las Actas de Chapultepec. Parafrasea a San Martín: “Una tal felonía, ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”. Envía una carta a un viejo amigo con el objetivo de disuadirlo, pidiéndole que lea un escrito de Carlos Ibarguren (h)[25] publicado en el diario Tribuna y que por nada del mundo vote a favor de la aprobación de las Actas. Le toca a Diego Luis Molinari defender la posición del bloque oficial en la Cámara (Senado de la Nación, 1946). El 20 de agosto, tras la aprobación parlamentaria del Acta, escribe Torres en Tribuna fustigando a Molinari. Publica Una batalla por la soberanía en el que integra los textos e intervenciones que venía desarrollando con las denuncias contrarias a las Actas de Chapultepec.

Hasta ese momento parece decepcionado por la política que lleva el peronismo, pero en La Patria y su destino, publicado en 1947, su posición es más comprensiva y recupera cierto optimismo. Se trata del libro más doctrinario de Torres. En el año 1947 presenta ante el ministro de Justicia e Instrucción Pública un nuevo alegato contra Bemberg.[26] En 1948 el gobierno presidido por Perón retira la personería a 42 sociedades del grupo Bemberg. Entre 1949 y 1950, el grupo Bemberg es golpeado duramente en sus intereses: la Justicia le aplica una multa de 97.257.254 pesos moneda nacional y el gobierno de la provincia de Buenos Aires le expropia el campo “Los Manantiales” de Chascomús y la fábrica de quesos, propiedad de la subsidiaria, Santa Rosa Estancias, por un total de casi 8.000 hectáreas.

En su departamento de Talcahuano 638, 7 “E”, en lugar del nombre de la familia hay un cartel que dice: “Centro Antiperduélico Argentino”. En su sala de trabajo, junto al escritorio, paredes completas de bibliotecas albergan libros clásicos de filosofía, política e historia. Entre ellos aparece una influencia importante de autores españoles, en particular Pío Baroja. En su escritorio se contaba la colección Espasa-Calpe completa, consulta frecuente y obligada de Torres. Además aparecen materiales sobre música que constituían un gusto para el escritor.

Desde fines del año 1948 se aceleran los trabajos referidos a la reforma constitucional. Su amigo Arturo Enrique Sampay tiene un rol destacado en el proceso. Vive una situación de tensión y enfrentamiento con el secretario técnico José Figuerola, que había realizado el trabajo previo de antecedentes. Desde hacía tiempo –los años del golpe militar de 1943– Torres acusaba a Figuerola de ser personero de la CADE. En la elaboración del artículo 40 se menciona la colaboración de Torres y Scalabrini Ortiz, lo que es verosímil dada la proximidad, cercanía y afinidad entre los hombres que se frecuentaban en la casa de Torres. Al aprobarse la Constitución el día 11 de marzo hay una cena con empanadas tucumanas en el departamento de Talcahuano. Participan el dueño de casa, Sampay y Scalabrini Ortiz. Se celebra el contenido de la Constitución, fundamentalmente la inclusión del artículo 40, y la cláusula proscriptiva para el ejercicio de cargos superiores por parte de extranjeros –eliminación de hecho de José Figuerola como secretario con rango de ministro del gabinete.

 

Entusiasmo y apoyos

Torres evoluciona, entonces, hacia un apoyo significativo al peronismo, en 1949. Lo expresa en su libro Seis años después, que se publica en junio.

No afiliado, apoya, ejerciendo la tarea de escritura y buscando “persistir en publicar lo que se me ocurre necesario en beneficio de todos los argentinos, del país organizado, y del gobierno revolucionario por cuyo éxito algunos que no son afiliados al partido situacionista estarían dispuestos a dar hasta la vida, mientras muchos afiliados tratan solamente de vivir de ese gobierno. (…) Ningún gobierno ha concentrado en forma más intensa que el actual la esperanza del pueblo, porque ningún gobierno hasta ahora ha abordado la tarea que el gobierno de estos días ha afrontado con coraje civil innegable, y porque cualquier trastorno político de fondo nos arrojaría de bruces en la más triste de las humillaciones y en la peor de las infamias” (Torres, 1949: 10-11). La evaluación que realiza para 1949 reconoce al gobierno de Perón varios elementos favorables, englobándolos en la definición de “milagro extraordinario de la vida argentina de hoy” (Torres, 1949: 27). Otras consideraciones: “Viajando hacia el interior, he visto ocupar los trenes llamados de lujo y los aviones, reservados antes para uso de los grandes oligarcas y sus paniaguados, a los hijos del pueblo, con una inmensa alegría; he visto llenar los comedores de los restaurants del centro de Buenos Aires a trabajadores argentinos, allí donde ni por casualidad, podía verse un ‘cabecita negra’; he visto a largas caravanas de niños del interior realizar el sueño de hadas de un paseo por Buenos Aires, seguro de que esos niños han de querer ahora mejor a su país pues solamente se ama bien lo que se conoce. He asistido pues al abatimiento del privilegio y a la redención de los humildes… ¡Dios sea loado! Por todas las cosas enunciadas –y allí están mis escritos, mis folletos y mis libros– he luchado desde la juventud” (Torres, 1949: 28). No deja de criticar: “Verdad es también, y no he de ser yo quien lo oculte, que en lo episódico, en lo intrascendente, en lo que no tiene dimensión de historia ni mucho menos de eternidad, en lo que dentro de algunos años caerá en el olvido, se advierten fallas tremendas, que ponen tristeza en el alma y que hacen cerrar los puños con rabia. Y es porque esta revolución triunfante ha embarcado a su bordo muchos pasajeros clandestinos, entre los cuales se encuentra más de un traidor cerca del puente de comando. Verdad es que se roba en la función administrativa, y que la codicia, desenfrenada dentro de la jerarquía burocrática, continúa siendo uno de los peores males del país. Y verdad es también que por la acción de los codiciosos y de los traidores se advierten algunas nubes en el cielo sereno de la República” (Torres, 1949: 30). Embiste sin matiz con los desplazados del “régimen”. Remata: “No hay término de comparación. Aquello era la noche. Ahora, estamos viviendo la aurora. Es cosa de restregarse los ojos y pensar si no estamos viviendo el sueño de nuestras mejores esperanzas convertidas en realidades” (Torres, 1949: 47-48).

En febrero del año 1951 va a publicar El Proceso Bemberg. Acción desarrollada por el denunciante, texto en el que realiza la reconstrucción de los trabajos realizados desde la década del 40 contra el grupo. A fines de 1951 escribe Nos acechan desde Bolivia, denunciando la acción de los grupos privilegiados unidos al interés norteamericano, para impedir que el MNR tome el poder. Este texto lo publica con los fondos obtenidos por los juicios contra Bemberg. Torres tenía una relación de amistad con Carlos Montenegro, intelectual nacionalista boliviano. Por esa vía tenía trato con Paz Estenssoro, a quien aloja. Torres financia el regreso de Paz a Bolivia por esos años. El Movimiento Nacionalista Revolucionario Boliviano llega al gobierno en el año 1952. Las relaciones con Torres se enfrían por entonces y el libro saldrá de circulación en territorio boliviano.

