Desafiar la época

A 160 años del nacimiento de Jane Addams (1860-1935), pionera del Trabajo Social, socióloga y referente feminista. Apuntes sobre una de sus obras fundamentales: “El largo camino de la memoria de las mujeres”.

 

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Un rumor se extiende por los barrios de Chicago. Estamos a principios del siglo veinte. La historia se nutre de boca en boca. Se cuentan distintas versiones, aunque todas coinciden en lo esencial: la violencia de un hombre ha provocado que su esposa engendre a un demonio, un “Bebé Diablo”. Nadie ha visto a la criatura, pero aseguran que permanece oculta entre los muros de la Hull House, una institución social a cargo de la destacada intelectual y activista Jane Addams.

Durante varias semanas, una multitud de visitantes –la mayoría mujeres– llega a la residencia para ver al demonio. Hacen travesías desde numerosos rincones de la ciudad y alrededores. Ofrecen pagar lo que haya que pagar. Existen quienes aseguran que poseen un interés científico. Tres mujeres italianas cruzan las puertas exigiendo verlo. Dan una descripción detallada de lo que esperan encontrar: el bebé tendría “pezuñas hendidas, orejas puntiagudas y una cola diminuta, habla desde el nacimiento y es escandalosamente blasfemo”. Las trabajadoras de la institución explican, pacientemente, que se trata de una equivocación. Entre las visitantes hay mujeres ancianas. Sus voces llaman la atención de Jane, quien abandona sus tareas y se acerca a ellas. Descubre que el relato del “Bebé Diablo” libera la elocuencia. Las mujeres comienzan a compartir sus historias de vida, signadas por la tragedia. Addams intuye que no puede permanecer indiferente ante los testimonios. Los registra minuciosamente. Percibe en el lenguaje de esos cuerpos las marcas del trabajo y la violencia. A partir de sus relatos, teñidos por la crudeza, las visitantes dan cuenta de un mundo interior que hasta entonces había permanecido innominado, sin interlocutores posibles, reduciendo sus experiencias a la intimidad del ámbito doméstico. Para Jane es una revelación.

 

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Jane Addams nació el 6 de septiembre de 1860 en Cedarville, Illinois. Fue socióloga, escritora, investigadora, pionera del trabajo social, militante feminista, sufragista, antiimperialista y socialista. Su madre, Sarah Weber, falleció cuando tenía apenas dos años. Su padre, John Addams, fue una figura decisiva en su formación, tuvo una destacada carrera política, fue senador, defensor de la abolición de la esclavitud y amigo de Abraham Lincoln.

A fines del siglo XIX, mujeres cuyas condiciones socioeconómicas se lo permitían comenzaron a acceder a estudios superiores. Por iniciativa de su padre, Jane asistió a un seminario en el que se buscaba impartir a las estudiantes reglas morales que las transformarían en buenas madres y esposas. Ella cuestionó esta orientación y junto a sus compañeras consiguió la incorporación de nuevas disciplinas, tales como filosofía, matemática e idiomas.

Los sectores más conservadores se oponían a la participación de las mujeres en la vida pública, acusándolas de degeneración sexual y de atentar contra los valores familiares. La muerte de su padre, las presiones sociales y la incertidumbre respecto a su futuro, sumen a Jane en una profunda depresión. Viaja por Europa y Egipto. Profundiza su formación como lectora. Escribe.

En un viaje a Londres con su colega Ellen Gates Starr toma contacto con la experiencia del Toynbee Hall, un centro vecinal fundado por socialistas cristianos que ofrecía servicios educativos, alimentarios y sanitarios en el barrio de Whitechapel. Con esta referencia ambas crean su propio centro en un barrio popular de Chicago. La Hull House abrió sus puertas en 1889, transformándose en una de las experiencias más significativas en la historia de las ciencias sociales y el activismo político. Allí se reúnen vecinos, intelectuales, sindicalistas, militantes. Es un espacio plural, antielitista. Para muchos de sus visitantes constituye la primera experiencia de acceso a una educación formal. Pero, fundamentalmente, fue un espacio para que mujeres que tenían vedado el acceso a los ámbitos académicos, dominados por hombres, pudieran desarrollar sus investigaciones. Una de las convicciones que guió el trabajo en la institución fue que los problemas sociales trascienden los factores individuales y deben ser abordados considerando las condiciones y el contexto en el cual se producen. El proyecto se extendió en ciudades de todo el país. La experiencia será primordial en la consolidación de los sistemas de protección social en los Estados Unidos de décadas posteriores. Jane Addams le dedicó su vida.

