SERGIO ALMARAZ PAZ: PARTIR DE LA REALIDAD PARA DESCUBRIR BOLIVIA

La develación de la Bolivia semi-colonial y el “pensar en boliviano”

“Bolivia sigue siendo, desgraciadamente un país que se ignora a sí mismo” (Almaraz Paz, 1958: VIII).

Arturo Jauretche sostiene que Raúl Scalabrini Ortiz es el descubridor de la realidad argentina, es decir, quien devela el hilo oculto de la dominación británica en nuestro país. Nosotros, a partir de esta idea, pensamos que en el caso boliviano, Sergio Almaraz Paz es uno de los pensadores centrales que desentraña los mecanismos de dominación que sufre el país andino. Entronca con la generación que emerge entre los cadáveres que yacen en la Guerra del Chaco.

Sergio Almaraz Paz se sumerge en la estructura dependiente boliviana y encuentra dos temáticas centrales: la minería y el petróleo. Lo que procura es realizar una “definición de la estructura de poder en Bolivia. Mientras no sea examinada esta base de la realidad nacional, la historia y la política quedarán envueltas en una opaca niebla. Una conciencia nacional débil y evasiva, mortecina en sus expresiones, impide a los bolivianos responder ante su propia historia” (Almaraz Paz, 1969: 9). A partir de develar estos dos núcleos, piensa que la forma de enfrentarla y romperla es el fortalecimiento de la conciencia nacional boliviana, y a partir de ésta el levantamiento del nacionalismo popular.

Este partir de la realidad es central en la construcción de un pensamiento propio que surja de nuestro continente. Partir de la realidad concreta para desde allí construir la idea: el camino contrario a la matriz iluminista que también recorre nuestro continente, pero que parte de un esquema abstracto –mayormente eurocentrista– que intenta hacer encajar en nuestra realidad. Sergio Almaraz Paz sigue lo que reclamaba a principios de siglo Franz Tamayo, en tanto la urgencia de la conformación de un “pensar en boliviano”. Así, afirma que “el porvenir boliviano, en el sentido de la realización exclusiva y auténtica, está subordinado al redescubrimiento del ser nacional” (Almaraz Paz, 1969: 9). Luis Antezana considera que Sergio Almaraz articuló su indagación con la fundamentación histórica para comprender el proceso de formación de la nacionalidad boliviana (Antezana, 1977).

Almaraz Paz piensa en Bolivia, pero en la mejor tradición del pensamiento que emerge de Nuestra América podemos observar justamente que la mirada no se queda meramente en lo local, aunque sea la temática central que aborda profundamente, sino que ese pensar en boliviano se articula con el pensar desde nuestro continente. Así, apunta Almaraz Paz que “en América Latina el siglo XIX no ha concluido. La provincia no ha sido desplazada por la gran ciudad. Nuestra vida medio colonial, medio española, tiene aún formas precapitalistas de producción. Artesanía, tracción animal, economías rurales cerradas, poca energía, etcétera, subsisten debajo o al lado de la gran industria y la tecnología moderna” (Almaraz Paz, 1963: 543).

En este breve trabajo damos cuenta de algunos de los aspectos centrales de este pensador boliviano olvidado.

 

Breves apuntes biográficos

“Señores, ha llegado en la vida nacional un momento tal en que tenemos que pensar todos de encontrar la forma efectiva y práctica de nacionalizar nuestro propio gobierno” (Almaraz Paz, 1967: 638).

Sergio Almaraz Paz nace el 1 de diciembre de 1928 en Cochabamba. Trabaja de joven en la construcción. Hacia 1945 se muda a La Paz para ingresar al Instituto de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UMSA donde se prepara para el ingreso a la universidad. En ese tiempo funda una librería: Nuevo Mundo, que será por muchos años punto de encuentro para la discusión política en Bolivia. Ingresa al Partido de la Izquierda Revolucionaria (PIR). En 1948 comienza a estudiar derecho, carrera que deja inconclusa.

