17 de noviembre de 1972

Homenaje a la Militancia de ayer, de hoy y de siempre, a Gustavo Rearte, fundador de la JP, y a quienes cayeron en defensa de una sociedad más justa, más libre y más digna.

Volvió una mañana –y sí lo esperaban–, generando aquel momento crucial en que lo fantástico y lo real fueron una sola cosa. La mítica consigna de “Perón Vuelve”, la de la victoria, la que se escribía a las apuradas y a los saltos para amanecer después en una pared, en una esquina casual de la patria, se hacía increíblemente realidad en la jornada de aquel viernes 17 de noviembre de 1972. El avión de Alitalia en el aeropuerto de Ezeiza traía al viejo caudillo de regreso a la Patria que lo había visto partir, con pena y sin gloria, al exilio, casi 18 años atrás, dejando así a un lado el destino inexorable que lo condenaba –como sucedió con San Martin y Rosas– a morir en el exilio.

En el gran teatro de la vida y en la política, muchas veces entre bambalinas suceden los actos trascendentes. Detrás del telón que las sucesivas dictaduras habían impuesto, el General había sido durante años paredes pintadas, tiza y carbón, un avión negro donde seguro habría de volver, utopía y esperanza.

La lluvia inclemente y desusada caía sobre el Pueblo movilizado en una magnitud no dimensionable y que pugnaba por llegar cerca del sueño concretado. Perón había regresado en la primavera, en la plenitud de unos días de optimismo ilimitado y donde la historia parecía abrazar el futuro. Se trató de un hecho trascendental en la política del siglo 20. Fueron protagonistas muy importantes de ese histórico regreso la militancia de hombres y mujeres de la Juventud Peronista movilizada en todo el país. Es oportuno recordarlo: se había iniciado en circunstancias muy difíciles por el clima represivo que dominaba el panorama nacional. El 22 de agosto de 1972, en un acto en la federación de box, la juventud pidió que los restos de los detenidos políticos asesinados en Trelew fueran velados en la sede del PJ de Avenida La Plata, pero el entonces comisario Villar, legendaria figura de la represión, llegó para impedir la ceremonia y hasta con tanquetas se llevó todo por delante, incluidos los cuerpos de las víctimas. No obstante, se lanzó en Tucumán el 25 de ese mes en el club Villa Luján la campaña del histórico retorno: “Luche y Vuelve”. El clima en la provincia era pesadísimo y no precisamente por la sensación térmica: ya habían arrestado a 200 estudiantes movilizados por la masacre de Trelew. Los ojos azorados de quienes nunca habíamos visto al peronismo reunido –aquel día, unos 6.000, se comentaba– generaron un recuerdo emocionado e indeleble.

Éramos pocos en las primeras concentraciones peronistas, luego de muchos años de persecución y proscripciones. Vivimos con la Juventud Peronista años de lucha, de resistencia sacrificada, en que la militancia puso lo mejor de sí, tras un grito y una consigna: “Perón vuelve”. Al regresar el General finalmente a su Patria, se materializó un resultado y una síntesis: la de una gran conducción política, junto con la lucha y la movilización popular. Su consecuencia inmediata se expresó en la unidad total de las y los trabajadores y el pueblo, de todas las expresiones políticas nacionales, materializadas en la histórica reunión del restaurant “Nino”, y en un completo aislamiento de la dictadura militar. La consigna “Cámpora al gobierno, Perón al poder” se concretó en las urnas el 11 de marzo del 73.

Cuarenta y ocho años después, muchas y muchos que hoy seguimos, y quienes ya no están, seguimos siendo aquellos: los jóvenes de la Juventud Peronista, sus leales discípulos. Nos encontraremos siempre en el permanente retorno que evoca la histórica gesta, y que en cada 17 de noviembre nos refresca el compromiso de aquel entonces, con la mente y el corazón. Reflexionamos sobre lo que fuimos, lo que somos y lo que queremos ser, en esa búsqueda de futuro que a veces angustia y confunde, ante los feroces pragmatismos políticos que exaltan la cultura del descompromiso y la ausencia de convicciones doctrinarias. Éramos aquellos los de ahora, en una lucha que continúa.

Es necesario entender y creer en integrar una moral entre la conducta y la política, la coherencia entre la palabra y la acción, la vital confluencia de los fines personales con el destino común, aun cuando suene como una gran utopía. Hay ejemplos muy concretos de las reservas inagotables del pueblo, cuando hay objetivos correctos y claros.

Debatir con esas claves fundamentales del pasado ayuda a entender el presente y a discernir los caminos del futuro. Tal como cita Mario Rapoport, se dice que el pasado podría no explicar el presente, que sólo lo ilumina, pero es mejor leerlo a la luz de una vela que en plena oscuridad.

Las victorias o las derrotas, los errores pequeños y los grandes, sirven para no perder la coherencia entre las conductas y los fines. Sólo así se podrá responder a los desafíos de nuestra sociedad, que busca, ahora sí esperanzada, su futuro.

 

Humberto Rava fue secretario de Derechos Humanos de la provincia de Tucumán (2010-2015).

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