En el año 1953, ante la aparición de un documento titulado El Partido Demócrata hace el análisis crítico de algunos aspectos del mensaje presidencial al Congreso de la Nación y del estado general de la República (Partido Demócrata Nacional, 1953), Torres dedica casi cuatrocientas páginas a refutarlo, ya que considera que fue redactado por Federico Pinedo. El libro, que se titula La oligarquía maléfica, es una diatriba contra esa clase[27]. De todos modos, desliza críticas hacia el gobierno[28]. Describe su posición bajo el peronismo en “la curiosa situación de un proscripto en su propia tierra” (Torres, 1953: 25).

Entrega el texto el 29 de junio a la imprenta (Torres, 1953: 347), pero como le ha ocurrido otras veces, tiene que agregar un apéndice porque Pinedo ha vuelto al ruedo, ahora sí de manera pública y manifiesta: el 2 de julio envía una nota al ministro del Interior, Ángel Borlenghi, desde la cárcel (Sanguinetti, 1981: 403-412). La carta es reproducida en los grandes diarios del país. Ante esta salida pública Torres le dedica el apéndice que agrega al libro: Ante un nuevo manifiesto de Pinedo. Se trata de un análisis detallado de sus afirmaciones en relación a la coyuntura política del país que busca advertir acerca de su pasado, sus proposiciones y abortar toda negociación con el conservadurismo por parte del gobierno. “Yo, como Martín Fierro ‘dentro en todos los barullos, pero en las listas, no dentro’. Con el agravante de que yo ‘dentro’ en las listas de presos o de ‘prevenidos’ por la vigilancia policial, de cuando en cuando. Pero nada de esto importa nada. No habré de cambiar de guardia por cualquier cosa, porque en estos momentos se juega algo más alto que mi propio destino, y aún que el destino de muchos hombres eminentes y no insignificantes, como yo. Ni habrá nada que me saque de la huella, ni poder humano que logre hacerme defeccionar del servicio de una causa sagrada, por la cual, si estuve y estoy dispuesto a dar hasta la vida, bien puedo sacrificar un poco de la comodidad un tanto exagerada que Dios ha querido brindarme, tal vez porque yo siempre he tratado de ser amigo de Dios para merecer su protección altísima en una vida peligrosa” (Torres, 1953: 25).

En 1954 adhiere a la expropiación de la Cervecería Quilmes de los Bemberg. En la segunda mitad de ese año, Torres reanuda sus críticas por las tratativas con las compañías petroleras norteamericanas. Entre sus contertulios se encuentra Adolfo Silenzi de Stagni, crítico de los contratos petroleros desde su cátedra de la Facultad de Derecho de la UBA (Silenzi de Stagni, 1955). Sumado a esto se agrega el conflicto con la Iglesia Católica. Su amigo Scalabrini defiende la posición del gobierno.

Torres se enrola en la oposición. Sánchez Sorondo lo visita en su casa, buscando sumarlo a la conspiración en curso. Participa de la marcha del día de Corpus Christi. Su esposa integra el grupo que resguarda la Catedral metropolitana. No eran practicantes, aunque tenían sensibilidad y pertenencia cristiana por tradición. Su departamento forma parte de la red de espacios de encuentros de los opositores en los agitados días de junio a septiembre.

 

Política y políticos en las diferentes etapas de la “Revolución Libertadora”

Producido el golpe militar de septiembre de 1955, otorga su apoyo a Lonardi. Publica el periódico Política y políticos. Se trata de un semanario de cuatro páginas, tamaño tabloide, que redacta enteramente solo, utilizando diferentes estilos. Todos los números están encabezados con la frase de José E. Terza[29] que dice: “El político nace con su verdad y muere con su mentira”.

El primer número sale el 25 de octubre. En tapa lleva una especie de editorial con la enunciación de “un programa y un compromiso”, en sintonía con la tónica de la prédica lonardista de evitar el revanchismo y convocar a todos los sectores. Allí dice: “‘La historia no la hacen los hombres: los hombres soportan la historia como soportan la geografía’, afirma Guareschi con sobrada razón. Esa historia que soportamos los hombres es consecuencia de la política y de los políticos. No todos los políticos hacen Política histórica. Algunos políticos creen que hablar sobre política es hacer historia. Craso error. La política no se habla; se hace. Otros políticos entienden que ocupar un cargo público, dando órdenes y fabricando decretos, es hacer historia. Error mayor aún. La política no es un conjunto de órdenes ni un rosario de decretos. Los verdaderos políticos saben que la política es una ciencia de conceptos y un arte de realizaciones. Es teórica y práctica; intelectual e instintiva; racional y emocional; anécdota e historia; panorama y detalle. Quienes se producen como teóricos e intelectuales; quienes sólo razonan sobre la anécdota y el detalle, son políticos que no hacen Política. Los que a puro instinto y emoción pretenden captar la visión panorámica de los problemas nacionales, tampoco hacen Política, aunque se les considere políticos porque hablan o escriben sobe esos temas. Los males de nuestra Política producen los males de nuestra historia, cuando la Nación es conducida por políticos que no saben hacer Política. La evolución Política argentina se caracteriza por las dificultades que siempre se oponen a que los verdaderos políticos puedan hacer Política, es decir, historia. Talentosos políticos sin masa electoral; grandes masas sin políticos verdaderos y políticos de verdad empeñados en dividir una y otra vez la masa electoral. Es como un eterno ensayo fragmentado de la gran sinfonía Política que espera ansioso el pueblo argentino. ¿Habrá llegado el momento? ¿Concluirá este dramático suspenso? Las actuales circunstancias son excepcionales. Vale la pena analizarlas. Hasta 1890 los políticos consideraban que la política era faena exclusiva de la aristocracia de sangre y patrimonio; excepcionalmente eran admitidos auténticos políticos criollos. Desde 1890 a 1945 actuaron los políticos que nacían de la clase media; hijos y nietos del torrente inmigratorio que consolidaba sus posiciones económicas. A partir de 1945 se suman a los anteriores los políticos prácticos, instintivos y emotivos, fecundados por los primeros talleres industriales y gestados en las modernas fábricas del progreso maquinista. Se inició entonces una nueva vida Política que, necesariamente, debía producir una nueva historia. No se trata de fuerzas de derecha, centro o izquierda; conceptos geométricos que tanto daño han hecho. Se trata de una lucha entre teoría y práctica; intelecto e instinto; razón contra emoción; anécdota versus historia; y panorama frente a detalle. Por eso tanta incomprensión e intolerancia. He ahí la causa del aparente odio o resentimiento. El instinto quiso imponerse a la inteligencia; la emoción pugnó por sujetar al raciocinio y la insistencia en la anécdota o el detalle impedían y sofocaban la visión del panorama. No hubo mala fe. Hubo exagerada pasión emotiva. No hubo resentimiento. Hubo excesivo apego al instinto político y desprecio a la ciencia y al arte políticos. Y hubo incomprensión, excesiva incomprensión. Nadie quiso perder el tiempo tratando de entender al adversario. Todos se miraban y nadie se conocía porque ninguno advertía que se piensa como se siente y se siente según la herencia y el mundo circundante. Nuestra Argentina ha tenido herencias étnicas varias y mundos circundantes de castas y clases sociales diferentes. Es humano, entonces, que se piense y se sienta en forma heterogénea. Todo lo que no se hizo antes debemos hacerlo ahora, si queremos que nuestra Política mejore para que mejore nuestra historia, que nació con tanta gloria y no debe empañarse más con sangre fratricida. Los argentinos tenemos un Dios que siempre nos ha asistido e iluminado. Si Él ha dicho ‘no juzguéis si no queréis ser juzgados’, nos está enseñando el camino del perdón y del amor. No supongamos en el adversario político a un enemigo de la sociedad. Necesitamos muchos políticos en este momento de la Política nacional. Todos deben actuar: los teóricos y los prácticos; los intelectuales y los instintivos; los que razonan y también los que se emocionan. Pero cada uno en su puesto y sin pretensiones de exclusividad, que la Patria es de todos y para todos. En fe de esos propósitos nace esta nueva tribuna abierta a todos los que se sientan políticos con vocación para la verdadera Política. Nuestro título no es un juego de palabras. Encierra un programa y un compromiso. El programa es con los hombres políticos. El compromiso es con la Patria” (“Política y políticos (Un programa y un propósito)”, Política y Políticos, 1, 25-10-1955: 1).

