La “quinta virtud”

Me escriben de la revista Movimiento y me invitan a escribir un artículo sobre Peronismo y Feminismo. Primero pienso que no, porque no soy especialista en el tema, yo escribo sobre otras cosas, y después pienso que sí, que me dan ganas de escribir del tema, pero como militante peronista. Y allá voy.

Me he movido en ámbitos bastante masculinos como son los políticos, y no lo digo por lo numérico, sino por la lógica de organización. Aclaro, por las dudas, que creo que el peronismo ha significado un enorme lugar de avance para el protagonismo de las mujeres, desde Eva y su enorme lugar en la historia, voto femenino incluido, hasta el lugar de Cristina y tantas compañeras.

Sin embargo, y creyendo plenamente en el lugar central de nuestro movimiento en la consolidación de los derechos, también de las mujeres, creo que es necesario pensar para adentro que tenemos nuestros temas. Temas de nuestras organizaciones que, como ya aprendimos, vencen al tiempo.

Me vienen un montón de anécdotas sobre lugares a los que hemos sido convocadas. Hace ya más de veinte años acompañé a un amigo a entrevistar un viejo dirigente sindical, un dirigente admirado por mí, un referente enorme del peronismo, humilde, poco reconocido, generoso, en fin. Cuando empezó la entrevista, que era filmada, acomodó los cuadros de Perón, acomodó la mesa y dijo: pongan a la piba ahí. Y yo salí en la grabación como un florero. Ojo que mi tradición de florero se ha perfeccionado en el mundo de los encuentros: en mesas donde muchos compañeros hablaban he sido moderadora, un florero mucho más sofisticado.

Pensé en varias cosas como estas cuando me puse a escribir, pero sin duda, la que me llama más la atención sobre el problema del machismo entre nosotres es cierta cuestión asociada al valor de las parejas políticas en el peronismo, a la que me permito llamar, lúdicamente, la quinta virtud.

Soy peronista desde chiquita, vengo de una familia peronista y me crié reconociendo el enorme valor de las grandes parejas políticas del peronismo, que me parecen hermosas. Perón y Evita, Néstor y Cristina, y montonazos más. Parejas además con mujeres fuertes, que nadie podría identificar como secundando a sus maridos. Los que dicen esto de Evita para mí no entienden nada, sobre todo de historia. Pienso en las parejas de los años 70, también con mujeres superfuertes. Conozco un montón. Mi madre, por ejemplo, ha militado siempre, y siempre acompañada y acompañando a sus parejas.

Hasta aquí todo virtud, muchas compañeras que tienen capacidad, entereza, trayectoria, lucidez y… una pareja –varón– de rango superior en términos políticos, o por lo menos igual. ¡Qué cosa! Me dirán que es común: muchas médicas se casan con médicos, muchas músicas con músicos, el amor suele picar en los lugares por donde uno anda, pero… no es así para los varones. Conozco una enorme cantidad de compañeros que tienen parejas que no son necesariamente militantes y transitan su protagonismo político sin mayores problemas.

¿Será que a las mujeres a las que les gustan otres no políticos es porque efectivamente les interesa menos ocupar lugares de poder? ¿Será que en el caso de las mujeres es necesaria esta quinta virtud?

No me propongo acá denunciar el tema de que en las listas muchos compañeros ponen a sus –nunca mejor usado el posesivo– mujeres que no tienen mérito. Me parece de cuarta, pero en términos de la discusión es como que no tiene ni discusión, está mal. Me parece más complejo para discutir el que sea una virtud –y además necesaria– tener una pareja política para trascender, en las compañeras que tienen capacidad, entereza, trayectoria, lucidez.

No me parece poco profundo que discutamos si esta “quinta virtud” hoy no es uno de los elementos que está condicionando que muchas de las compañeras –que sostienen comedores en los barrios, espacios de los centros de estudiantes u organizaciones sindicales– queden relegadas y sigamos teniendo mesas con mayoría de dirigentes varones.

Porque, reconozcámoslo, la opción de una pareja política te puede salir mal, el amor tiene esas cosas, y por ahí el tiro te sale por la culata, te separás, y no aparecés ni en el cumpleaños de la unidad básica.

Que no podamos poner esto en discusión en esta etapa me parece un retroceso. El feminismo tiene una potencialidad que es muy compleja, porque estalla desde adentro. Me parece que, en este marco, lo de la “quinta virtud” puede explotar muy mal.

No les podemos pedir a los dirigentes de la década del 50 que hayan pensado de esa manera. A las compañeras y compañeros de la década del 70 tampoco. Pero a los que agarren la lapicera para cerrar las listas y sigan jerarquizando la quinta virtud, ni justicia.

Dicho todo esto: a Delia Parodi, Ana Macri, María Bernabitti, Josefina Villaflor y muchísimas más, que construyeron el peronismo sin honor a la quinta virtud, me parece que les debemos un mayor reconocimiento. Y además a las pibas nuevas, tan hermosas y llenas de colores, no las imagino jugando lugares de floreros ni a palos, aunque se enamoren del o la que les plazca.

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