La oposición al gobierno de Gualberto Villarroel por parte del PIR, y más aún su vínculo con el colgamiento del mismo, lleva a que Almaraz rompa con el partido y coincide con la fundación del Partido Comunista (PC) de Bolivia en 1950. René Zavaleta Mercado (1970: 676) argumenta que, una vez que Sergio Almaraz Paz rompe con el PC y el estalinismo, “resuelve hacer una doble apertura: extiende su posición hacia el nacionalismo, por un lado, es decir, amplifica su base ideológica en perjuicio de aquel falso rigor y, por el otro, encara el análisis de los grandes temas premiosos (el petróleo, el estaño) en una exposición de tipo inductivo, en la que la abstracción sólo juega como un breve remate de la investigación”.

Los trabajos más importantes que escribe son El Poder y la Caída (1967), Petróleo en Bolivia (1958) y Réquiem para una República (1969). En El Poder y la Caída, Almaraz Paz decide no incluir un capítulo sobre las matanzas que comienzan en mayo de 1965, para que el libro salga a la calle. Esa parte es el núcleo del inconcluso –a causa de su temprana muerte– Réquiem. Este último libro se publica en 1969. Zavaleta Mercado (1970: 671) cuenta con respecto al libro póstumo que “en su palabra verdadera, el hombre estaba vivo. Toda la derecha del país se lanzaba contra un cadáver que los vencía, entre otras razones porque había dicho ya lo necesario”.

Apoya al Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y participa de la insurrección del 9 de abril y de la Revolución Nacional Boliviana. En 1960 ocupa el cargo de subsecretario de Previsión Social en el segundo gobierno de Víctor Paz Estenssoro, y luego el de subsecretario de Minas, donde conoce a Adolfo Perelmen. En 1964 funda y dirige la revista Praxis, y en 1966 hace lo propio con la revista Clarín Internacional. Hacia 1967 escribe junto con un grupo de militantes –entre los cuales están René Zavaleta Mercado y Andrés Solíz Rada– El nacionalismo revolucionario y la ocupación norteamericana, donde sentencia a la dictadura de Barrientos y defiende la revolución. En este sentido, el boliviano Andrés Solíz Rada (2013: 226) asevera que fue Almaraz Paz “quien explicó con mayor lucidez y coherencia (…) las casusas de nuestro atraso y sometimiento, generada por la acción conjunta de clases sociales intermedias, consorcios internacionales e imperios mundiales”. El 11 de mayo de 1968 fallece a los 39 años.

Augusto Céspedes (1968: 641) considera que para el nacionalismo popular boliviano la pérdida de Almaraz fue semejante a la Carlos Montenegro: “fue el mejor defensor del Estado al que obsequió esos macizos estudios Petróleo en Bolivia y El poder y la caída que, si bien no cambian el curso de la política entreguista, constituyen en cambio los sólidos alegatos a que necesariamente deberá acudir todo boliviano que aspire a dignificar la patria”.

 

La minería

“El país vivía del estaño, pero lo que faltaba descubrir era que moría a causa del estaño” (Almaraz Paz, 1969: 134).

Sergio Almaraz Paz entiende, como indicamos al comienzo, que una de las cuestiones nodales que definen la realidad boliviana es la cuestión de la minería. En la misma se juega gran parte de la conformación del país como una entidad con una soberanía solo formal y con una dependencia real. En la minería radica una de las explicaciones más potentes del atraso boliviano, pero al mismo tiempo uno de los puntales posibles donde asentar el desarrollo, al mismo tiempo que la conciencia nacional, estableciendo la articulación entre ambos aspectos.

Devela, como pocos, el papel oculto de Gran Bretaña en el diseño económico boliviano, en tanto que “con el estaño la industria británica se prolonga hasta el Altiplano; el rasgo dominante de la economía boliviana nace entonces: la minería estañífera es la parte complementaria de la economía metropolitana”. En este mismo sentido afirma que “Bolivia es considerada provincia británica por la literatura especializada desde que Patiño en los años veinte asimiló sus intereses al capital británico” (Almaraz Paz, 1969: 20). Simón Patiño representa la influencia británica en los negocios del estaño. Es sin dudas uno de los personajes más importantes que Almaraz Paz estudia detalladamente.