Aunque comparte el tono impuesto al gobierno militar por Eduardo Lonardi con el lema “ni vencedores ni vencidos”, no deja de objetar la presencia de Raúl Prebisch en la política económica. Recuerda sus antecedentes en la “década infame” con la creación del Banco Central bajo directivas británicas.[30] Le otorga la posibilidad de opinar como ciudadano, pero le quita el derecho a decir quiénes deben manejar la economía del país, tal como Prebisch se había ofrecido a hacer (“El Dr. Raúl Prebisch”, Política y Políticos, 1, 25-10-1955: 1). En otra nota continúa con el rechazo a la “restauración del Banco Central Mixto”: “Afirmamos dos cosas: que ningún argentino puede invocar con orgullo sus servicios a los planes ingleses de predominio económico en el Banco Mixto, como lo han hecho altísimos funcionarios del actual gobierno; y que la restauración del Banco Central que no era de la República, significa el retorno del detalle más oprobioso que caracteriza el régimen político del ‘fraude patriótico’. El Banco Central Mixto fue la lápida de Pinedo y de Justo. Y significará lo mismo para todos los que pretenden restaurar su dominio, pues para ello será cosa previa, de carácter indispensable, sacrificar la soberanía de la Nación y subordinarla a los intereses de la internacional dorada” (“Ante la restauración del Banco Central Mixto”, Política y Políticos, 1, 25-10-1955: 2). Tiempo antes que Prebisch y Lonardi hicieran públicos los contenidos del “plan”, Torres escribe en contratapa “Conjeturas sobre el Plan Prebisch”. Señala que éste no es funcionario público, pero “es aquí, en los momentos actuales, el hombre más poderoso, y ya ha colocado en situaciones estratégicas un equipo de adictos, seleccionados por él mismo para secundar sus planes en el campo de la economía, planes que nadie conoce en la Argentina, pero que ya han recibido la consagración de la prensa especializada en las grandes metrópolis imperialistas”. Ante ello dice: “No conocemos la obra que se planea, pero conocemos al autor que la está planeando”. Y augura: “supresión del trabajo de parte de la masa que actualmente se gana la vida en el campo de la industria”; “las exportaciones deberán ser aumentadas, para conseguir lo cual, si es preciso, serán reducidos los precios de venta, aunque para ello sea necesario elevar el costo de los elementos indispensables a la vida del pueblo”; “propiciará la contratación de empréstitos”. Concluye: “‘Por sus frutos los conoceréis’, dicen los Santos Evangelios. No conocemos el plan. Pero conocemos ampliamente al Señor Prebisch, sabemos su modo de pensar, y lo hemos visto ejecutar su pensamiento, en el que jamás se advirtió otra cosa que no fuera el cumplimiento cabal de los planes financieros urdidos en lejanas metrópolis imperialistas”. Con esos resultados –paralización parcial de nuestro desarrollo industrial; creación de una masa de desocupados; aumento del costo de vida; y concertación de empréstitos– su autor “quedaría consagrado como el primer saboteador de la revolución que ha venido a reparar los agravios inferidos al país por la tiranía recientemente depuesta”. En una nota breve plantea “Una reivindicación imposible”, refiriéndose al propósito de “reconstruir los intereses de los impresionantes monopolios que señoreaban en el país como en campos de viuda desamparada”, refiriéndose al propósito de reivindicar la ANSEC.

En otra nota en página 2, Torres descalifica a Morixe, recordando su pasado en la década del 30. Lo mismo realiza con Erro, a quien el gobierno militar coloca a cargo de la Cadena ALEA, grupo empresario vinculado al peronismo gobernante orientado por Aloé. En la misma nota confronta con el rector de la UBA: “No tenemos prevención en contra de las palabras, como ha manifestado tenerla el señor interventor de la Universidad, doctor José Luis Romero, quien en el discurso que pronunciara al asumir sus funciones manifestara su rencor en contra de ‘triviales deformaciones nacionalistas’, afirmando que ‘no es tiempo de exaltaciones verbales de patriotismo’. Creemos, por el contrario, que la exaltación verbal siempre es buena, y hasta puede revelar excelencia de espíritu. Sobre todo, cuando el verbo exaltado ha de referirse a la Nación y a la Patria. Desde luego, si no hay idea previa, al menos en política, no hay hecho. En el principio fue el verbo, diga lo que quiera el señor interventor de la Universidad”.

En una nota de fondo en página 3 plantea: “¡Reparación, sí; regresión, no!”. Realiza una analogía entre el golpe de 1955 encabezado por Lonardi –“militar de limpios y honrosos antecedentes, y nadie puede poner en duda ni su patriotismo, ni su intachable honestidad, ni su arrojo para asumir una responsabilidad tremenda en una hora histórica”– y el de Uriburu que habilitó el ascenso de Justo y sus colaboradores. Advierte: “Y están volviendo a la función pública los mismos hombres que llevaron al general Uriburu por los caminos del error, y los mismos que colaboraron con el general Justo en la primera etapa, por demás decisiva, de la paulatina crapulización de la república”. Propone la “reparación” de los “revolucionarios que han dado su sangre y han entregado sus vidas” para ello y no para una “regresión”.