 

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Las reflexiones sobre la experiencia del “Bebé Diablo” fueron plasmadas en su libro: El largo camino de la memoria de las mujeres (1916). La escucha es un acto político. Addams toma conciencia de la verdad que brota de los relatos: “Se podría decir que es una vergüenza que tu hijo te pegue por el poco dinero que has ganado fregando, pero yo no tengo corazón para culpar al chico por hacer lo que ha visto toda su vida, su padre se ponía como loco cuando estaba bebido y me pegaba, hasta el mismo día de su muerte”. “Sí, tuve catorce hijos. Solo dos llegaron a hacerse adultos y ambos murieron en la misma explosión. Nunca he estado segura de si trajeron a casa los cuerpos correctos”. “Tengo esta torsión extraña en la cara desde hace sesenta años; tenía diez cuando me pasó, la noche en que vi a mi padre matar a mi madre con un cuchillo”.

En su escritura hay una preocupación por el detalle. Logra un registro poético. Escribe sobre las visitantes: “Sus facciones, desgastadas y marcadas por una vida dura como las efigies grabadas en el suelo de una antigua iglesia que se vuelven opacas, ásperas y estropeadas por pies de suelas ásperas, crecieron conmovedoras y solemnes”.

A Jane le interesa cómo la reminiscencia personal permite expresar ciertas experiencias históricas. A la vez, el texto tiene un tono confesional. Hay en él un intento de comprensión de la propia experiencia, que le permite expresar abiertamente sus dudas y contradicciones. Por momentos, le nace el deseo de no negar la existencia de la criatura, para evitar la desilusión de una de las visitantes que ha hecho una larga travesía para llegar hasta la casa, a pesar de su disminución física, firme en la convicción de que sus creencias estaban justificadas, impaciente por compartir en su barrio aquello de lo que será testigo, convencida de que una fuerza sobrenatural puede intervenir a su favor.

El corazón de la obra es la reflexión acerca del valor y las funciones de la memoria. La autora reconoce un aspecto elemental: existe un poder apaciguador en la memoria que suaviza experiencias trágicas, elimina resentimientos, permitiéndole a las mujeres conservarse y lidiar con el día a día. Aún en los testimonios más brutales percibe un tono sereno; en sus palabras, “las ancianas parecían haber perdido toda la amargura y el resentimiento contra la vida, o, más bien, les faltaban hasta tal extremo que parecían haberlos perdido mucho antes”.

Sin embargo, se producen conversaciones que le revelan una función adicional de la memoria. Dialoga con mujeres cuya experiencia en las relaciones familiares o en el mercado laboral las obligó a modificar sus conductas, apartándose de las convenciones tradicionales existentes, cuestionando roles, recurriendo a una búsqueda selectiva en nuevas direcciones. Los recuerdos mutuos de estas experiencias entre las visitantes permiten sugerir que la memoria influye en la determinación de conductas que son capaces –lentamente– de reorganizar a la sociedad, es decir, que pueden transformarse en el germen de cambios sociales. Para Addams, ambas funciones no son necesariamente excluyentes y hasta pueden apoyarse entre sí.

