HACIA UN PERONISMO CRÍTICO Y FEMINISTA

Al menos dos novedades nos trajo el 2018: la irrupción del movimiento de mujeres en relación al proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo y una nueva crisis económica, social y política. Ninguna de ellas fue una sorpresa, sino más bien resultado de procesos anunciados. El impresionante #8A nos dejó en limpio que el movimiento de mujeres y su agenda poseen una fuerte capacidad de instalarse en el debate público; que hay organización en la sociedad civil aunque no surja de actores tradicionales; que hay nuevas formas de articular demandas que requieren un análisis urgente; y que “ganar la calle” no garantiza, en tiempos macristas, una respuesta institucional favorable.

Este aparentemente novedoso movimiento feminista no lo es tanto, y no debería sorprender su capacidad de movilización, su potencia y su heterogeneidad. Frente a este escenario podemos hacernos algunas preguntas: ¿Es posible que la crisis actual y el movimiento feminista tengan más diálogo del que pareciera a primera vista? ¿Existe un feminismo que es solidario con el neoliberalismo? ¿Podemos pensar un diálogo entre justicia social y feminismo desde el peronismo?

 

Crítica, feminismo y economía feminista

Comienzo definiendo al feminismo como una teoría y una praxis crítica de la modernidad y del capitalismo. Puede ser crítico en la medida en que permita revelar la dominación basada en desigualdades sexuales y de género y brindar herramientas para comprender estas formas de sujeción y para subvertirlas.

Paul Ricoeur (2004) señaló a tres maestros de la sospecha: Nietzsche, Marx y Freud. Los tres, a su modo, desenmascaran un discurso –moral, burgués y de la conciencia– que produce cierta verdad. El feminismo, por su parte, también se propone desenmascarar un discurso, el androcéntrico, productor de una desigualdad binaria. Podríamos arriesgar un poco más y pensar que la crítica a la modernidad capitalista tiene cuatro “patas”: crítica al discurso de la moral judeo-cristiana; crítica al discurso de la conciencia o del yo; crítica al discurso capitalista; y crítica al discurso androcéntrico. En este sentido, las luchas contra las formas de explotación económica mantienen, como señala Foucault (2015), relaciones complejas y circulares con otras formas de sujeción y de luchas. Aquí sólo retomaremos la relación entre crítica al discurso capitalista y al discurso androcéntrico. En breves palabras: feminismo y crítica a la desigualdad deben ir de la mano.

En Argentina somos las mujeres quienes sostenemos en un 76% el trabajo doméstico no remunerado;[1] hay brecha salarial entre hombres y mujeres; el acoso, el abuso, la violencia y los femicidios persisten en nuestra sociedad; las licencias por maternidad son de 90 días; no hay un sistema de cuidado de la primera infancia; el acceso a la salud reproductiva es ineficiente… Se podrían seguir enumerando las desventajas que sufrimos día a día, pero lo que interesa destacar aquí es que en un contexto de recesión e inflación esas inequidades se profundizan.

En el escenario actual, el movimiento peronista no puede quedarse fuera de la agenda feminista. Si el peronismo es y ha sido el movimiento de la justicia social, esa justicia tiene que ser tan amplia como para integrar la agenda del feminismo. La pobreza y la crisis no se entienden sin una perspectiva de género, y las desigualdades de género no se entienden sin las desigualdades económicas.

 

Justicia Social, feminismo y neoliberalismo

“Abortan todas, se mueren mujeres pobres”, dijeron algunas. “Las pobres están en contra del aborto”, saltaron otros. El debate por el aborto seguro, legal y libre tiene muchas aristas: es un debate por la libertad de decidir sobre nuestro cuerpo gestante, sobre los poderes atávicos que se ciernen sobre las mujeres, sobre la salud pública reproductiva, sobre muchas cosas. Pero es también un debate sobre la justicia social, entendida de dos modos: como redistribución y como reconocimiento. Nancy Fraser plantea que el feminismo posterior a los años 80 cayó frente al neoliberalismo, dejó de buscar demandas ligadas a la redistribución y se centró exclusivamente en el reconocimiento. Las feministas de los años 60, dice Fraser (2015: 20), “remodelaron el imaginario radical, (…) mostraron el profundo androcentrismo de la sociedad capitalista. Al politizar lo ‘personal’ expandieron los límites de la protesta más allá de la distribución socioeconómica, para incluir el trabajo doméstico, la sexualidad y la reproducción”. Sin embargo, hacia el final del siglo XX el feminismo dejó atrás las demandas ligadas a la redistribución para focalizarse en cuestiones culturales androcéntricas: “El resultado fue un profundo giro en el imaginario feminista: Mientras que la anterior generación había intentado rehacer la economía política, ésta se centraba más en transformar la cultura. (…) Las luchas sociales quedaron en consecuencia subordinadas a las luchas culturales, y la política de redistribución a la política del reconocimiento. (…) En lugar de llegar a un paradigma más amplio y más rico, capaz de abarcar redistribución y reconocimiento, las feministas intercambiaron de hecho un paradigma truncado por otro: un economicismo truncado por un culturalismo truncado”.