En el desarrollo de las notas se va desprendiendo un cierto balance de la experiencia peronista: legado industrial, país sin deuda, consumo y empleo sostenido. De allí se desprende un “perdón” a los seguidores y una condena al “tirano” y la necesidad de la “reparación”, no de la “regresión”. Ese es el marco de la nota de contratapa titulada “Perón y los peronistas”. Acusa a Perón, “semidiós recién sacado del horno”, “solipsista”, “fácil a la adulación e impenetrable al buen consejo cerró los ojos y le cubrió la noche. Estaba loco”. Antes de ello “pudo meterse en el corazón del pueblo, supo personalizar en su figura una grande esperanza pública, sirvió un ideario patriótico que formó conciencia sobre los problemas argentinos antes de que el pueblo advirtiera su presencia”. Conclusión: “Entonces, le rodeó de buena fe todo el mundo”. Perón “levantó a los humildes hasta sitios a los que nunca soñaron en llegar, y abatió a los poderosos, humillando su soberbia. Fue el primer presidente que sonrió a su pueblo… Y le reconoció al pueblo cosas que nadie podrá quitarle nunca”. Tuvo colaboradores eficaces, reemplazados luego por bandidos. “Por eso proceden mal, con injusticia, quienes quieren poner al peronismo fuera de la ley. (…) No puede envolverse en un manto de condenación a todos los hombres de buena fe que creyeron en Perón, que le aplaudieron y estimularon, que le acompañaron en la realización de la obra que soportará el juicio de la historia”. Y cierra la nota diciendo: “hay quienes parecen estar convencidos de que ha llegado la hora de la revancha, que les autorizaría a proceder, al comenzar la tarea, como procedió Perón cuando estaba poniendo a la suya un final calamitoso, poseído por un odio satánico en contra de todo lo que intentaba escapar de su contralor. Y no. No puede ser, si es que el país ha de ser dichoso algún día”.

Como norma del medio habilita al derecho de rectificación y respuesta.

En la segunda entrega, del 2 de noviembre, encabeza la tapa el pedido de “Restablecer la justicia”. Pide juicio y castigo para los “ladrones públicos” y la recuperación de los bienes “mal habidos”, y sugiere extender el período de análisis a la situación previa al 4 de junio de 1943, señalando que están pendientes de estudio los resultados de la investigación de la CADE.[31] En el artículo de tapa titulado “Maniobras en la Universidad”, Torres se despacha contra la politiquería de “izquierda y derecha” que busca desplazar a los profesores que actuaron bajo el peronismo, intentando volver el estado de cosas al 3 de junio de 1943. Destaca la labor del ministro de Trabajo, Luis Cerruti Costa, que se concentra en “registrar” la libertad sindical y no la “vende” ni la “compra” (“Verdadera libertad sindical”, Política y Políticos, 2, 2-11-1955: 2). Vuelve a criticar a Morixe, ofreciendo las columnas de la publicación “para que diga en ellas cuándo hizo él algo por la prosperidad de Yacimientos Petrolíferos Fiscales” (“Cómo los expertos trabajaban estérilmente por la prosperidad de YPF”, Política y Políticos, 2, 2-11-1955: 2).

En la nota “La reorganización de la justicia y el ‘callo profesional’”, luego de relatar una anécdota de Alfredo Palacios que trae esa figura, señala que la comisión asesora designada para la renovación de la Justicia tiene desarrollado su oficio “en el ejercicio de su profesión de asesores y abogados de empresas del más crudo tipo capitalista, y aún de organizaciones estatales que estuvieron al servicio de intereses que no eran precisamente los del pueblo”. Luego reseña los antecedentes al servicio del capital extranjero y de la elite económica local de Alberto Padilla, Mariano Drago, Adolfo Bioy y Héctor Lafaille, y consigna que “‘el callo profesional’ les impedirá tomarle el pulso a la hora en que vivimos, y el afán puesto de manifiesto por la revolución del 16 de septiembre, de consolidar las conquistas sociales obtenidas a partir de 1943 y aumentarlas”, siendo que quedaría en sus manos la designación de los jueces en orden de los “objetivos de justicia social que ha expresado el gobierno provisional”.

“¡Bemberg!”, es el título de una larga nota en la que denuncia que “ya tiene pues Bemberg su representante en el elenco gubernativo de la restauración. Y esa presencia de un conspicuo abogado de Bemberg en las altas esferas del gobierno es el anuncio de que Bemberg intentará también lograr que en su beneficio, los ríos remonten la corriente, pues es de los que consideran que la revolución se ha hecho, con sacrificio de millares de vidas y derroche de heroísmo, para destruir todo lo realizado desde 1943 hasta hoy en beneficio del pueblo, y para restablecer en cambio todo lo malo que entonces quedó abatido”. Promete volver sobre el tema y divulgar “revelaciones de carácter sensacional sobre la tremenda lucha que hubo de desarrollarse durante más de una década para librar al país de la dictadura económica de los herederos de Bemberg”, siendo que él mismo fue uno de los protagonistas de ese proceso.

En la nota titulada “El Jordán del exilio” realiza una crítica a los “salvadores de la nación, que para salvarla con tranquilidad saltaron a tiempo por sobre las aguas leonadas del gran estuario, para voracear desde lejos sus grandes verdades, y también –¿por qué no decirlo?– sus estupendas mentiras. No tienen derechos claros para asumir, después del triunfo, posiciones de apóstol martirizado y para pasar la cuenta por el servicio prestado en los gravísimos riesgos del exilio voluntario, bien lejos de la tiranía”.

En dos notas de contratapa vuelve a atacar a Prebisch (“sabio de tan alto coturno”) por las gestiones que realiza ante la ONU para poder actuar en el país y por la indicación de personas que poco tardaron en asumir funciones públicas relevantes por decreto (“Ante la permanente conjetura del desastre” y “Perón y la ONU”, Política y Políticos, 2, 2-11-1955: 1). Dice: “Estamos en presencia de una nueva técnica, y vemos surgir un nuevo tipo de profesional. Es el profesional de la técnica al servicio de fuerzas internacionales, y la técnica internacionalizada, aplicada al servicio de los países insuficientes o necesitados de auxilio externo para la solución de sus problemas económicos internos”.

En un recuadro aparece una entrevista a Sara F. de Barnetche, bajo el título “Habla una mujer argentina”: plantea que “toda mujer puede y debe ‘hacer’ política aún sin actuar públicamente en ella; desde la cátedra, proclamando libertad y justicia, en su hogar y en múltiples obras sociales para mujeres y niños”, y finaliza pronunciándose a favor de la creación de un nuevo partido político que “una a los argentinos en un mismo ideal de paz, de libertad y de amor a los hermanos”.

