Democratización del goce y derecho a la asistencia: hitos del peronismo

Inspirados en el Ciclo de Pensamiento Nacional, Popular y Democrático en Clave Latinoamericana (UNLP) por la conmemoración de los 100 años del natalicio de Eva Duarte de Perón, desde el Grupo de Investigación Problemáticas Socio Culturales de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP) se organizó el ciclo titulado “Evita: cien días para cien años”. El mismo comprendió un conjunto de actividades que contribuyeron a visibilizar y reconocer en el ámbito académico en el campo de “lo social” los aportes que realizara Evita, especialmente en materia de concepciones y perspectivas sobre derechos sociales y políticos. Los debates e intercambios que se generaron durante estos encuentros pusieron de manifiesto la invisibilización –injusta e injustificada– que sufrió Evita de su persona, su pensamiento y su obra, al menos en la formación de trabajadores y trabajadoras sociales en la UNMDP. De hecho, existen diferentes producciones vinculadas al tema, escritas por colegas, tales como Norberto Alayón, Alfredo Carballeda, Ana Arias, José Scelcio, entre otros. En la Facultad de Ciencias de la Salud y Trabajo Social compartimos la unidad académica con las carreras de Terapia Ocupacional y Enfermería. Desde esta última –a través del trabajo realizado por Beatriz Morrone– pudimos tomar contacto con textos que dan cuenta de la relación que existe entre Evita y la profesionalización de enfermería en el país. Sin embargo, para nosotros esto resultó alarmante, ya que no habíamos tenido conocimiento de dichas producciones, debido a que no forman parte de los cuerpos bibliográficos con los que estudiamos Trabajo Social. A esto debemos sumar que la mayoría de las instituciones en las que estudiantes de grado y posteriormente graduados y graduadas se desempeñan profesionalmente formaron parte o estuvieron en contacto con el conjunto de instituciones creadas por la Fundación Eva Perón (Dahul, Meschini, Saba y Sosa, 2020).

La Fundación (FEP) constituyó una experiencia política y organizativa que realizó aportes inconmensurables a la sociedad en su conjunto, y en especial en el campo de la salud y lo social. A pesar de la infame pintada que celebraba la enfermedad de Eva –“viva el cáncer”– se presagiaba su muerte después de una larga y dolorosa enfermedad. Sabemos bien que Evita desapareció físicamente, pero no murió. A 100 años de su natalicio y a pesar de todo lo que se realizó –y aún se realiza– para “borrarla de la historia”, podemos afirmar que Evita vive y no abandonó a su pueblo. El pueblo sigue recordándola. La realización de un ciclo de actividades nos llevó a definir que no queremos ser parte del grupo de docentes y trabajadores y trabajadoras sociales que en sus programas de trabajo docente y en sus clases omiten, excluyen o censuran del canon de formación académica de las universidades a la figura de Evita.

Este artículo constituye una pequeña contribución para repensar algunas cuestiones que pasan inadvertidas, o que están y no las podemos leer o descifrar: ¿cuántas veces ejercemos el Trabajo Social en instituciones que se crearon a través de la FEP? ¿Por qué esta información es omitida o silenciada? ¿Cuántas veces se invisibilizó lo sucedido en y con las instituciones de la FEP luego de 1955? ¿Acaso no sabían que las instituciones de la FEP luego de 1955 fueron intervenidas y desmanteladas, y que se retiraron de esos espacios los símbolos “peronistas”? A esto sumemos la destrucción de todos aquellos elementos y accesorios en cuyas placas estaban grabadas las iniciales de la FEP –pulmotores y frascos de sangre de los hospitales de la FEP y el asalto militar sobre la Escuela de Enfermeras fundada por Carrillo, entre tantos otros ejemplos– o el cierre definitivo de esas instituciones. Lo que no se destruyó, se confiscó. Los muebles de los hospitales, hogares para niños y hogares de tránsito fueron intervenidos, en medio de una campaña de propaganda que condenaba “el lujo” que le propinaba la FEP a “sus descamisados”.[1] La asistente social Marta Ezcurra,[2] fundadora de la juventud de la Acción Católica en 1931, a quien la unía una estrecha vinculación con la Sociedad de Beneficencia, ordenó en 1955 la ocupación militar de cada una de las Escuelas Hogar para “desperonizarlas”. “Se procedió a retirar o destruir todos los símbolos peronistas. Los niños alojados en ellos fueron testigos, en cada uno de los patios, del fuego en el que ardieron frazadas, sábanas, colchones, pelotas y juguetes con el logo de la FEP” (Russo, 2016). Fue la misma Marta Ezcurra[3] quien en su momento informó a la dictadura –que había ocupado el gobierno y destituido al general Perón, quien se había impuesto en las elecciones por más del 60% de los votos– que desde la FEP “la atención a los menores era suntuosa, incluso excesiva, y nada ajustada a las normas de sobriedad republicana que convenía para la formación austera de los niños”.