El estaño tiene una rápida expansión desde comienzos del siglo XX, teniendo un punto nodal en este desarrollo la fusión, a partir de varias maniobras de Duncan Fox y el Banco Anglo Sud Americano, de las minas “La Salvadora” y “Lallagua” en 1924, con un capital de más de 6 millones de libras esterlinas, haciendo nacer en Delaware (Estados Unidos) la compañía Patiño Mines and Enterprises Consolidated, que rindió hasta 1952 unas 300 mil toneladas de estaño fino. La cuestión radica en que sus intereses eran diametralmente opuestos a los de Bolivia. Patiño ingresa al entramado de empresas vinculadas a Gran Bretaña, como la British Tin Investiment o la Consolidated Tin Smelters –por nombrar algunas de las más importantes con las cuales se entrelaza– y a partir de los años 30 los negocios pasan a depender del Banco de Londres y de la América del Sud: “Patiño representa el área británica de los negocios del estaño, la mayor del mundo (…) incorporado en torrente sanguíneo del capital británico, era exponente de los intereses radicados en la Isla” (Almaraz Paz, 1969: 51). Lo cual no obtura la expansión hacia países como Holanda o Panamá. Patiño ubica a sus hombres en puestos claves, fundamentalmente en Bolivia e Inglaterra.

Indagando sobre la minería y los trabajadores mineros, se encuentra con una realidad terrible. Por ejemplo, en las minas Huanchaca, de los 400 nacidos anualmente en el pueblo mueren 360 antes de los tres meses de vida. Los trabajadores duermen en el suelo o en casas de la compañía. Encuentra también que en las minas de Potosí se trabaja 36 horas seguidas. Los trabajadores sólo viven unos diez años aproximadamente, por la sobreexplotación más inhumana. “Sin esta formidable matanza, las fortunas de la minería no habrían llegado a nacer” (Almaraz Paz, 1969: 19). Si en 1885 el ingreso del Estado boliviano era de aproximadamente cuatro millones de pesos, solo la mina de Huanchaca distribuía ganancias por más de cinco millones. Este enorme negocio prácticamente no pagaba impuestos.

La oligarquía terrateniente podría haber forjado un poder que disputara el primer plano de la escena política y económica a la “rosca minera”. No obstante, prefirió el camino de aliarse a esta última. Esta alianza fue fundamental y domina la política boliviana hasta la revolución de abril de 1952. Por eso, Almaraz Paz estudia a los personajes de la oligarquía boliviana. Así, recorre biográficamente la vida de Simón Patiño, Carlos Víctor Aramayo y Mauricio Hochschild.

En relación a los personajes de la “rosca minera”, sostiene que “se sentían dueños del país pero al mismo tiempo lo despreciaban. En ningún momento pensaron que el dinero y el poder que poseían lo debían a un pueblo que los había aceptado pasivamente, inconscientemente, sin resignación ni rebeldía, porque fueron fruto de una entraña feudal descompuesta” (Almaraz Paz, 1969: 449). Esta oligarquía, alentada por el vínculo establecido con Europa, se fue divorciando del país, se sentía extranjera en su propia tierra, ofendida por el país.

Esta “rosca minera” no impulsa el desarrollo de Bolivia, más bien todo lo contrario. No le interesa el desarrollo, pues se basan en un modelo extractivo dependiente, del cual disfrutan la renta construyendo palacetes, comprado tierras o veraneando en el exterior. Este parasitismo se explica en parte porque “la actividad minera no necesita un mercado interno y por tanto no sólo no le interesa eliminar los obstáculos que estancan el progreso del país, sino más bien le favorece mantenerlos en cuanto que de ellos resulta una mano de obra barata para el laboreo minero y el aprovisionamiento agropecuario igualmente barato” (Almaraz Paz, 1969: 450).