En el número 3 titula “La persistencia en el error es augurio de catástrofes” (Política y políticos, 3, 8-11-1955: 1). Señala que el golpe del 30 entronizó una clase “que no puede respirar otra atmósfera que no sea la del servicio de la internacional dorada”. Ante ello “la verdad se abrió paso, y se produjo lo que debía de producirse el 4 de junio de 1943”. Luego la “revolución fue traicionada después por un hombre”, pero “todo lo hecho por el hombre enloquecido que nos gobernaba hasta hace poco no son sino simples hechos policiales, insignificantes en relación con lo que cometieron los políticos cuerdos del régimen oprobioso en perjuicio de la República, hasta provocar la exasperación del pueblo, y la indignación de las fuerzas armadas”. Y “ahora quieren volver algunos a los orígenes de las más grandes calamidades, restaurando lo mismo que provocó la indignación del pueblo y el pronunciamiento del ejército con idénticas formas, características y maneras. Eso pudo instaurarse en el país, cuando en el país no existía conciencia de eso. Ahora será mucho más difícil lograrlo. Y ha de provocar, si se mantiene el propósito de hacer esta inaudita restauración, peligrosas reacciones de múltiple carácter”. Contrasta: “el pueblo alcanzó ocupación plena, salarios suficientes y reconocimientos oficiales de la dignidad de su trabajo por la prosperidad común”, y hoy aparecen “masas de desocupados, la congelación de los salarios y el aumento del costo de vida” propiciadas por insensatos –“bombas de dinamita cuando se los coloca en el poder”. Advierte: “No puede destruirse en ocho días lo que se ha logrado cimentar en diez años de actividad intensa y sostenida”. Llama a los “héroes” que “se han jugado la vida” a proteger su prestigio impidiendo tales políticas.

En nota breve expone con citas del autor “Por qué el doctor Rafael Bielsa no es ministro de la Corte Suprema”: no considera a los gobiernos de facto para ser tratados en el ámbito del derecho constitucional. En otro suelto titulado “El ‘sabotaje’ más temible”, Torres cuenta que Scalabrini Ortiz había caracterizado en una humorada a Braden como instrumento de la política británica para indisponer a Argentina con los Estados Unidos, y aplica el juicio a los funcionarios de Lonardi que buscan indisponerlo con el pueblo: “Algunos ministros parecieran ser saboteadores de las simpatías populares en contra del gobierno de Lonardi, pagados por Perón, que ha de aspirar a decir: ‘Otro vendrá, que bueno me hará’”.[32]

En sendas notas recuerda las maniobras de la CADE (“Calote permanente y monstruoso de la CADE”, Política y políticos, 3, 8-11-1955: 3), critica la restauración de Bunge y Born en el monopolio de la exportación de cereales (“Piedra libre para Bunge y Born”, Política y políticos, 3, 8-11-1955: 1) y denuncia que “los equipos de la vieja oligarquía maléfica se han movilizado con violencia inusitada en una carga fulminante, ocupando los lugares estratégicos en los ministerios públicos, en las funciones directivas de una prensa monopolizada, en las subsecretarías de estado, en las funciones docentes de más preeminencia” (“De nuevo la vieja oligarquía”, Política y políticos, 3, 8-11-1955: 4). Torres vuelve a su vieja práctica de la “carta abierta” (“Carta Abierta al general Lonardi”, Política y políticos, 3, 8-11-1955: 3). Después del discurso del 26 de octubre sobre el plan económico dice que el informe es parcial, que no apunta al bienestar general, que la devaluación atenta contra los intereses populares y solicita convoque a un “Congreso Temporario de Economía Nacional” con representaciones sectoriales y profesionales para privilegiar medidas circunstanciales y permanentes centradas en el interés nacional. Ilustra la nota una caricatura de Prebisch, a quien bautiza como “profeta del hambre”. En recuadro de contratapa va la “carta angustiada” de un lector, “un espectador y actor del movimiento” decepcionado por las palabras de Lonardi al anunciar el plan con “citas de Avellaneda y juramentos pronunciados ante organismos internacionales”. En un recuadro de tapa agradece los saludos y apoyos, y aclara que “no leemos anónimos”, sino que basan las denuncias en pruebas documentadas.

El número 4, correspondiente al 15 de noviembre, queda desfasado al entrar en imprenta antes del desplazamiento de Lonardi. En tapa postula la firma de un tratado con el objetivo de dejar “establecida la paz interna” (“En solemne tratado debe quedar establecida la paz interna”), siguiendo la línea conciliadora del primer presidente provisional de la “Revolución Libertadora”. En tapa descalifica abiertamente a Dell’Oro Maini por su ansia de “figuración y predominio” al servicio de cualquier gobierno. Al interior sigue con cuestiones esbozadas en números anteriores: CADE (“Interconexión”), “Reconstrucción de la universidad… al 3 de junio de 1943”, “actuaciones de Prebisch y la Cepal”, “Petróleo” y “‘Ascua’ en ascuas” (Política y Políticos, 4, 15-11-1955).[33]

Aplaude la medida del juez Botet haciendo valer “El imperio del derecho” con un fallo a favor de los recursos de habeas corpus que la Comisión Nacional de Investigaciones, por “un exceso de celo y patriótico empeño”, estaba invalidando.

En el número 5 del 22 de noviembre de 1955 (“Los imperativos de Mayo y de Caseros”) enfrenta el hecho del desplazamiento de Lonardi y ve “una ofensiva de locos furiosos en contra de los que no piensan como ellos, calificando a todos los disidentes como nazis, totalitarios y traidores”. Y plantea de manera frontal: “Entre los que piensan al revés, frente a estos paladines esforzados del asalto a las posiciones políticas, a las canonjías del presupuesto, a las togas oficiales, a las poltronas de los ministerios públicos y a las secretarías rentadas de los hombres poderosos, todo ello logrado gracias al heroísmo de otros, que también son tachados de nazis, de reaccionarios, de totalitarios, hasta de creyentes en Dios, me encuentro yo, hombre humilde y sin partido que me ampare”. Dice que asumirá su propia defensa haciendo uso de la palabra para defender sus verdades. Llama a la prudencia, y ante el “imperativo de Mayo” dice que puede seguirse el camino de Rivadavia o el de San Martín. Luego señala que de Caseros puede hablarse haciendo referencia a la participación de ejércitos extranjeros o con el legado de la Constitución alberdiana, a la que de todos modos critica. Luego habla del “imperativo” de la Década Infame, aludiendo a los intentos restauracionistas. Cierra la larga nota diciendo: “quiera Dios que los dueños del poder no se enojen por la lectura de este artículo, inspirado en el servicio de la verdad y de la Nación, que no puede ser servida por nadie con mentiras. De todas maneras, heme aquí. Yo no sé hablar de otra suerte. ¡Que Dios me ampare!”. Esta argumentación ocupa tres cuartas partes de la entrega y en la contratapa vuelve con el tema Prebisch y Morixe, y un comentario sobre el funcionamiento de la Justicia. En un recuadro pequeño pide clemencia a los lectores, porque “escribimos en carrera con el tiempo, pródigo en acontecimientos que se imponen al análisis y al comentario. Dificultades técnicas nos ponen en la obligación de adelantar el material de redacción con una semana de antelación”, para justificar comentarios que quedan desactualizados.