El mito del “Bebé Diablo” se emparenta con la clase de historias y metáforas a las que las mujeres han recurrido para disciplinar a sus familias. Pretenden que este relato tenga un efecto domesticador sobre padres y maridos recalcitrantes. También, es un modo de disciplinar a los hijos y las hijas, que sufrirían el castigo del demonio por incurrir en conductas indebidas. Asimismo, este relato es un instrumento que les permite resistirse a la ferocidad. En él se constata que un hombre responsable de ejercer violencia contra inocentes –la madre y el hijo– recibe su merecido. En cuanto a este punto, Jane Addams cree que es un error considerar que a esas mujeres las moviliza un instinto de venganza, más bien se trata de la comprobación de que los suyos no son trágicos destinos solitarios, sino que existen experiencias comunes, junto a la certeza de que las consecuencias de un acto de violencia sobre una persona inocente no son inevitables. Quizás, este sea un consuelo que les permite hacer de la vida algo más soportable. Esta fuerza sobrenatural garantiza, en cierta medida, la compasión.

 

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La creciente incorporación de las mujeres en la industria posibilita la formación de nuevos lazos para hacer oír sus reivindicaciones. En las ciudades industriales de Estados Unidos se crean numerosas organizaciones obreras. Addams escribe sobre las huelguistas de Chicago, quienes sostienen las medidas de fuerza a pesar de las privaciones, con una resistencia obstinada para lograr mejores condiciones laborales. Este tipo de resistencia contrasta con la que ejercieron sus madres, abuelas y conocidas, muchas de ellas visitantes de la Hull House. Se trata, en ese caso, de una resistencia silenciosa, sin la ventaja de la camaradería, pero motivada por la ternura y el amor maternal. A propósito, la investigadora del CONICET María José Binetti sostiene: “El vínculo materno es el origen y fundamento de un orden moral que Addams concibe en los términos de cuidado del otro. Lejos de fundar lo moral sobre la prohibición y el deber, la praxis femenina habilita una concepción ética centrada en el cuidado, la colaboración y la igualdad”.[1] No obstante, la pionera hace hincapié en la importancia de reconocer los “filamentos que unen secretamente estas experiencias”. El feminismo también es una ética de la memoria.

Addams regresa a Europa durante la Gran Guerra y conversa con mujeres que han enviado a sus hijos al frente. Entiende que sus relatos devastadores desafían a su propia tesis del poder tranquilizador de la memoria. Son vivencias que ponen en crisis al espíritu y obligan a las madres a mirar en la oscuridad de la condición humana.

Su militancia pacifista le costó que el gobierno de los Estados Unidos la señalara públicamente como una traidora. Fue cofundadora, entre otras asociaciones, de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad en 1915. Denunció a la guerra aun cuando sectores de la intelectualidad progresista argumentaban a su favor. Estaba convencida de que los valores del feminismo eran irreconciliables con la violencia. Años más tarde llegaría su reconocimiento: en 1931 le otorgan el Premio Nobel de la Paz.

 

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Jane Addams fue pareja durante treinta años de Mary Rozet Smith (1868-1934), quien fuera benefactora y administradora de la Hull House. Murió el 21 de mayo de 1935, a los 74 años. No encuentro libros suyos publicados en Argentina, al menos no recientemente. Tampoco en América Latina. La única edición en español del texto trabajado en el presente artículo fue hecha por la Universidad de Zaragoza en 2014, y está disponible en Internet en formato digital. Existen artículos de investigadores e investigadoras de universidades nacionales que han recuperado su trabajo, junto al de muchas de sus colegas.

Su obra fue desvalorizada por quienes componen los cánones académicos, hegemonizados por los varones. Pero hay figuras que se resisten a ser sepultadas por la historia. Entre Jane Addams y las nuevas generaciones existen reivindicaciones comunes, las mismas urgencias y nuevos problemas que necesitan ser pensados, para los cuales sus aportes pueden servirnos de guía. Su producción se vinculó con un compromiso activo. No resintió de la academia, pero criticó sus aspectos patriarcales y elitistas. Ejerció una politicidad que apela al valor de la memoria, a erradicar los prejuicios y a la necesidad de intervenir en la realidad social. A poner el cuerpo. Se trata de una lección de vida.

[1] Binetti MJ (2016): “Jane Addams y el feminismo como pacificador social”. Trabajo Social, 18, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia.

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