El estaño es amo y señor. Nuestro autor considera que en los casos de Busch y Villarroel –recordemos: uno se suicida e incluso todavía permanecen dudas sobre el hecho, y el otro es colgado de un farol en la plaza pública– creyeron dominar al ejército, pero éste más bien respondía a otro mano: el estaño. “La minería fue el poder de la degradación: todo sucumbió ante ella. Monstruo sediento de riqueza, destruyó miles de vidas en un espantoso holocausto. A los hombres de gobierno no los mató, pero los envileció. Pudrió el espíritu de las capas medias con un credo derrotista e hizo de ellas una sombría masa de seres indiferentes y resignados. Desarraigó, segregó y aplastó. En los campamentos se vistió la muerte lenta: enfermedades, alcoholismo, promiscuidad, miseria. Las ciudades fingían existir. Su condición íntima era más miserable que la de un campamento. Las aldeas aguardaban para entregar su aporte de sangre a la leva minera. Parecía imposible que un día el país encontraría fuerzas para afirmar su existencia. Sin embargo esas fuerzas se dieron con la nacionalización de las minas. Hasta entonces una existencia de degradación inexorable enseñó a los bolivianos que la historia hace a los hombres; el 31 de octubre, un verdadero milagro les hizo comprender que a veces los hombres también pueden hacer historia” (Almaraz Paz, 1969: 123). Piensa que los bolivianos, con un sistema de educación que actúa como colonización pedagógica, se encuentran “quebrados por una educación vacía (no hay educación, lo que hay es sistema mecánico de enseñanza), sin sentido humano, sin contenido nacional”. Lo que lleva a que se sientan extranjeros en su propia tierra, al mismo tiempo que crea también en ciertas capas sociales un sentimiento de inferioridad. Este eurocentrismo se manifiesta en que el “joven de hoy, en términos generales, no lee autores bolivianos; si de plástica se trata y su refinamiento lo permite, París, México o el Oriente” (Almaraz Paz, 1961: 533). Así desconoce la cultura y la realidad propia.

Almaraz Paz se sumerge en los campamentos mineros para comprender la cuestión. La necesidad de partir de la realidad es imperiosa. Sostiene que “hay que conocer un campamento minero en Bolivia para descubrir cuánto puede resistir el hombre. ¡Cómo él y sus criaturas se prenden a la vida! En todas las ciudades del mundo hay barrios pobres, pero la pobreza en las minas tiene su propio cortejo: envuelta en un viento y frío eternos, curiosamente ignora al hombre. No tiene color, la naturaleza se ha vestido de gris. (…) La riqueza se troca en miseria. Y allí, en ese frío, buscando protección en el regazo de la montaña, donde ni la cizaña se atreve, están los mineros” (Almaraz Paz, 1969: 477). Remarca asimismo que “estos condenados no son dueños del mineral. En rigor nunca lo fueron. Si algo de verdad les pertenece es la muerte. (…) No hay familia minera que no tenga alguien por quien llorar” (Almaraz Paz, 1969: 479).

Estas realidades que muestra el pensador boliviano no tienen la intención de ser meramente descripciones, como si no tuvieran causas concretas. Lo interesante radica en que justamente su pensamiento apunta a articular la develación del accionar de la “rosca minera” como parte del entramado del saqueo imperialista que tiene estas consecuencias terribles.

La minería mantiene a Bolivia en el atraso material, impide el despegue en el desarrollo nacional. “Si se pudiera recuperar todo lo perdido por el escamoteo en los precios del estaño, Bolivia tendría tanto dinero como para que su progreso dé un salto de cien años. Esta fue la contribución del país al imperialismo y el origen fundamental de su actual miseria” (Almaraz Paz, 1969: 259). En el mismo sentido, argumenta que la minería como sistema económico dependiente es uno de los agujeros por donde se escapa la soberanía nacional, pues “el locus económico de la minería es la transferencia unilateral de la riqueza, lo que en otras palabras significa que Bolivia quede inerme en el polo de la miseria. (…) Se acepta que la riqueza se pierda: es la resignación, el cansancio y un sentimiento de frustración profundamente clavado en el ser nacional” (Almaraz Paz, 1969: 480). Esta frustración es un factor clave en la destrucción de la autoestima como pueblo, y el debilitamiento de la identidad nacional. Profundizando el entramado, observa que “sin estaño, acero y petróleo, sin esfuerzo de los mineros bolivianos, malayos y nigerianos, la civilización tendría que retroceder algunos siglos. Pero estos hombres tienen un significado tan abstracto para los bolsistas de Nueva York o Londres” (Almaraz Paz, 1969: 485).