Como puede apreciarse, la crítica a la suntuosidad desmedida, al desborde y a la exageración no son nuevas cuando son referidas al peronismo. Llevan en sí una genealogía de odio, de inconmensurable incomprensión y desprecio hacia las personas más humildes de nuestra patria.

El decreto-ley 4161/56, firmado por Pedro Eugenio Aramburu, establecía la prohibición “en todo el territorio de la Nación” de “las imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas, la utilización de la fotografía, retrato o escultura, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes. Dichos objetos ofenden el sentimiento democrático del pueblo argentino y constituyen para éste una afrenta que es imprescindible borrar”. Constituye un instrumento legal pero no legítimo para ejercer, en el marco de la mal llamada “Revolución Libertadora”, un claro ejemplo de intolerancia democrática y violencia política. Este decreto, de solo cinco artículos, se constituyó en la herramienta fundamental para el ejercicio de la práctica de desperonización en nuestras instituciones. Sin embargo, ante esta prepotencia de la desmemoria e imposición del silencio y el olvido acerca de las diferentes preguntas que fuimos realizando y todas las que aún restan hacer y responder, podemos advertir que poseen una línea en común: todas aquellas medidas que tomó el peronismo y que implican una ampliación y una universalización de derechos, han sido consideradas como “lujos” o beneficios. Nunca como derechos. La afirmación de Evita acerca de que “donde existe una necesidad nace un derecho” habilitó una nueva interpretación sobre las necesidades sociales que posibilita comprender a la asistencia social de una forma que hasta ese entonces no se conocía: la necesidad como la expresión de un derecho vulnerado.

La FEP imprimió una marca de agua en las instituciones de nuestro país a pesar de los 18 años de exilio, proscripción y dictadura (Dahul, Meschini, Saba y Sosa, 2020). La marca de agua es esa marca que aparece, pero que en sí no desaparece de las hojas, de las imágenes. Permanece siempre ahí. Puede intentar ser borrada. Sin embargo, está. Perdura. Circula. Pueden existir formas e intenciones de borrar dichas marcas, y ante eso se emplean diferentes formas y mecanismos para lograrlo.

El programa político de Evita y la consolidación del modelo de ayuda social que se materializó desde la FEP se inscriben dentro de un proyecto político, económico y social mayor que es el peronismo, que se expresa a través del Partido Justicialista y el Movimiento Peronista[4] desde 1946 a la fecha, cada vez que constituyó gobierno para conducir el Estado –nacional, provincial o municipal– y lo gestionó desde la tensión y la disputa que se dan en relación al ejercicio de la soberanía, la política internacional, el reconocimiento a los trabajadores y las trabajadoras, la regulación de la economía por parte de un Estado Social, la creación de condiciones materiales para la justicia social, la asistencia social y la democratización del goce para las y los humildes de la patria.