En el número 6, del 29 de noviembre, se entretiene en la primera página con la polémica suscitada entre Pinedo y Prebisch por los contenidos del informe elaborado por este último. Vuelve sobre sus antecedentes en la década del treinta y a ello le suma la intervención de Prebisch negando que su aporte fuera un “plan”. Cierra el artículo diciendo que el propósito del “profeta del hambre” es la firma de un empréstito (“A propósito de un plan negado por su propio autor”, Política y Políticos, 6, 29-11-1955: 1-3). En el cuerpo del semanario hurga sobre los motivos del desplazamiento de Lonardi, atribuyéndolo a conspiraciones de Rojas; habla de quienes son restituidos en los cargos universitarios (“Cuatro ejemplos”); se mofa del trato que los abogados prestan a los acusados “peronistas” (“Diálogos en los Tribunales”) y plantea la intención de Prebisch (“‘mago de Oz’, o de la ONU”, lo llama) de “cazar mistos” para crear una corriente de opinión a favor de la constitución de empresas mixtas (“Empresas mixtas, trampas para mistos”). En otro artículo de índole doctrinaria aboga por la democracia de base municipal.

En la séptima entrega del 6 de diciembre encabeza el envío con el siguiente título: “Denunciamos y documentamos la realización de un plan monstruoso y perverso contra la independencia argentina”. Anota: “Quienes anduvieron por los soleados caminos de la Patria con los ojos abiertos en las últimas dos décadas, la ‘infame’ y la ‘peronista’, han podido ver mucho, pero lo más asombroso es lo que están viendo ahora mismo. El acontecer actual es insólito. Es como si el agua de los ríos retrocediera por el cauce, cuesta arriba, en un afán de retornar a sus fuentes lejanas. Hay muchos, sobre todo entre quienes ‘ayudan’ a gobernar sin tener la responsabilidad ejecutiva de ningún acto de gobierno y sí la ansiedad de sacar provechos políticos con los actos de quienes desempeñan tareas ejecutivas, un propósito bien manifiesto de dar por no producidos los hechos históricos que han venido ocurriendo mientras ellos estuvieron proscriptos de las funciones oficiales”. Y endereza hacia Prebisch: “El único que va aquí a lo suyo, es el Profeta del Hambre. Su responsabilidad es gravísima… como el frío realizador de un plan que tendrá tristísimas consecuencias para la Argentina”.

En ese número aborda los orígenes del artículo 40 de la Constitución de 1949 y la suerte de Arturo Enrique Sampay. Todavía la Constitución no había sido derogada –lo será el 26 de abril de 1956, por un decreto de Aramburu. Torres la reivindica como obstáculo a los planes del liberalismo restaurado. A la vez que echa sombra sobre Perón, tanto en el momento de las tratativas de la Convención como en el trato hacia Sampay y en las negociaciones con la California, tan duramente censuradas por Torres: “el artículo 40 de la Constitución Nacional, que estorba los planes del colonialismo en la Argentina, fue sancionado por la Convención Constituyente a pesar de los deseos y de las intenciones de Perón. Acaso en el nódulo de la persecución iniciada por Perón en contra de los miembros más destacados de la Convención Constituyente que sancionó ese artículo 40, se encuentre precisamente haber redactado ese artículo y el haber propiciado su sanción. El doctor Arturo Enrique Sampay, difamado, procesado y perseguido por el gobernador Aloé y por el presidente Perón, redactó el artículo 40 sin intervención de nadie, en la convicción de interpretar los objetivos concretos de la revolución, que no eran otros que el de substraer a la codicia de la alta delincuencia financiera internacional los bienes básicos de la República Argentina”.[34]

En la nota “La infamia en marcha inalterable” denuncia las arbitrariedades de la “Revolución Libertadora” en materia de detenciones. Trae los casos de Ernesto Palacio –detenido por traición a la patria y rápidamente liberado– y de Juan Carlos Goyeneche, a quien acusan de malversación en su paso por el gobierno de Lonardi. En nota firmada por Theonas parece descubrirse a Leonardo Castellani[35]. En esa nota se coloca la problemática argentina en una serie de antinomias que Torres no usaba: catolicismo-anticatolicismo; socialismo-antisocialismo.

En contratapa incluye un artículo de debate doctrinario en torno a las categorías de democracia y república, y profetiza un desencuentro entre Palacios –a quien conoce desde la década del treinta y rescata como “nacionalista”– y la “Revolución Libertadora”.

En el número 8, del 13 de diciembre de 1955, insiste en tapa: “La paz interna debe quedar afirmada en un tratado”. En el margen derecho plantea que la pacificación propugnada por Lonardi en sendos discursos se aleja de las costas argentinas (“Pacificación”). En el interior del semanario reproduce in extenso “Una pieza forense”: la defensa de John William Cooke realizada por los doctores Federico Cooke y José E. Terza. En contratapa, temas conocidos: “¿Volvemos a la Universidad de la entrega?” y “El plan restaurador y los ferrocarriles”. Agrega un artículo a favor del cooperativismo. En un recuadro anuncia la salida quincenal por suscripción anticipada, denunciando problemas en la provisión de papel y distribución del material.

Es probable que haya jugado una prohibición en la interrupción de la publicación, como estaba ocurriendo con otras del mismo género por entonces. La crítica a la política económica del gobierno encarnada en el “plan Prebisch”; la crítica al sector intelectual afín a la “Revolución Libertadora” a cargo de la “cadena”; la denuncia de limitaciones en la justicia; y la publicación, en el último número, de la defensa de Cooke –para entonces encarcelado por ser el interventor del Partido Peronista en Capital Federal– parecen razones suficientes para ese desenlace.

Según Soler Cañas (1969: 46), Política y Políticos fue “su última expresión de lucha”. Cuenta éste un encuentro casual con Torres ese momento: “Más tarde, consumada la revolución de 1955, nos encontramos en la esquina de Corrientes y Talcahuano, al paso no recuerdo ya de qué manifestación libertadora. Torres, que vivía a pocos pasos de allí, había salido a contemplar el espectáculo. Ese día me dio la impresión de un hombre en cierto modo abatido y desengañado, sabe Dios por la certeza de qué irremediable infortunio para la patria. Sólo recuerdo que ante unas palabras mías, me dijo: ‘El pueblo nos ha fallado’, frase que todavía hoy constituye para mí un enigma”.

Como ocurre con otros sectores del nacionalismo que habían combatido a Perón, ahora desplazados pasaban a ser perseguidos por los hombres de Aramburu y Rojas. Comenzaban entrelazamientos diversos en las publicaciones que constituían la oposición a la “libertadura”. Esos cruces, en el llano, se prestaban a juegos de alianzas con los peronistas en desgracia y abrían las puertas de sus publicaciones a hombres de los que hasta ayer habían sido enemigos. La inversa resulta cierta también: la revista Política y políticos es citada como referencia por publicaciones de neto corte peronista, como es el periódico Argentina que dirigió Nora Lagos (Moyano Laissue, 2000).

 

Final del recorrido de Torres

Por las condiciones políticas de la Argentina, Torres viaja. Sufre una gran desilusión. Está decaído. Molesto. Se va solo. Su familia queda en Buenos Aires. Va a España con el propósito de no regresar más al país. Es alojado por Generoso Gil. Según su esposa: “admiraba todo lo español”. Un resultado de su viaje es un encuentro con Pío Baroja. Sin embargo, a los dos meses regresa desanimado y sin fuerzas. Está deprimido. Decepcionado. Dice: “Como Carlos Guido Spano, me corto la coleta[36] y me meto en la cama a leer. No escribo más” (Buela, 2010). Esta actitud de corte, de retiro, de separación de la actividad política, parece común a otros escritores del nacionalismo, como Doll. Está encerrado en su casa. Recibe algunas visitas. Entre ellos sigue frecuentándolo el P. Amancio González Paz.