La pedagogía colonial conforma en los países semi-coloniales una mentalidad de la derrota y la incapacidad propia. El autor boliviano destaca el caso de la minería donde se instala la mentalidad de la imposibilidad de llegar a la fundición. Se conforman argumentos que Arturo Jauretche denominaría como “zonceras”, del tipo que es imposible materialmente o que simplemente no conviene a la economía boliviana. Así se mantiene al país andino en la etapa extractiva, fortaleciendo los vínculos dependientes. Usa una analogía en la que afirma que “nos obligaron nada más que a lustrar zapatos y dedujeron de ello que no servíamos más que para lustrar zapatos” (Almaraz Paz, 1969: 129).

En este mismo sentido, la universidad, de espaldas a las problemáticas nacionales, no aborda profundamente la realidad minera. Será Augusto Céspedes con su novela Metal del diablo uno de los puntales donde comienza a develarse la realidad boliviana, junto con Carlos Montenegro y su Nacionalismo y coloniaje. Estos son catalizadores ideológicos del nacionalismo popular boliviano.

No obstante, también observamos a Fermín Chávez, quien afirma que los hábitos de la colonización pedagógica se quiebran mayormente por la experiencia práctica. Así, Almaraz Paz considera como un punto de quiebre en relación a la minería la masacre de Catavi, donde se cristaliza en la conciencia minera la elección entre la oligarquía y Bolivia. El gobierno de Villarroel es el primer fruto de esta historia, y la revolución del 52 su profundización. La nacionalización de las minas, considera el autor, es parte del redescubrimiento y fortalecimiento de la conciencia nacional boliviana. “La realidad fue emergiendo lentamente entre las brumas de una larga pesadilla y pugnando por imponerse en la conciencia colectiva. La verdad empezó a diferenciarse de la ideología colonial que hasta entonces paralizara el alma nacional como un ataráxico. Fue esa ideología la que se interpuso entre los bolivianos y su realidad, impidiendo la formación de una conciencia nacional. Junto con el estaño nos robaron la conciencia” (Almaraz Paz, 1969: 139).

 

El petróleo

“Dime qué piensas del petróleo y te diré quién eres” (Almaraz Paz, 1958b: 606).

Almaraz Paz brinda relevancia a la carencia de estudios sobre la cuestión petrolera en Bolivia y sostiene que es necesario reforzar la tesis de la necesidad de la defensa de la riqueza nacional. “Cuanto más pronto se arme la conciencia nacional con los conocimientos necesarios para comprender la naturaleza de nuestro problema petrolero, tanto más fácil y naturalmente se encontrarán las soluciones adecuadas que aseguren el carácter nacional de la explotación de esta riqueza” (Almaraz Paz, 1958: VIII). Esta cuestión es uno de los problemas comunes en Nuestra América: “es el de los bajos niveles de abastecimiento de energía. Todos nuestros países tienen obstaculizado su progreso, entre otros factores, por éste” (Almaraz Paz, 1958: 19).

Centralmente, el abordaje sobre el tema lo hace en su libro Petróleo en Bolivia que, a decir de su autor, fue recibido por la prensa y la intelectualidad con un significativo silencio. Considera que el asunto del petróleo es nodal, ya que es una de las diferentes cuestiones claves que le dan fisonomía al país, al mismo tiempo que “en el terreno político actuará como un catalizador que separe y reagrupe fuerzas, y en el económico puede convertirse en la causa del bienestar o la ruina del país” (Almaraz Paz, 1958b: 606). Ese libro y las denuncias que hace son un grito por la defensa de esta riqueza nacional. “Nuestro país es dueño de importantes reservas de petróleo que están en trance de perderse. Los bolivianos hemos perdido muchas riquezas; por eso tenemos el deber de defender lo poco que nos queda” (Almaraz Paz, 1958a: 68). Piensa que la defensa del petróleo es la defensa de la Patria.