 

La Fundación Eva Perón y la asistencia social: el surgimiento de una forma de democratización del goce peronista

La asistencia en Argentina porta una marca de nacimiento que la vincula directamente al modo de intervención del Estado oligárquico-gendarme y se instituye durante el modelo de acumulación capitalista denominado agroexportador, situado en el período 1870-1930 (Torrado, 2003).

Eva Duarte de Perón realizó una fuerte crítica a la Sociedad de Beneficencia y a la filantropía, argumentando que instrumentaban su acción a través de una limosna. Enfrentó con singular vehemencia a los sectores de la aristocracia y de la oligarquía argentina, replicando que desde un “lugar de diversión perversa” en el que se organizaban fiestas, agasajos y diferentes clases de eventos culturales y artísticos, a partir de los cuales se reunían y juntaban fondos para los pobres, mientras las y los asistentes se divertían. Denunció que estos sectores daban limosna como una práctica de crueldad. La limosna, tal como se conoce comúnmente, constituye una práctica que generalmente se realiza basada en la conmiseración y la compasión de grupos o sectores de la población: viudas, pobres, paralíticos, huérfanos, presos. Estas caracterizaciones fueron constituyendo una forma instituida para dar ayuda a quien se considera que “necesita”. Pero la limosna se efectúa desde en un lugar de superioridad o de asimetría que a su vez profundiza la desigualdad. Por contraposición, Evita sentó las bases para entender la asistencia como un derecho social. Siempre manifestó la insatisfacción que siente un pobre al recibir una limosna y que pensaba y actuaba al servicio del “pueblo” (Cabrera, 2003), expresando en toda ocasión su desprecio por la beneficencia, que hasta ese momento era la forma a través de la cual la oligarquía terrateniente argentina se vinculaba con los pobres. Frente a la limosna, a la caridad, a la filantropía, Evita instaló desde la Fundación otra manera de ayudar, imprimió una marca personal que la distinguía en todas sus acciones. En palabras de Eva: “mis ‘hogares’ son generosamente ricos… más aún, quiero excederme en esto. Quiero que sean lujosos. Precisamente porque un siglo de asilos miserables no se puede borrar, sino con otro siglo de hogares excesivamente lujosos” (Perón, 1951: 34).

A decir de sus detractores, se caracterizó por la alta calidad de los materiales con que se construían los edificios destinados a la asistencia social, a los hogares de niños y niñas y de adultos y adultas mayores, los “excesivos” y “suntuosos” recursos que distribuía, las “refinadas” comidas brindadas en los hogares, el “innecesario” cambio de muda de los que estaban en esos hogares, como así también de las sábanas y otros elementos similares. Evita siempre hacía alusión a la necesidad de que esas instituciones y hogares debían ser “lujosos”, con el fin de borrar las imágenes de asilos miserables (Perón, 1951) a los que se habían confinado a miles de niñas y niños por el solo hecho de que sus familias eran pobres.

La creación de instituciones como las mencionadas impactó de manera notoria no solo en la ampliación del acceso y en el ejercicio pleno de derechos sociales de grandes mayorías que habían sido relegadas, sino que también posibilitó la construcción de imaginarios sociales diferentes durante la instalación del modelo industrializador justi­cia­lis­ta en Argentina.

Lamentablemente, como sabemos quienes defendemos la causa del Justicialismo, las diferentes dictaduras cívico militares eclesiales, y la proscripción y persecución del peronismo no permitieron “un siglo de hogares excesivamente lujosos”, como pretendía Evita. Los pobres siguieron tutelados, exceptuados de los derechos sociales, y la ayuda social que recibieron por parte del Estado construirá, a diferencia de las identidades colectivas que se generan durante el peronismo, identidades fragmentadas y estigmatizadas.

El peronismo, frente a la lucha de clases y el sacrificio de la gente, propuso la democratización del goce. Ésta surge de una interpretación vernácula del fantasma del goce lacaniano realizada por el artista plástico Daniel Santoro, quien sostiene que es su falta de vocación por la lucha de clases y su propuesta movilidad social ascendente desde el capitalismo lo que propuso el peronismo a peones de campo que migraron a la “ciudad” y luego se constituyeron en obreros que conformaron la CGT, haciendo de la misma uno de los movimientos sindicales de trabajadores organizados más importantes de América Latina.