Luego de casi una década de silencio fallece en Buenos Aires, en Arenales 1461, el día 4 de noviembre 1965 a las 21 horas, tras una operación de dos tumores benignos que tenía en su frente. El certificado de defunción, realizado en el Registro Civil el día 5 de noviembre, consigna su condición de hijo de Domingo Torres y Elvira Barroso, su estado de jubilado y su matrimonio con María Brígida Sal.

Muere en la austeridad y la pobreza. Con su familia había tenido que dejar el departamento de Talcahuano para achicar gastos, mudándose a la calle Las Heras 3773. Sus amigos de entonces, entre ellos Pepe Taladriz, realizan una colecta para comprar el cajón. Sus restos son enterrados en el osario público del cementerio de la Chacarita.

“Sólo un periódico hízose eco de ella. En la hora dolorosa del tránsito, el gran patriota, el periodista integérrimo no acongojó al país” (Soler Cañas, 1969: 47). Se refiere al artículo que escribió Jauretche en Prensa Argentina al día siguiente.[37] El P. Castellani escribe a la viuda el 25 de noviembre, diciéndole que supo que estaba enfermo por Taladriz, y de la muerte de Torres por haberse topado por casualidad con el P. Amancio González Paz. “Ahora que sabemos qué enfermedad tuvo, vemos qué generoso, bondadoso y cortés fue José Luis toda su vida”. “Hay una deuda que pagar con José Luis Torres. Quienes lo conocieron, quienes fueron amigos o compañeros suyos, quienes lucharon por la misma bandera que él, no deben dejar desvanecerse su figura ni sus escritos, porque ambas fueron –son– una lección perdurable de patriotismo” (Soler Cañas, 1969: 47).

Cabe consignar que en tiempos del rectorado de Rodolfo Puiggrós en la Universidad Nacional Popular de Buenos Aires, entre las medidas que se llevaron a cabo se nombra, por su aporte a la “liberación nacional”, como profesores eméritos post-mortem a Eva Perón, Ramón Carrillo, Raúl Scalabrini Ortiz, John William Cooke, Luis Dellepiane, Santiago del Castillo, Leopoldo Marechal, José Luis Torres, Juan José Valle, Diego Luis Molinari, Homero Manzi, Enrique Santos Discépolo y Carlos Astrada (Resolución del Consejo Superior 91/73), junto a la designación como profesores eméritos, debido a su labor científica, política o profesional a Hernández Arregui, José María Rosa y a los presbíteros Hernán Benítez y Leonardo Castellani, entre otros (Resolución del Consejo Superior 92/73).

Veinte años después de su muerte, sus restos fueron trasladados a Tucumán y descubrieron una placa el ministro de Gobierno de la provincia, José Cuneo Vergés, y la viuda de Torres, María Brígida Sal. Hicieron uso de la palabra la directora del Archivo Histórico Provincial, Ana María de Salim, y por la comisión de Homenaje, Daniel Campi (La Gaceta de Tucumán, 10-11-1985).

 

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Torres JL (1973c): La década infame. Buenos Aires, Freeland.

Torres JL (1973d): La oligarquía maléfica. Buenos Aires, Freeland.

Torres JL (2010a): La década infame. Obras selectas. Buenos Aires, Docencia.

Torres JL (2010b): La oligarquía maléfica. Obras selectas. Buenos Aires, Docencia.

Torres JL (2010c): La patria y su destino. Obras selectas. Buenos Aires, Docencia.

Torres JL (2010d): Los Perduellis. Obras selectas. Buenos Aires, Docencia.

Torres JL (2010e): Nos acechan desde Bolivia. Obras selectas. Buenos Aires, Docencia.

United States Government (1946): Blue book on Argentina. Consultation among the American Republics with respect to the Argentine situation. New York, Greenberg.

Walsh R (1996): Ese hombre y otros papeles personales. Buenos Aires, Seix Barral.

Yelpo J (1987): Ejército, política y proyecto alternativo, 1920-1943. Buenos Aires, Guardia Nacional.

Zuleta Álvarez E (1975): El nacionalismo argentino. Buenos Aires, La Bastilla.

[1] Varios autores se han interesado en esta prensa. Uno de los esfuerzos más atentos a la trayectoria de estos directores-gestores fue objeto de la tesis de Laura Ehrlich (2010).

[2] Aunque parece que la denominación se debe al poeta Lisardo Zía.

[3] El último de ellos, por cierto bien completo, es el de Piñeiro Iñíguez. Ubica a Torres en el “nacionalismo popular antes del nacionalismo popular” junto con FORJA (Piñeiro Iñíguez, 2013: 330) y luego refiere a la influencia ideológica de Torres en el GOU y al contacto personal con Perón, pero afirma que no tiene “mayores significaciones inmediatas” (Piñeiro Iñíguez, 2013: 343). En la bibliografía utilizada solo aparecen citados La patria y su destino, Nos acechan desde Bolivia y La oligarquía maléfica. Cabe decir que las referencias principalísimas para identificar esta influencia se encuentran en los textos previos de Torres (Algunas maneras de vender la Patria del año 1940, Los Perduellis del año 1943 y La Década Infame del año 1945, unidos a las cartas abiertas realizadas con periodicidad por el autor antes del golpe de 1943).

[4] A modo de ejemplo: Vida de Scalabrini Ortiz (Galasso, 1970); Jauretche y su época (1901-1955) (Galasso, 1984, 2004); Ramón Doll: del socialismo al fascismo (Galasso, 1984); José María Rosa, el historiador del pueblo (Manson, 2010); Fermín Chávez y su tiempo (Manson, 2011); Luis Soler Cañas. El asno del pensamiento nacional (Hernández, 1996).

[5]Citamos los materiales que refieren a la trayectoria y pensamiento de José Luis Torres: Buela (2010, sf, 1983), Bravo de Salim y Campi (1986), Rubinelli (2005), Galasso (2005).

[6] Vicente Domingo Sierra, Pedro de Paoli, Atilio García Mellid, Juan Pablo Oliver, Adolfo Silenzi de Stagni, Alejandro Olmos, J.L. Muñoz Azpiri, por nombrar ciertas figuras que no han tenido un exhaustivo tratamiento en la historiografía.

[7] Director de Palabra Argentina en tiempos de la “Revolución Libertadora”. Luego trabajará la temática del endeudamiento (Olmos, 1995).

[8] Walsh (1996). Refiere a Torres en página 15. Para una reconstrucción global: Jozami (2008).

[9] En El Ministerio de Agricultura ante la revolución (7 de abril de 1944) recupera la memoria de Mosconi.

[10] Bravo de Salim y Campi (1986: 6) citan el testimonio de la hermana de José Luis, Dora Torres.