Según Almaraz Paz, la historia del petróleo es parte fundamental de la historia del desarrollo del capitalismo contemporáneo, pues implica la lucha por el reparto de los mercados y de las fuentes de materias primas –una de las causas de muchas de las guerras, incluso la del Chaco–, el crecimiento de los monopolios, la división entre los países con un alto desarrollo industrial y los que son vasallos de aquellos, abasteciéndolos de materias primas, etcétera. En fin, “la historia del petróleo es, pues, la historia del fenómeno económico denominado imperialismo” (Almaraz Paz, 1958a: 21).

Revisa la historia de John Rockefeller, quien inició su actividad petrolera en 1862 y organizó ocho años después la Standard Oil, llegando a constituirse en una de las empresas más poderosas del mundo a partir de la construcción de un entramado enorme de empresas, siendo valuada en 1928 en 4.000 millones de dólares, y ya en 1945 sus activos mobiliarios e inmobiliarios llegaban a 13.000 millones. “La transformación de la Standard en un verdadero imperio puede ser símbolo del paso de las formas pre-modernas del capital al imperialismo” (Almaraz Paz, 1958a: 28). Asimismo, estudia la historia del trust petrolero británico: la Royal Dutch Shell, creada en 1890 por Augusto Kesserl, y de la Anglo Persian, creada en 1909 por Lord Fisher. Las dos empresas “siempre actuaron en una sola dirección en la lucha mundial por el petróleo, respaldadas por el gobierno británico” (Almaraz Paz, 1958a: 38). A partir de la descripción histórica de estas empresas, entiende que “las compañías petroleras tienen un poder muy grande, pues han conseguido eliminar todos, o casi todos, los riesgos” (Almaraz Paz, 1958a: 52). El único riesgo para ellas que subsiste es el despertar de los pueblos, el surgimiento de la conciencia nacional.

A fines del siglo XIX científicos bolivianos y extranjeros prueban la existencia de petróleo en el país andino. En 1895 se extraen muestras en la zona de Incahuasi, en el Departamento de Chuquisaca. Varias investigaciones van a ir demostrando la importante riqueza petrolera en el norte, centro y sudeste del país. En 1921 se dicta la Ley Orgánica de Petróleo que intenta limitar el avance de la Standard Oil. Esta ley que defendía la riqueza y la soberanía nacional no fue respetada por la empresa, ni el gobierno la hizo cumplir, por eso el autor sostiene que “para defender las riquezas naturales de los pueblos oprimidos por el imperialismo, no bastan buenas leyes. Y tratándose del petróleo ninguna ley es suficientemente buena cuando los monopolios extranjeros han penetrado en el país, cuando la economía y la política de un pueblo pasan a depender de su poder. La alternativa es suprimir la acción de esos monopolios o aceptar su dominación” (Almaraz Paz, 1958a: 90).

Las estafas y el saqueo de la Standard Oil en Bolivia son múltiples. A modo de ejemplo, recordamos que en 1935 dos diputados argentinos denuncian que la empresa construyó un oleoducto clandestino entre Bolivia y la Argentina. Almaraz retoma la denuncia de Carlos Montenegro, donde demuestra que era inmensa la cantidad de dinero defraudada por la empresa a Bolivia.

Si –como decíamos en relación a la ruptura de la colonización pedagógica con respecto a la cuestión de la minería– la masacre de Catavi es central, un momento crucial en la historia del petróleo y en la formación de una conciencia nacional es la Guerra del Chaco. El apetito de las petroleras yanqui y británica lleva al choque entre Bolivia y Paraguay. El campo era el Chaco, los actores directos Bolivia y Paraguay, pero los hilos del enfrentamiento y los verdaderos intereses son de las petroleras imperialistas y su avidez de saqueo. Si bien la Standard se declara neutral, es evidente que es quien mueve los hilos del lado boliviano, pero esa neutralidad le permite –ante una derrota boliviana– negociar más fácilmente con Paraguay para defender sus intereses. Finalmente “la Standard Oil, coautora de la guerra, no podía estar ausente en la Conferencia de Paz. Al crimen unió el insulto. Mr. Spruille Braden, su viejo agente, fue nombrado embajador de los Estados Unidos ante la Conferencia de Paz” (Almaraz Paz, 1958a: 112).