La democratización del goce peronista activa el fantasma neurótico del goce en las clases medias argentinas, trastoca el orden social y subvierte cuando posibilita que: “Este negro está gozando de algo de lo que yo debería gozar. Yo no puedo ser feliz porque este negro es feliz. Este negro debería dejar de ser feliz para que yo pueda empezar a serlo, esto se ve ahora en los cacerolazos, aparece siempre. Es un fantasma que despierta el peronismo. Que es especialista en ubicar a un negro gozando al lado de un blanco que no lo quiere ver gozar. Por eso Eva Perón pone los hoteles sindicales en el centro de Mar del Plata. Habrá preguntado a sus asesores: ¿adónde van a gozar los blancos? A Mar del Plata, señora, le habrán dicho. Bueno… ahí vamos a hacer los hoteles sindicales” (Santoro, 2019).

Fue así que sin mucho aviso previo que –en este proyecto político de democratización del goce– La Plata se convirtió en “la ciudad de los niños” y Mar del Plata se convirtió en la ciudad de “los grasas”, de los “negros”. Cambiaron los chalets marplatenses por edificios de altura, a partir de la vigencia de la ley de propiedad horizontal. Muchas personas accedieron a gozar del aguinaldo y las vacaciones pagas. A esto debemos sumar, por ejemplo, los hoteles de turismo social, los Juegos Nacionales “Evita” y los Juegos Bonaerenses que posibilitaron que muchos niños, niñas, adultas y adultos mayores por primera vez en su vida vieran el mar. Existen quienes aún continúan añorando la Mar del Plata de la aristocracia argentina que veraneaba en la ciudad: los Anchorena, los Alzaga Unzué, los Peralta Ramos, los Martínez de Hoz, los Ocampo, entre otros apellidos. Es necesario aclarar que aún quedan varias de sus propiedades, sus tierras y sus obras.[5]

La democratización del goce se convirtió en territorio en disputa entre los intereses que aún tienen las oligarquías terratenientes y las clases trabajadoras. El acceso al sistema de seguridad y protección social posibilita acceder también al derecho al ocio y a vacaciones pagas. Así se fue haciendo efectiva la democratización del ocio, y con ella la activación del fantasma del goce que impide romper en esta ciudad el encantamiento que realizaron las oligarquías –que, aunque no vienen a Mar del Plata, están– por el cual, a pesar de todo lo que el peronismo le dio a la ciudad, nunca tuvo un gobierno local peronista.

Ahora bien, dicho esto, vale la pena preguntarse: ¿cómo fue que se democratizó el goce? La respuesta a esta pregunta lleva a relacionarlo con el acceso a derechos a través de políticas sociales redistributivas del ingreso. Se realizó una reformulación de la “democratización del goce” que se impulsó a través del Justicialismo y la FEP.[6]

Pero aclaremos algo: la asistencia se instituye en Argentina durante la denominada década infame a partir de la convocatoria que realiza el gobierno del presidente Agustín Pedro Justo (1932-1938) a la realización de la Primera Conferencia Nacional de Asistencia Social en 1933. Durante dicho encuentro se promovió el intercambio entre especialistas, particularmente de los países anglosajones, quienes desde una posición reformista liberal sostenían la necesidad de tecnificación y profesionalización de la asistencia (Krmpotic, 2016). Pero Alfredo Carballeda (1995, 2008) describe que la aparición en forma más sistemática de Políticas Sociales a través de programas y planes de gobierno puede encontrarse a partir de 1946.[7] A partir de ese momento, las acciones de la Fundación Eva Perón, el Primer Plan Quinquenal y la gestión de la Secretaría –luego Ministerio– de Salud Pública de la Nación, sumado a la aparición de nuevas formas de promoción social y nuevas modalidades organizativas, o resurgimiento de otras –sindicatos, cooperativas, etcétera– van a ir transformando la trama social argentina. Por otra parte, existieron modificaciones muy importantes en la estructura social que indican el impacto del Justicialismo en la vida política, económica, social y cultural argentina. Apareció la idea de justicia social y, con ella, una serie de obras realizadas desde la FEP que formaron parte de la operativización –nunca vista hasta ese momento– de la puesta en acto del derecho a la asistencia.

