Mirar el horizonte

“Los momentos filosóficamente más interesantes suelen ser, por desgracia, trágicos para muchos” (Daniel Innerarity).

 

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Durante los primeros años del siglo XXI, América Latina vivió, en general, un proceso conjunto de expansión de los derechos educativos:

  • aumento del acceso a todos los niveles;
  • crecimiento del financiamiento estatal por alumno o alumna;
  • reconocimiento de derechos de poblaciones excluidas y marginadas.

Este proceso amplió las fronteras de la educación tradicional. La mayoría de los programas educativos se orientaron hacia las metas fijadas a nivel mundial para 2030:

  • educación primaria y secundaria para todos;
  • desarrollo de la primera infancia y educación preescolar universal;
  • acceso igualitario a la educación técnica-profesional y superior.

En esa dirección, se buscó el logro de competencias para acceder a:

  • trabajo decente;
  • igualdad entre los sexos;
  • acceso en condiciones de igualdad de las personas vulnerables;
  • capacitación para el trabajo y la producción de jóvenes, adultas y adultos;
  • adecuación de las instalaciones escolares;
  • mejoras en la formación de las y los docentes.

Los fines de las políticas educativas –y también las luchas de los colectivos docentes– se encuadraron, en muchos casos, en objetivos más amplios de políticas públicas, tales como:

  • reducción de la pobreza;
  • mejora de la nutrición;
  • prevención de la salud;
  • igualdad de géneros y empoderamiento de las mujeres;
  • crecimiento económico y pleno empleo;
  • reducción de las desigualdades;
  • protección del medio ambiente.

Si bien la región ha avanzado de modo muy decidido a lo largo de las últimas décadas en estos propósitos, garantizando altas cifras de acceso a las aulas, el conjunto de las y los estudiantes no alcanzó, todavía, los niveles de aprendizaje requeridos para la dinámica compleja del mundo actual.

 

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Había una agenda educativa previa al coronavirus. Sus objetivos generales, en nuestra consideración –más allá de los fines urgentes y específicos, como la inclusión y justicia educativa; mejora de los indicadores de permanencia, promoción y calidad del aprendizaje; y la prioridad en la lectura, escritura e interpretación de textos, matemáticas y cultura general–, eran educar para:

  • comprender el mundo contemporáneo;
  • heredar, conservar y continuar, recreando, la cultura;
  • la emancipación individual;
  • el desarrollo nacional.

En síntesis: educar para el futuro en el contexto de la economía del conocimiento y la democracia. Esa agenda de educación podría trazarse alrededor de cuatros ejes organizadores vinculados con necesidades urgentes de la sociedad argentina:

  • diversificación de la matriz productiva y la capacitación para nuevas formas de trabajo;
  • convivencia social, solidaridad, vida comunitaria, igualdad de derechos, justicia y respeto a las leyes;
  • unidad nacional, profundización de la democracia, federalismo e integración latinoamericana;
  • pensamiento científico, innovación tecnológica e investigación.

El futuro, que había llegado en clave de la llamada cuarta revolución tecnológica (4R), también lo hacía, vertiginosamente, en forma de pandemia. Pero, a pesar de la crisis sanitaria, la agenda pre-virus sigue vigente.

 

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Cabe preguntarse: ¿toda crisis es una oportunidad? Lo seguro es que toda crisis exige reflexión. La reflexión debe partir de la experiencia. Es, por lo tanto, una reflexión, también, sobre el pasado.

La crisis exige grandeza. La idea central de la política debe ser siempre la grandeza. Se necesita imaginación, movilizar el conocimiento, inventar para evitar el error.

La crisis reclama autoridad y liderazgo. Autoridad democrática. Para ejercerla es preciso tener ideas, y tiempo, para poner las bases de un cambio verdadero y eficaz. La paciencia debe superar la coyuntura.

La crisis no asegura el futuro. Por lo tanto, todo análisis debe terminar en la acción. El punto primero de cualquier política es la acción. Las acciones y las decisiones de hoy son lo que darán esperanza en el futuro. La esperanza es la consecuencia de la acción. Los análisis, las decisiones y los hechos son los fundamentos de la esperanza.

La experiencia de la pandemia es una gran oportunidad pedagógica. Fue un proceso nunca visto con anterioridad, ni teorizado, ni imaginado. Una tarea dificultosa en un tiempo difícil.

La tradición latinoamericana es abundante en propuestas de “pedagogías” como respuestas a las necesidades educativas y sociales de nuestros pueblos. Paulo Freyre, en ese sendero, fue prolífico en el desarrollo de “pedagogías” dirigidas a las y los oprimidos, a la esperanza, a la investigación, a la autonomía, a la indignación, o a la pregunta. Recién comenzada la “cuarentena”, Axel Rivas, desde Argentina, se enfocó en una “pedagogía de la excepción”.

Señalaremos algunos conocimientos derivados de la pandemia y la necesidad de respuestas educativas para un futuro que nos pondrá frente a encrucijadas civilizatorias y requerirá habilidades que, tal vez, hoy no tengamos.