La Guerra del Chaco puso en cuestión los fundamentos del liberalismo implementado por los partidos tradicionales que gobernaron Bolivia hasta 1936. Develó la dominación histórica extranjera, británica y norteamericana, sobre la economía boliviana. “Con la derrota se descubrieron todas las debilidades del régimen tradicional, salieron a flore todas las contradicciones de la economía nacional” (Almaraz Paz, 1958a: 113). A partir de estas revelaciones sobre la tragedia a la que fueron llevados los países hermanos, nace el primer movimiento nacionalista importante del país andino. Su poderío y fuerza se explica porque a la base fundamental de los obreros se les suman también estudiantes, intelectuales, etcétera, que apuntan, a través de una política anti-imperialista, a transformar la estructura económica y política del país.

Este nacionalismo popular va a llevar a cabo una política central que es la nacionalización del petróleo. La conciencia nacional –que comienza a forjarse en la década del 20 y tiene una profundización en la Guerra del Chaco– es el núcleo programático del movimiento nacionalista. “La defensa del petróleo se convirtió en la causa nacional comprendida y defendida, fervorosa y apasionadamente, por el pueblo boliviano. Los veteranos del Chaco, los obreros y los estudiantes, los maestros y profesores universitarios, constituían el motor de esta lucha. El pueblo estaba convencido de que no se trataba solamente de la defensa de una riqueza; el significado de la lucha era mayor, pues se trataba de hacer respetar al país y sus leyes, de defender la dignidad nacional y el derecho a proclamarse ciudadanos de una nación soberana” (Almaraz Paz, 1958a: 119).

Sergio Almaraz Paz muestra en Petróleo en Bolivia que la Gulf Oil fue una de las principales beneficiarias en la adjudicación de los intereses petroleros en Bolivia a mediados del siglo XX. El autor no lo puede ver, dada su temprana muerte, pero sus estudios y denuncias fueron nodales para la nacionalización de los bienes de la Gulf por parte del gobierno de Ovando (Capriles Villazón, 1975). El contacto con Ovando es fundamentalmente por medio de Marcelo Quiroga Santa Cruz, Adolfo Perelman y Javier Galindo.

De esta forma, a partir del recorrido histórico en torno al petróleo, Almaraz Paz pone “sobre la mesa” de la discusión a éste como uno de los componentes centrales de la dependencia boliviana, pero al mismo tiempo como uno de los puntales donde asentar la conciencia nacional y la emancipación del país.

 

Apuntes finales

No queremos dejar de mencionar, aunque sea muy brevemente, que Almaraz Paz también aborda, entre los elementos fundamentales que definen la realidad boliviana, la cuestión marítima, caracterizando a la Guerra del Pacífico como una “guerra injusta, ruin, incitada por intereses ajenos que fueron realmente los únicos vencedores” (Almaraz Paz, 1965: 581). No obstante, considera que el 79 no es el Versalles de los bolivianos, y que si bien es necesario para el país recuperar su salida al mar, este no puede ser un tema que actúe como velo de otros factores centrales en la dependencia boliviana, al tiempo que también apunta a que esa pérdida no sea un elemento de obturación de pensar una Bolivia soberana.

Sergio Almaraz Paz dedica su vida a la causa del pueblo y la emancipación boliviana. Esa lucha desigual fue consumiendo su existencia, que termina tempranamente y priva a Nuestra América de una de sus lúcidas y patriotas plumas. El develar de los mecanismos de dominación es el aporte fundamental del pensador a la lucha por la conformación de una conciencia boliviana.

En sus escritos, como vimos, la penetración extranjera a través del montaje de una economía minera extractiva y el control por parte de las empresas imperialistas de los hidrocarburos son dos de los factores primordiales que mantienen a Bolivia en el primitivismo económico. Es el imperialismo con la complicidad de las elites locales quienes condenan a la miseria y la humillación a los países de la Patria Grande.