Es así que, en este esquema, el papel estratégico de la FEP fue definido por la propia Eva Perón como una forma de “llegar a los lugares donde la Justicia Social aún no ha llegado”. A partir de esta definición se puede suponer que Evita entiende la tensión que se genera en todo proceso revolucionario que se desarrolla en el marco de la democracia y del capitalismo, que no era homogéneo y que no iba a llegar a los diferentes lugares de nuestro país donde había siglos de injusticia. La asistencia que se promovió desde la FEP y de las nuevas instituciones que fueron creadas desde el Estado vincularon a las profesiones que trabajaban en ellas –medicina, enfermería, trabajo social, entre otras– y al ejercicio profesional con los derechos sociales y con la idea de dignidad que se fue gestando en ese proceso y que instauró una nueva direccionalidad y lógica interventiva. La aparición de las políticas sociales marcó nuevos sentidos que atarán a las prácticas del campo de lo social. Esta forma de asistencia plantea la posibilidad de que forme parte de políticas sociales de redistribución de riqueza previamente producida, como reapropiación –por parte de los sectores populares, que como tal les pertenece inalienablemente– y como derechos sociales conculcados.

La noción de asistencia que se construyó a través del accionar de la Fundación Eva Perón forma parte de una innovación social que se desvinculó de formas previas de ayuda social –limosna, caridad, beneficencia y filantropía– para inscribirlas como un derecho social, de la dignidad humana de toda la ciudadanía en su conjunto.

El peronismo, a través de la Constitución Nacional del 49, fijó las prioridades y los avances en cuanto a los derechos de los trabajadores y las trabajadoras. Se modificó la concepción del trabajo, que quedará fijada en un mismo capítulo, donde se contemplan cuatro derechos fundamentales respecto a: la familia, la ancianidad, la educación y la cultura, y que a su vez sentaron las bases de la Doctrina Justicialista. En su artículo 37, capítulo III: “Derecho del trabajador, de la familia, de la ancianidad y de la educación y la cultura” se hace referencia a derechos que imparten una nueva concepción social e incorporan conceptos que antes no se habían legislado, revalorizando el papel del trabajador y la trabajadora con una visión más integral. Considera al derecho a trabajar como una necesidad, tanto material como espiritual. Esto expone claramente la concepción social e integral del trabajo, y promueve la protección del trabajador y la trabajadora por parte de la sociedad, considerándolos con la dignidad que se merecen y proporcionando ocupación a quien lo necesite.

En esta línea, si bien no es motivo de este artículo, no podemos dejar de mencionar la similitud que existe entre esa situación y lo que aconteció con las políticas implementadas durante el ciclo de gobierno nacional, popular y democrático (Madoery, 2012) inaugurado con el gobierno de Néstor Kirchner y seguido con el de Cristina Fernández, que incluyó medidas de carácter universal, tales como la AUH, Conectar Igualdad, Plan Qunita, estatización de los aportes y acceso masivo a jubilaciones y pensiones, Plan Federal de Viviendas, Pro.Cre.Ar, Pro.Cre.Auto, entre muchas otras. Se inició un período de doce años durante el cual, al decir de Daniel Santoro, se “democratizó el goce” (Santoro, 2019).