[11] De quien Torres (1941) guarda un sentido recuerdo.

[12] Para una reconstrucción de la gestión de Nougués puede consultarse a Páez De la Torre (1975).

[13] Manifiesto del nacionalismo argentino, 31-10-1935, firmado por Raymundo Meabe y Roberto de Laferrere, aunque redactado por Carlos Ibarguren (Ibarguren, 1969: 327-333).

[14] Fraga (1993: 450). Cabe consignar que Torres conocía a Fresco.

[15] Rodolfo Lestrade era un abogado porteño nacionalista que participaba del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. Tiene una serie de trabajos referidos a demografía y economía en el período rosista, publicados en la Revista del Instituto.

[16]Referencias de B. Sal de Torres a Fermín Chávez. Confirmado por Bravo de Salim y Campi (1986).

[17] Díaz Araujo (1971), quien sigue fuertemente a Lezica (1968).

[18] Montes y Perón se reúnen en el departamento del último. Montes lleva un borrador trabajado con sus amigos radicales. Perón redacta uno alternativo: “Esta proclama fue escrita en un plazo no mayor de quince minutos, a las 10 de la noche del día 3 de junio. Y digo esto, porque si hubiera sido el producto de una maduradísima reflexión, probablemente no habría reflejado la aspiración que sentíamos, porque las proclamas no han de pensarse, sino que han de sentirse”.

[19] “El domicilio de José Luis Torres, sito en Perú 971, reunió más de una vez a Perón, Gonzalito y Emilio Ramírez con el dueño de casa” (Chávez, 1975: 201). Dirá Brígida Sal de Torres a los autores Bravo de Salim y Campi (1986): “Perón vino a almorzar tres veces a casa. Le gustaba el pollo con crema de leche”.

[20] Gasio (2014: 305). Ruiz (2014) señala: “uno de los periodistas claves de la época, José Luis Torres, director de Ahora, fue el que más hizo por su fama. Torres había sido nada menos que quién rotuló para siempre como ‘década infame’ los años treinta. Tenía una estrecha relación con Perón y el GOU, tanto que los libros de Torres se usaban para la formación de los hombres de la logia, en especial Una de las tantas maneras de vender a la Patria y Folleto a las Fuerzas Armadas. Torres le hizo una extraña entrevista pocos días después del golpe de 1943 para su periódico Ahora y lo presentó como el poder detrás del trono. El título fue ‘Ahora visita al jefe del Estado Mayor de la revolución del 4 de junio’. Fue extraña porque no era usual que se produjera en una dictadura semejante destaque mediático de quien no era su máxima autoridad”.

[21] Dirigido por Lautaro Durañona y Vedia, era de orientación nacionalista, así como el posterior Tribuna. En el contexto de la guerra era neutralista pero crítico de los movimientos de la embajada alemana en Buenos Aires y condescendiente con el gobierno militar en muchos temas. No era financiado por los alemanes, como frecuentemente se consigna. Varios autores afirman que era provisto por Fresco. Recibía la cuota papel del gobierno militar. Lautaro Durañona financia la salida de Los Perduellis, en el año 1943, según consta en la noticia preliminar.

[22] “Jose Luis Torres served as editor of Cabildo and Ahora, associate of La Epoca, writer on the staff of Tribuna, and as a contributor to El Federal and El Pampero” (United States Government, 1946: 26).

[23] Palacio le presenta a Manuel Ugarte y a Pedro Juan Vignale, que se desempeñarán como embajadores en México y Colombia-Venezuela, respectivamente, en el primer gobierno.

[24] Luna (1968: 498). Se relanzó en octubre de 1945, aunque ya había funcionado con anterioridad, y tuvo una importante actuación tanto para las elecciones de febrero como más tarde en los debates relativos a la aprobación del Acta de Chapultepec y la Carta de las Naciones Unidas. “Tribuna continuaba a Cabildo, pero lo superaba en calidad periodística y alcance popular: su suplemento literario, por ejemplo, era excelente, y brindó a los nacionalistas la posibilidad de explayarse en los temas culturales –que eran sus favoritos– y competir en ese plano con los de otros grandes diarios, de los cuales estaban excluidos” (Zuleta Álvarez, 1975, II: 524).

[25] Más tarde reunido en el libro de Ibarguren (1946).

[26] Torres (1947). A este folleto hace referencia Perón en tiempos de la “Revolución Libertadora” al hablar del “caso Bemberg” sin nombrar a Torres.

[27] “Que se vayan a la puta que los parió. Frente a la insolencia y a la inconsciencia de pretender seguir impartiendo lecciones de buen y eficaz gobierno, de que se creen el ejemplo más bello y de su intento de saturar con moralina cívica fabricada con orines de zorrino la conciencia del pueblo, viene bien esa elocuente y conocida expresión criolla que no lleva ninguna intención de agravio para sus madres, porque va dirigida tan sólo a quienes les viene bien en virtud de su propio esfuerzo” (Torres, 1953: 27).

[28] “Me parece advertir que en ciertas fisuras del régimen actual de gobierno, tan grato a mis sentimientos en muchos aspectos de su obra, se mueven cucarachas y están tejiendo la misma tela de siempre, con silenciosa urdimbre, las viejas arañas peludas del régimen caído” (Torres, 1953: 26).

[29] Profesor de Derecho Penal de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, a quien entrevistan en el primer número.

[30] Esta impugnación es simultánea y paralela a la que hace Scalabrini Ortiz desde El Líder o la que realiza el grupo de Lucha Obrera.

[31] Este era un lugar común de la prensa y los reclamos nacionalistas por entonces, como los de Juan P. Oliver o Silenzi de Stagni en medios como Esto Es, y más tarde en Azul y Blanco.

[32] Frase que Perón repetirá hasta el cansancio en años siguientes.

[33] Señala la visita a Lonardi, subrayando su nula acción en la gesta de la “Revolución Nacional Libertadora” y llamándolos “vivos” que ahora “quieren participar en el presupuesto y en el gobierno”.

[34] “La verdadera historia del artículo 40 de la Constitución del año 1949” (Política y políticos, 7, 6-12-1955: 4). Contra la opinión de Torres, puede verse que Sampay viaja a Europa en misión encomendada por el mismo Perón para conocer lo que estaba pasando en el Viejo Continente, y el intercambio epistolar entre ambos con relación a los trabajos de Sampay en relación a la Constitución.

[35] En “Cartas boca arriba” (Política y políticos, 7, 6-12-1955: 4) aluden a “nuestro colaborador y amigo R.P. Leonardo Castellani”.

[36] Refiere a dejar la actividad.

[37] Arturo Jauretche, Prensa Argentina, noviembre de 1965: “No hay ningún periodista argentino que no haya querido escribir su necrológica. Pero no hay ningún periódico argentino que haya querido recogerla. Este silencio que ha habido para la muerte de José Luis Torrres prueba simplemente que murió en su ley. Esto es lo que se llama aquí ‘libertad de prensa’. Libertad de los intereses antinacionales y antipopulares para impedir que tenga medios de expresión lo nacional y popular”.

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