Algo similar puede pasar con algunas vertientes del feminismo público en la actualidad. El auge del feminismo conlleva el riesgo de esmerilarlo, diluirlo en una perspectiva individualista y meritocrática que no cuestiona qué hay detrás de la desigualdad de género. Es cómica la reprimenda de Lagarde a Dujovne por la falta de mujeres en el equipo económico (sin lugar a dudas, este es un gobierno de machirulos), pero Lagarde no puede generarnos ningún sentimiento de sororidad porque ella es el símbolo de un pacto que condena a las mujeres argentinas a la pobreza, a la indigencia y a la fragmentación del tejido social. Podrá ser muy progre el discurso de la publicidad de Nike, pero no deja de ser una empresa que esclaviza a niñas y mujeres. Pareciera que en la agenda de muchas feministas argentinas, Milagro Sala (mujer, indígena, pobre y luchadora social) no es causa de sororidad, que la persecución política a CFK no está en agenda y que todas podemos deconstruirnos pero ella no puede cambiar de opinión sobre el aborto. Pareciera que hay un “feminismo à la carte”, donde las demandas ligadas a la redistribución quedaron fuera y donde las mujeres peronistas no damos la talla.

El neoliberalismo no tiene por qué ser antagónico a un feminismo esmerilado. Por el contrario, mientras las demandas por la redistribución económica no aparezcan en escena, neoliberalismo y demandas culturalistas feministas pueden cooperar, aunque no siempre de manera manifiesta. Como señala Fraser (2015: 254): “El giro al reconocimiento encajó muy fácilmente en un neoliberalismo ascendente que no quería sino reprimir cualquier recuerdo del igualitarismo social. Las feministas, en consecuencia, absolutizaron la crítica a la cultura precisamente en el momento en el que las circunstancias exigían redoblar la atención sobre la crítica a la economía política. Además, la rama cultural no solo se desgajaba de la económica, sino también de la crítica al capitalismo que antes las había integrado. Separadas de la crítica al capitalismo y puestas a disposición de articulaciones alternativas, estas ramas pudieron ser atraídas a lo que Hester Eisenstein ha denominado ‘una relación peligrosa’ con el neoliberalismo”. En momentos de ascenso de la derecha neoliberal en la región y con un ajuste en proceso, la advertencia es clara: sin una concepción clara acerca de la redistribución de bienes e ingresos, el feminismo se vuelve solidario al neoliberalismo.

 

Feminismo, peronismo y Justicia Social

El neoliberalismo ha propuesto entender a la Justicia Social como “igualdad de oportunidades”, concepción a la que podemos resumir como meritocrática: “Se cuenta la historia del self-made man que empezó su carrera levantando una hebilla en la vereda, pero se olvida el curso vital de millones de inmigrantes que, después de una vida de trabajos pesados, siguieron pobres u oprimidos” (Dubet, 2014: 76). El discurso meritocrático promete “justicias” que nunca llegan: no importa si naciste en una villa o si sos de una minoría, porque como todos tienen las mismas oportunidades de triunfar tenés las mismas oportunidades que el hijo de un rico empresario. Por detrás, se esconde una lógica perversa: si no triunfaste es tu culpa. La pobreza se vuelve responsabilidad exclusiva del pobre. La exclusión es culpa del excluido. El desempleo es culpa del desempleado. Y así sucesivamente. La alianza Cambiemos ha retomado para sí esta noción meritocrática de justicia social, muchas veces mencionada por el presidente y sus funcionarios. Si queremos destronar al neoliberalismo es fundamental repensar esta noción de justicia social, entendiendo que hoy no hay justicia posible sin redistribución y sin agenda de género.

¿Qué vínculos podemos encontrar entre feminismo y peronismo? Postulo que una concepción de justicia social hoy en Argentina sólo es posible desde un peronismo con perspectiva de género. La idea de Justicia Social es un ideal irrenunciable del peronismo: “En este ideal se incluye la redistribución del ingreso, pero también contiene una lucha continua por el reconocimiento y la dignidad de todas las personas” (Fontela, 2010: 56). En los discursos del mismo Perón surgen ideas tales como la dignidad, la no distinción de jerarquías o la cultura social de los trabajadores. Para el movimiento peronista no puede haber justicia social sin modificar las estructuras de desigualdad. Esa modificación tiene que ser tan amplia como para incluir las demandas ligadas a las desigualdades de género. Es hora de ir hacia un peronismo nacional, popular, democrático y feminista.

 

Bibliografía

Dubet F (2011): Repensar la justicia social. Buenos Aires, Siglo XXI.

Foucault M (2015): “El Sujeto y el Poder”. En La Ética del Pensamiento. Madrid, Biblioteca Nueva.

Fontela M (2010): Peronismo y Ciencias Sociales. Buenos Aires, Sudamericana-COPPPAL.

Fraser N (2015): Fortunas del feminismo. Madrid, IAEN-Traficantes de sueños.

Ricoeur P (2004): Freud: Una Interpretación de la Cultura. Buenos Aires, Siglo XXI.

[1] Fuente: Encuesta sobre uso del tiempo y trabajo no remunerado. Argentina, 2013. Economía Femini(s)ta.

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