En estos momentos en que se discuten ideas como la Renta Básica Universal[8] o el Ingreso Ciudadano Universal en nuestro país, creemos que es necesario discutir las nociones de asistencia desde el legado que dejó el peronismo, tanto desde su experiencia política como de su doctrina. Ambas han marcado nuestra historia como pueblo. Bien sabemos que, en estas latitudes, dichas iniciativas pueden ser consideradas de manera tal que, si no se realizan las mediaciones pertinentes, pueden no sumar a la construcción del proyecto político nacional y popular. Estas propuestas, así como se están presentando al debate público, poseen un carácter eurocéntrico que –a nuestro humilde entender– estamos obligados a discutir. La Constitución del 49, el legado de la FEP, la noción de justicia social desde una perspectiva Justicialista, seguramente interpelarán desde un pensar situado a estas propuestas. Son debates que nos debemos, y estamos en la obligación de realizar desde nuestra posición de trabajadores sociales comprometidos con las luchas por una vida más digna de nuestro pueblo.

 

Bibliografía

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Dahul ML, P Meschini, M Saba y T Sosa (2019): La “marca de agua” de la Fundación Eva Perón en las instituciones asistenciales de Mar del Plata-Batán. Mimeo.

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Miguel Matías Saba y Paula Meschini son licenciados en Servicio Social (UNMDP), docentes e investigadores del Grupo Problemáticas Socio Culturales, Facultad de Ciencias de la Salud y Trabajo Social (UNMDP).

 

[1] El 17 de octubre de 1945 era un día muy caluroso, así que en la manifestación que exigía la libertad de Juan Perón, encarcelado por Farrell, muchos de los manifestantes se sacaran la camisa, dando lugar al uso despectivo del término por parte de los opositores. Evita llamaba a “sus descamisados” a las y los militantes peronistas.

[2] “Marta Ezcurra descubre con escándalo que ‘Aves y pescado se incluían en los variados menús diarios. Y en cuanto al vestuario era renovado cada seis meses’. En San Juan un niño pobre comía 100 gramos de carne por día y 6 cucharadas de leche. En Jujuy –por año– un niño comía 43 kilos de carne, en La Rioja 27, en Catamarca 26, y en Santiago del Estero tan sólo 19,6 Kilos. En las Escuelas Hogar Eva Perón, los niños y las niñas comían carne todos los días. Marta Ezcurra cambiará el menú y el nombre de todas esas escuelas. La Dirección de Asistencia Integral tiene otro incomparable objetivo: intervenir, desmantelar y disolver toda la obra de la Fundación Eva Perón. Ezcurra (…) ordena el día 23 de septiembre la ocupación militar de cada una de las Escuelas Hogar. Su política de shock es muy clara: retirar y destruir todos los símbolos del gobierno. Con los niños como mudos testigos, en cada uno de los patios, el fuego hace arder pilas de frazadas, sábanas, colchones, pelotas y juguetes diversos con el logo de la FEP, que los valientes soldados previamente han arrancado de sus camitas y dormitorios. Los bustos de Eva son decapitados. Dispone la intervención inmediata de cada uno de los institutos el día 24 de septiembre. Convoca para ello a los miembros de los ‘comandos civiles’ (Acción Católica Argentina) quienes de inmediato comienzan a realizar la depuración de adictos a la ‘tiranía’”. Ver: https://original.revistaelabasto.com.ar/155-Evita-y-la-destruccion-del-recuerdo.htm.

[3] Para profundizar acerca de la caracterización biográfica de Marta Ezcurra y su accionar les proponemos leer el artículo de Daniela Testa “La lucha contra la poliomielitis y la figura de Marta Ezcurra. ¿Huellas del catolicismo social? Presentado X JIDEEP – Jornadas de Investigación, Docencia, Extensión y Ejercicio Profesional (La Plata, 2017) y que forma parte de los avances del Proyecto N A00317 de la Universidad Nacional José C. Paz (UNPAZ), Resolución 200 del 31 de mayo de 2017

[4] Al Movimiento Peronista, si bien comparte con el Partido Justicialista las banderas peronistas de justicia social, independencia económica y soberanía política, lo entendemos como la agrupación de una serie de corrientes diversas no del todo precisas ni constantes a lo largo de la historia, a veces enfrentadas, incluso electoralmente. Dentro de este movimiento situamos al kirchnerismo y a diferentes agrupaciones y movimientos sociales.