  • Será necesario plantearnos una “pedagogía de lo impensado”. La vida en el encierro de la pandemia nos empujó a cambios no imaginados hasta ese momento. Mostró que existían alternativas a la forma de vida que se presentaba como la única posible.
  • La escandalosa desigualdad, manifestada sin maquillajes, nos empuja a abordar una “pedagogía de la justicia”.
  • La fragilidad de la humanidad, la catástrofe ecológica, la crisis mundial de la economía y el colapso de las megalópolis, obligan a la escuela a profundizar en “pedagogías” vinculadas a “vivir bien”.
  • Una “pedagogía” que trabaje sobre los “prejuicios” es de urgente necesidad en una sociedad que, frente a la expansión planetaria del virus, mostró su rápida inclinación para buscar culpables, acusar, desconfiar, difamar o demonizar a grupos, países o individuos.
  • La escuela no puede, tampoco, dejar de asumir una “pedagogía de la visibilidad” frente a la aparición de las y los –demasiadas veces– “invisibles”: pobres, marginados, marginadas, descartados, ancianos, ancianas, vulnerables, migrantes, refugiados, refugiadas, discapacitadas, discapacitados, discriminadas, discriminados.

 

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El futuro pospandemia presentará novedosos caminos pedagógicos. Entender la realidad, hoy, es más importante que todas nuestras ideas previas. Ante esta nueva situación, no podemos abandonar a los y las estudiantes, en sus diferencias y desigualdades, dejándolos sin la cobertura y el cuidado del sistema educativo. Sabiendo, fundamentalmente, que no podemos perder a ninguno o ninguna.

Por ello, se debe estar muy atento: nadie mejor que la docencia para detectarlo. Es un tiempo donde no hay nada más necesario que buenos y buenas docentes.

La pandemia también nos enseñó la importancia de la ciencia y el conocimiento en la toma de decisiones políticas. La escuela debe recuperar al conocimiento como núcleo esencial de su tarea.

Pero primero debemos tener a todos los niños y niñas, a los y las jóvenes, y también a las y los adultos que necesiten capacitarse, dentro del sistema educativo. A todos. Cuando decimos todos, decimos todos.

Esta realidad nos obliga a no dejar de educar, a pesar de las dificultades. Se necesita una “revolución mental” y educativa para:

  • enfrentar las consecuencias de la pandemia;
  • incorporarnos a la revolución tecnológica;
  • oponernos al coloniaje del pensamiento;
  • superar los obstáculos del conservadorismo.

Ante esto, la respuesta es profundizar una democracia que sepa asumir lo “complejo” y al mismo tiempo sea capaz de “resolver problemas”. Es la manera de enfrentar la tentación de soluciones autoritarias o individualistas con respuestas colectivas que tengan como base el conocimiento científico, la voluntad popular y el bien común.

De la crisis no se puede salir cediendo soberanía, derechos humanos, justicia social, libertades, ni democracia. Será necesario una propuesta educativa que participe en un proyecto de comunidad nacional que necesita:

  • mantener y generar empleo;
  • asistir a las y los trabajadores precarizados;
  • impulsar la producción;
  • fomentar la asociación entre conocimiento y naturaleza;
  • promover innovaciones institucionales.

 

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La educación tiene mucho que protagonizar en el logro de un modelo nacional de desarrollo, federal, productivista y capacitador. No será fácil, sin duda, realizar transformaciones profundas con tantos intereses personales y grupales cruzados y enfrentados.

Es urgente ocuparse de lo importante. Quien no sabe dónde se encuentra su principal problema, no sabe cómo actuar. La identificación de las cuestiones a resolver permitirá generar las estrategias fundamentales y establecer una correcta jerarquía de prioridades; y poner orden, además, en una estrategia de acción para el regreso a la presencialidad escolar.

Para ello, primero debemos cerrar el año 2020 con claridad en la información, transparencia en cada decisión, comunicación sencilla y entendible, resolución de la situación de quienes culminan ciclos –inicial, primaria, secundaria– y evaluación.

Segundo, planificar el inicio del 2021, planteando todos los escenarios posibles y manifestando, sin dejar dudas, que es una continuidad pedagógica con el 2020 –unidad pedagógica 2020-2021– y sus formas de evaluación y promoción.

Tercero, realizar todas las acciones necesarias para el tiempo de la presencialidad definitiva: situación de la infraestructura; recuperación de las y los alumnos no escolarizados; diseño de los objetivos pedagógicos; protocolos necesarios; planificación de etapas por regiones, situaciones sanitarias, tipos de escuela. Esta tarea deberá ser del Estado y, en muchos casos, del conjunto de la comunidad. Debemos transitar estas etapas obedeciendo a los hechos, abordando la realidad por niveles, actuando sobre los casos particulares.

Para mirar el futuro no se puede tener límites para pensar lo grande, pero hay que concentrarse en solucionar cada caso, cada situación singular, cada historia. Trabajar sobre “lo pequeño”, pero siempre con la vista en el horizonte.

La revista Movimiento se edita en números sucesivos en pdf que se envían gratis por email una vez por mes. Si querés que te agreguemos a la lista de distribución, por favor escribinos por email a marianofontela@revistamovimiento.com y en asunto solamente poné “agregar”.

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