“La realidad nacional no es lo suficientemente conocida por los intelectuales. (…) Consideramos que es necesario, ante todo, lograr una visión de conjunto. (…) Una tal visión no supone una suma de fragmentos de conocimiento. Para apreciar un paisaje hay que encontrar en él el punto saliente y el resto del panorama será visualmente accesorio (Almaraz Paz, 1964: 560). Esta es, al menos en parte, la tarea que Almaraz encaró para Bolivia. Al mismo tiempo que sienta las bases de la necesidad de la defensa de nuestros recursos, en tanto defenderlos es defender la Patria.

Asimismo, se cristaliza en su pensamiento que para la comprensión de la realidad es necesaria la teoría, el conocimiento de los factores fundamentales que la dinamizan, los núcleos de poder, etcétera. Pero al mismo tiempo es necesario obrar sobre la realidad para comprenderla. Al partir de la realidad considera que para dar cualquier batalla en defensa de la soberanía de la Patria hay que estar en condiciones de darla, sino construir el poder necesario para lograr vencer.

Esta idea que recorre su pensamiento también es parte de su biografía individual y es fundamental para la profundización de su ideario. Como observamos, Almaraz hace un pasaje de la izquierda más tradicional, que algunos han llamado abstracta –y que coincide muchas veces con el interés de la oligarquía y las potencias imperialistas–, al nacionalismo popular, la forma primordial que han encontrado los pueblos de nuestro continente para enfrentar a la opresión extranjera y al saqueo imperialista. En ese tránsito resulta sustancial su sumergimiento en la realidad. A partir del análisis y la búsqueda de respuestas que apunten a la emancipación boliviana se encuentra con la cuestión nacional y de allí con el nacionalismo popular en el país andino. En esa transformación también cabe destacar la relación con la Generación del Chaco (Almaraz es más joven), fundamentalmente con dos personajes también cochabambinos: Carlos Montenegro y Augusto Céspedes.

No se queda en la denuncia abstracta, sino que se sumerge en la realidad para develar la dominación invisible en Bolivia. El estudio de la estructura dependiente lleva a la afirmación de la necesidad de avanzar en una emancipación integral, y para lograr esta última resulta urgente la re-construcción y el fortalecimiento de la conciencia nacional, al mismo tiempo que la integración de la lucha nacional boliviana con las luchas de la Patria Grande.

 

Bibliografía

Almaraz Paz S (1958a): Petróleo en Bolivia. La Paz, Juventud.

Almaraz Paz S (1958b): “Entrevista a Almaraz Paz por Marcelo Quiroga Santa Cruz”. Revista Guión. En Sergio Almaraz Paz, Obra Completa, La Paz, Plural, 2010.

Almaraz Paz S (1961): “Buscando el de profundis de una generación”. Revista Canata. En Obra Completa.

Almaraz Paz S (1963): “Revolución y clase media”. Revista Letras Bolivianas. En Obra Completa.

Almaraz Paz S (1964): “Para abrir el diálogo”. Revista Praxis. En Obra Completa.

Almaraz Paz S (1965): “La cuestión del mar”. Revista Cultura Boliviana. En Obra Completa.

Almaraz Paz S (1967): “Lo básico: no perder el gas y ganar el mercado argentino para YPFB”. Conferencia en el Foro del Gas y el Petróleo. En Obra Completa.

Almaraz Paz S (1969). Réquiem para una república. En Obra Completa.

Almaraz Paz S (1976): El poder y la caída. La Paz, Los Amigos del Libro.

Antezana LH (1977): “Sergio Almaraz Paz y la historia”. En Obra Completa.

Capriles Villazón O (1975): “Tríptico sobre la obra de Sergio Almaraz”. En Obra Completa.

Céspedes A (1968): “Clarín de duelo”. En Obra Completa.

Solíz Rada A (2013): La luz en el túnel. Las lides ideológicas de la izquierda nacional boliviana. Buenos Aires, Publicaciones del Sur.

Zavaleta Mercado R (1970). “Recordación y apología de Sergio Almaraz”. En Obra Completa.

Share this content:

Deja una respuesta