[5] Con esto hacemos alusión a construcciones tales como capillas, asilos, hospitales, entre otras.

[6] “21 hospitales en 11 provincias y un tren sanitario recorriendo todo el país; 5 policlínicos en localidades bonaerenses (Avellaneda, Lanús, San Martín y Ezeiza) y el Policlínico para Niños Presidente Perón, en la provincia de Catamarca; 181 proveedurías, con artículos de consumo básico a bajos precios para las familias; hogares de tránsito para mujeres y niños sin techo; 5 hogares de ancianos, donde los adultos mayores eran asistidos, tenían un techo, comida y vestimenta; ciudades universitarias e infantiles, varias colonias de vacaciones y más de mil escuelas en todo el país: la Ciudad Estudiantil en Capital y la Ciudad Universitaria de Córdoba, con capacidad de alojamiento para 400 alumnos argentinos y 150 extranjeros; la “Ciudad Infantil Amada Allen” destinada a niños huérfanos y la República de los Niños en Gonnet, La Plata; Barrios enteros con todos sus servicios, como Ciudad Evita (La Matanza) y Presidente Perón (Saavedra); Plan Agrario “Talleres Rodantes” que recorría los campos dando auxilio mecánico, y “Trabajo Rural Organizado” otorgando créditos a pequeños propietarios de tierras para potenciar la producción agrícola; Plan de Turismo y Plan de Turismo Infantil: “Usted se paga el pasaje, y el gobierno el hospedaje” en Mar del Plata, Necochea, Tandil y Carhué. Guarderías en el sistema penitenciario femenino, a la vez que se enseñaban oficios (peluquería, corte y confección, etcétera) fueron las principales obras llevadas adelante por la FEP y financiadas por aportes privados, de sindicatos, del Estado (sobre todo del juego, de los Casinos) y por los realizados por los trabajadores en los descuentos en sus recibos de sueldo” (Rivas, 2018: 246).

[7] “Las políticas sociales adquirieron un carácter universal, con un sentido amplio del término dignidad. Y si se quiere, reparador” (Carballeda, 1995: 3).

[8] La Renta Básica Universal o Ingreso Ciudadano Universal, según lo define la Red Renta Básica, asociación sin fines de lucro de España, es “un ingreso pagado por el Estado, como derecho de ciudadanía, a cada miembro de pleno derecho o residente de la sociedad incluso si no quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si es rico o pobre o, dicho de otra forma, independientemente de cuáles puedan ser las otras posibles fuentes de renta, y sin importar con quién conviva. En menos palabras: una renta básica es una asignación monetaria pública incondicional a toda la población”. En Argentina, el Frente Nacional Contra la Pobreza (FRENAPO) construyó su propuesta sobre esta visión. En 1986 se constituyó la Red Europea por la Renta Básica (BIEN, Basic Income European Network) y en 2001 la citada filial española, pero recién en enero de 2017 un gobierno puso en marcha, a modo de experimento, esta política pública. Finlandia fue el país precursor. Claudio Lozano, economista, político y actualmente director del Banco Nación de Argentina, en una entrevista manifestó: “Todos aquellos que no son asalariados formales, aquellos que no están ‘en blanco’ entre los 18 y 65 años, deben tener un ingreso social de emergencia equivalente por lo menos al salario mínimo, vital y móvil vigente. Eso daría que cualquier hogar tipo tendría unos 34.000 pesos a los cuales habría que adicionar la extensión y generalización completa de la AUH, que deberíamos incrementarla a 4.000 pesos por pibe, y estaríamos en 42.000 pesos por hogar” (https://canalabierto.com.ar/2020/05/13/llego-la-hora-de-la-renta-basica-universal).

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